El camino a la loca felicidad
crítica de Wilfred (2011-2014) | Final | ★★★
FX | 4 temporadas: 49 capítulos | EE.UU, 2011, 2012, 2013, 2014. Creador: David Zuckerman, basado en la serie australiana del mismo título. Directores: Randall Einhorn, Victor Nelli, Jr. Guionistas: David Zuckerman, Reed Agnew, Eli Jorné, David Baldy, Jason Gann, Cody Heller, Brett Konner, otros. Reparto: Elijah Wood, Jason Gann, Dorian Brown, Fiona Gubelmann, Chris Klein, Rodney To, Mary Steenburgen, James Remar, Dwight Yoakam, Nestor Carbonell. Fotografía: Brad Lipson, Tom Magill, Kurt Jones. Música: Jeff Cardoni.
Un joven ha decidido que su vida ya no tiene sentido, perseguido por la presión de un padre controlador; el fantasma de las depresiones de su madre, internada en un psiquiátrico; y la perfecta vida de su quejica hermana. Ha elegido hacerlo con un batido de plátano lleno de pastillas, se pone su mejor traje y escribe en su portátil la nota de suicidio... pero ésta no le convence. Ryan Newman es un perfeccionista, así que acabará imprimiendo varias versiones de la nota hasta que queda satisfecho. Ese magistral chiste establece desde el principio el tono de Wilfred, irregular comedia negra que terminó hace unos días sus emisiones tras cuatro temporadas sosteniendo (y alargando) un misterio: ¿por qué ve Ryan al perro de su vecina como un hombre con disfraz de animal? El misterio es resuelto, pero de tal forma que uno todavía puede teorizar sobre cuál es la Verdad entre las respuestas que se dan. El piloto de Wilfred fue perfecto, un gran éxito, y durante varios episodios se logró mantener esa fórmula de calidad, que funcionaba en episodios concretos (la mayoría firmados por el propio Zuckerman). No sería hasta Miedo (1.3) que hizo aparición otra fórmula, bastante más obvia y que sería la elegida por los guionistas para estructurar la mayoría de los capítulos en años venideros: historias autoconclusivas donde cada conflicto se resuelve mansamente antes del minuto 19. Simplísimas metáforas cuya razón de ser venía dada por el título del capítulo, extraído de una cita que abría la acción y cuyos variados autores van de Albert Einstein a ¡Doctor Who! Lo que acompañaba a estas historias era un irritante e interminable juego entre los protagonistas, donde Wilfred manipulaba a Ryan de mil maneras y éste acababa haciendo lo pretendido, sin importar cuántas veces plantara cara. El perro necesitaba enseñarle una lección a Ryan, y el mecanismo interno del episodio seguía un claro y previsible esquema hasta que la moraleja se evidenciaba con los diálogos. Y a veces hasta se machacaba en episodios posteriores, si era parte del plan hacia la “Felicidad” (título del primero y del último episodio de la serie) que nuestro protagonista debía seguir.
Terminada con acierto la serie, uno entiende que muchas de las cosas dichas en los episodios añadían niveles de sentido y daban perspectiva al gran conjunto de las cosas, pero hubiera sido de agradecer menos capítulos con evidente relleno que retrasaban los avances vitales del personaje de Elijah Wood o enredaban aún más la investigación. Lo importante a veces no es el final del camino, sino el camino en sí, se podría argumentar. Y esto es aceptable, pero cuando los guionistas se trabajan tan poco los vericuetos de ese camino, a veces dan ganas de saltarse episodios. Menos mal que el personaje de Wilfred es una creación cómica de tan alto nivel, no solo por cómo está escrito (decenas de chistes de perros hechos por un humano) sino por el innegable carisma de Jason Gann, que co-creó la Wilfred (2007-2010) original y escribió hasta seis capítulos de esta versión. Wood tiene la difícil tarea de permanecer impasible, o al menos no actuar abiertamente cómico, ante el huracán de locuras que suceden a su alrededor, pero defiende a la perfección las escenas más conmovedoras o peliagudas de la última temporada, y son bastantes. Wilfred era capaz, y ese mérito hay que reconocerlo, de integrar historias muy tristes en un mundo colorista y cachondo, humeante por la marihuana y los chistes salvajes (Kristen empieza la serie siendo una infeliz asistente en partos y la acaba siendo una abortista de lo más contenta). Es casi como una comedia en estado depresivo, que integra las revelaciones de la vida de Ryan, cuya situación clama a gritos que sufre problemas mentales, en un tapiz donde nada se toma en serio, dicho en el buen sentido.
Zuckerman y sus guionistas han dilatado y jugado con la jugosa premisa de la serie de muchas formas, en múltiples direcciones con diferentes grados de acierto y cerrando cada temporada con un cliffhanger mayúsculo cuando Ryan parecía acercarse a la Verdad. Fuera de los sermones semanales, a veces Wilfred era pura comedia del disparate, y era en sus aristas más locas donde la serie brillaba. No solo los nombrados “chistes de perros”, sino la creación de un grupo de personajes puntuales que no tienen precio, lunáticos de toda condición que se prestaban al juego de la serie y que muchas veces han estado interpretados por intérpretes de peso (Peter Stormare, Ed Helms, el recientemente fallecido Robin Williams, Angela Kinney, Mary Steenburgen/Mimi Rogers en el importante papel de la madre de Ryan, Jane Kaczmarek, Rutger Hauer). La serie atraía un talento especial, y a veces sus tramas llegaban a lugares poco habituales para la comedia televisiva media, por eso molesta tanto lo obvia o remolona que se ponía en muchas ocasiones. Sabiendo que la cuarta temporada era la última, el juego se extendió para implicar a la audiencia y sus teorías, así que algunos de los episodios, como el apropiadamente titulado Respuestas (4.4) o la doble perspectiva de Hacia delante (4.5), desmontaban los razonamientos más populares y se cachondeaban de la lógica interna de la serie. Es como si los últimos diez episodios pelaran capas de sentido hasta hacer las revelaciones propiamente dichas, además de cerrar tramas (el regreso de Amanda) y dejar a sus personajes en lugares más o menos felices. ¿Qué es la felicidad?, se plantea la serie. Cada uno la siente de una manera distinta, con autoengaños si hace falta.
Las respuestas llegan muy bien planteadas, conectando con sentido los puntos de un dibujo que lleva años formándose. En un sentido es casi como la más sutil de las críticas al American Way of Life, y cómo escapar a eso es la única respuesta posible para aquel que se sale de los convencionalismos. El mecanismo de este final es a la vez simple (un personaje cuenta parte de la historia con un monólogo, la serie repite momentos de su historia con Wilfred en forma de perro para aclarar) y complejo (¿podemos recordar algo que aprendemos en los primeros años de la vida?), y deja un poso de amargura. Es una respuesta nada complaciente, que muchos habían adivinado pero que casi nadie hubiera podido explicar con esos matices. Son esos matices los que dan sentido al viaje. Wilfred nunca ha sido una serie de grandes números, quitando su espectacular arranque, ni que haya generado seguimiento en los medios, pero que haya durado 49 capítulos habla de un grupo fiel de seguidores y el favor de una cadena como FX para no cancelar por discreto un producto con misterio incluido. Con un final tan abiertamente cerrado, es decisión de cada espectador si la espera ha merecido la pena y las respuestas, que sí que se dan, son satisfactorias o el enésimo chiste, pero esta vez sin gracia. | ★★★★★ |
Adrián González Viña
redacción Sevilla