Grietas en el hielo
crítica de Black Coal | Black Coal, Thin Ice (Bai ri yan huo), dirigida por Yinan Diao, 2014 | ★★★
La sombra de Raymond Chandler planea sobre cada rincón de la ciudad que Yinan Diao escenifica en este melancólico recorrido por algunas de las miserias de China. Es el reflejo social transformado por el prisma del cine negro, de la misma forma que Chinatown (1974) sentenciaba la naturaleza violenta de su mundo en su última escena o La jungla de asfalto (1950), lo despiadado de los bajos fondos de una gran ciudad americana. El cine negro está ahí, no sólo por sus tramas, sino, en mayor medida, por lo trágico de su contenido y, en especial, de sus personajes. Black Coal, Thin Ice (2014) podría ser una relectura perfecta —con la genuina sensibilidad asiática— del clásico cine noir de Hollywood. Tras un tiroteo en el que resultan asesinados dos compañeros en acto de servicio, Zhang es destituido para acabar ganándose la vida como guarda en un puesto de carretera. Cinco años más tarde, y con el alcoholismo y la desgana inherentes a todo protagonista adscrito al género, decide reabrir el caso cuando llega a sus oídos cierta información relacionada con la aparición de dos cadáveres. Ambos con el mismo modus operandi que el cadáver descubierto hace años. El mismo que condenaría su trabajo y su matrimonio.
La razón clave para reabrir el caso es obvia atendiendo a su sello. Todas las víctimas están relacionadas con una única mujer: Wu Zhizhen. Viuda y dependiente de una lavandería. Reservada y discretamente atractiva, se mostrará recelosa cuando Zhang decida hacer un primer acercamiento casual para seguir sus pasos y costumbres. De alguna forma, ella es la clave para entender los crímenes. Y así, Diao centra por fin el foco: una ambigua relación entre sospechoso y agente que acaba tornándose cada vez más siniestra y peligrosa. Zhang y Wu conocen la amenaza y los terrores ocultos de su país; los que se ocultan bajo las capas de carbón y las grietas de hielo del título americano (Black Coal, Thin Ice), entre los callejones de barrios industriales en los que sus ciudadanos apenas son considerados como mano de obra útil; entre esta dualidad que se mueve entre lo personal y lo genérico; entre una relación sentimental y el contexto de un país que empieza a cambiar. Es ahí donde está el talón de Aquiles de Diao: la falta de foco. La dispersión de la trama exige una atención extra del espectador, pues es fácil desconectar si uno no está atento a la información que se va a administrando. El director prefiere el hipnotismo de una hermosa fotografía nocturna, de neones rojos y amarillos, y pistas de hielo a medianoche, descuidando el ritmo y perdiendo fuelle. En contraste, el trabajo de puesta en escena es inapelable, sobre todo cuando uno ve como el cineasta consigue unir la tragedia y el absurdo en una sola escena: la del tiroteo que acaba con la carrera de Zhang al poco de empezar el filme. En ella se resume el tono entero de la obra.
El surrealismo de esa escena enlaza con su desenlace: una metafórica secuencia que hace alusión al título original chino: Daylight Fireworks, y que busca la plasmación de una idea antes que una conclusión cerrada. Es un final de corte poético que ya ha ido adelantándose a través del tratamiento cada vez más romántico de ciertos momentos, como el de la revelación en el coche y que supone un punto y aparte en la historia. Variando los encuentros y conversaciones entre Wu y Zhang, que se convierten en los momentos culmen y en los mejor escritos. Diao expresa su descontento, a través de su protagonista, en su reserva y falta de prejuicios a la hora de juzgar a la viuda. Un personaje que adquiere entidad mediante la visión que Zhang —y por extensión el director— ofrece al espectador de ella. Como toda femme fatale de cine negro, Wu Zhizhen oculta su letalidad bajo una inocencia que su rostro expresa sin necesidad de palabras. Y para ello la contenida expresividad de la actriz Lun Mei Gwei es vital. Es curioso, o por lo menos llama la atención que, a diferencia de la perversión que transmitían mujeres como Barbara Stanwyck o Lauren Bacall, Wu esté dibujada con una apariencia tan conscientemente ingenua. En ese sentido el casting está muy bien realizado y Fan Liao, el actor protagonista, consigue que entendamos las acciones de Zhang para con Wu llegado cierto nivel de confianza
Sin duda, Black Coal, Thin Ice adquiere más valor y se disfruta más si uno, simplemente, se deja llevar por la atmósfera que transmite esa ciudad triste, donde la muerte de un hombre significa poco y el mutismo es lo cotidiano. A pesar de la irregularidad con la que Diao mantiene la tensión, es seguro que ésta será la película de su carrera como director que más público capte, pues apela a un género que todo el mundo conoce y con el que ya saben cómo relacionarse. Ya sea si has leído alguna novela de Dashiell Hammett como si has visto El sueño eterno (1946), al final parece que en realidad poco importa lo que nos hayan contado. Con lo que te quedas es con la sensación de tragedia en el aire, con los claroscuros de sus personajes, y con el tenebrismo de los bajos fondos urbanos. Es lo que siempre han transmitido estas historias. Lo que han destilado a través de las puñaladas, los balazos, los desengaños y las traiciones: la idea del ser humano como víctima de su propia naturaleza egoísta, pasional y desencantada. Un monstruo para sí mismo. | ★★★★★ |
Gonzalo Hernández Espinosa
Enviado especial a la Berlinale 2014
China, 2014. Título original: Bai ri yan huo. Director: Yinan Diao. Guión: Yinan Diao. Intérpretes: Fan Liao, Lun Mei Gwei, Xuebing Wang. Fotografía: Dong Jingsong. Música: Wen Zi. Productoras: Omnijoi Media, Boneyard Entertainment China, China Film Co. Presentación oficial: Berlinale 2014. 12 de Febrero de 2014.