Fiesta para celebrar la muerte
crítica de Lost Cause (7x05) | True Blood (Temporada 7)
HBO | EE.UU, 2014. Director: Howard Deutch. Guión: Craig Chester. Creador: Alan Ball. Reparto: Anna Paquin, Stephen Moyer, Sam Trammell, Ryan Kwanten, Alexander Skarsgård, Chris Bauer, Kristin Bauer Van Straten, Amelia Rose Blaire, Lauren Bowles, Tara Buck, Anna Camp, Gregg Daniel, Nelsan Ellis, Aaron Christian Howles, Noah Matthews, Bailey Noble, Nathan Parsons, Adina Porter, Carrie Preston, Jurnee Smollett-Bell, Deborah Ann Woll, Karolyna Widra, Patricia Bethune, Robert Patrick, Stacy Haiduk, Riley Smith, Shannon Lucio, Natalie Hall. Fotografía: David Klein. Música: Nathan Barr.
Llegamos al ecuador de la séptima temporada de True blood, y al que es también el último ecuador de una temporada de la serie de vampiros de HBO. True blood se acaba, y o bien los guionistas se están reservando alguna gran sorpresa para trastocar los últimos episodios, o bien es que la trama no va a llegar mucho más lejos, porque Lost cause es un capítulo prometedor sobre el papel pero aburrido en la ejecución. Como pasa muchas veces con las series, estamos ante un catálogo de ideas interesantes que en su puesta en pantalla no logran transmitir mucho, hasta el punto de que uno echa de menos la acción. Lo único que logra despertar alguna emoción, en este caso la conseguida carcajada, es ver a Eric y Pam, cual parodia de James Bond, infiltrarse en un hotel para asistir a una convención republicana. ¿Su objetivo? Encontrar a los padres de Sarah Newlin, ya que recordemos que Eric quiere matarla (con saña) antes de que la Hepatitis-V le consuma. Alexander Skarsgård y Kristin Bauer Van Straten tienen una química a prueba de bombas, y sus escenas siempre son un placer de contemplar, especialmente si son cómicas. Su subtrama abre y puntua el episodio de ocasionales momentos de interés, mientras de vuelta a Bon Temps seremos testigos de una fiesta para tratar de olvidar las desgracias de la semana.
Sookie está destrozada tras la muerte de Alcide y con la de Tara muy reciente en la memoria, y ha estado a punto de perder a Arlene por el camino. Comprensiblemente tiene muy poco ánimo, así que Lafayette le insiste que duerme para que retome fuerzas, y en off deciden montar una fiesta en su casa. Un evento de celebración para que el pueblo tenga algo que festejar, aunque sea la supervivencia de cuatro de sus habitantes. Las fiestas suelen usarse como recurso narrativo para concentrar en un espacio corto de tiempo y en un lugar concreto a varios personajes, mezclando alcohol, puede que drogas y un estado anímico alterado que les obligue a afrontar sus problemas y tener sus momentos de introspección. Y eso es exactamente lo que ofrece gran parte del metraje de este capítulo, distintas viñetas de dos o tres personajes donde varios problemas personales se resuelven y algún posible conflicto se plantea. La tensión sexual entre Lafayette y James se materializa en un beso y un polvo apresurado, hasta que son descubiertos por Jessica, que caerá de nuevo en los brazos de Jason en pleno despecho. Violet, personaje de lo más interesante y relegado en ocasiones a un segundo plano que la desaprovecha, escucha a su novio follar con la vampiresa pelirroja y no hace nada. ¿Su venganza será terrible? El culebrón continúa en la fiesta con Keith, el vampiro que dio su sangre y salvó a Arlene. Quiere volver a verla. Como es la última temporada de la serie, los guionistas están gastando buena parte de sus energías en emparejar a todo el mundo, de manera que todos tengan quizá un momento de felicidad antes de morir (Andy le propone matrimonio a Holly). Pero es todo tan soporífero, a pesar del talento de algunos de los actores para defender el material que tienen, que uno no puede evitar desear que las charlas intimistas terminen y llegue la sangre.
La sangre acabará llegando cuando Lettie Mae ataque a Willa con un cuchillo para poder beber su sangre. Este súbito arranque de locura hará que Nicole explote, harta de que todos estén de celebración cuando ella acaba de estar encadenada a un sótano en constante peligro de muerte. La pobre Jurnee Smollett-Bell tiene que lidiar con una presencia mínima en cada capítulo y muy poco que hacer, ya que Nicole es de todo menos un personaje perdurable. Algo parecido sucede con la hija de Andy y los hijos de Holly, cuya presencia en los créditos parecía apuntar algo más de material del que están teniendo. Aunque es verdad que faltan todavía cinco episodios, así que quién sabe lo que traerá el mañana. Y más sangre en los flashbacks de Bill, que recuerda su época como humano y su participación en la Guerra Civil. Parece un intento de ¿resarcir al personaje por su conducta cuando era un ser superior? Los guionistas no saben qué hacer con el vampiro, aparte de mantenerle cerca de Sookie y seguir forzando la teoría del primer amor. El cliffhanger del capítulo quizá añada una nueva dimensión a su personaje, pero el hastío que rodea ya toda su historia dificulta que nos importe. Casi lo contrario que el punto y seguido en el que dejamos a Eric, a punto de matar a Sarah y eliminando a la Yakuza por el camino (¿a qué después de ver la muerte de la Víbora en Juego de tronos (2011-), lo que Eric le hace al mafioso no es tan bestia?) Su drama sí que engancha, y no la imagen de Sookie abrazada por el aroma de Alcide. Pasado el ecuador, uno espera que el resto de capítulos sean más entretenidos, o que al menos los dramas emocionen un mínimo. | ★★★★★ |
Adrián González Viña
redacción Sevilla