Que no separe la vida lo que puede unir la muerte
crítica de Penny Dreadful (2014-) | Temporada 1
Showtime, Sky | 1ª temporada: 8 capítulos | EE.UU, Reino Unido, 2014. Creador: John Logan. Directores: Juan Antonio Bayona, Dearbhla Walsh, James Hawes, Coky Giedroyc. Guionista: John Logan. Reparto: Josh Harnett, Eva Green, Timothy Dalton, Harry Treadaway, Simon Russell Beale, Danny Sapani, Alex Price, Olivia Llewellyn, Alun Armstrong, Robert Nairne, Alex Price, Hannah Tointon, Noni Stapleton, Mary Stockley, Owen Roe, Richard Riddell, Julian Black Antelope, Xavier Atkins, Gus Barry, Michael O'Flaherty. Fotografía: Owen McPolin, Xavi Giménez, P.J. Dillon. Música: Abel Korzeniowski.
Entre los ingredientes fundamentales de los deliciosos menús televisivos de Showtime nunca faltan los sucesos paranormales, el sexo desenfrenado y sin cortes, la perversidad y el morbo más oscuros del ser humano, la mentira y la violencia, personajes ambivalentes, humor negro, sordidez, y en definitiva, unos argumentos sólidos y apabullantes condimentados con un apartado técnico al servicio de la excelencia estética. No defraudaba a su comienzo el extenso piloto de la esperada primera temporada de Penny Dreadful, un cuento de terror victoriano hecho serie y ambientado en el tétrico, hermoso y nublado Londres del siglo XIX; aquella ciudad turbulenta de monstruos acechantes que filtra como un espacio caleidoscópico esta interesante y renovada combinación de estandartes clásicos del género del horror como Frankenstein, Drácula, Jack el Destripador, el Hombre Lobo, o Dorian Gray. Es en esa atmósfera contenida y desagradable, de noches oscuras, bares polvorientos y sótanos secretos donde se conoce e interactúa el eje principal de personajes misteriosos y desasosegados que dan rienda suelta a sus instintos más primarios y búsquedas existenciales de historia que si bien no es en conjunto escalofriante si mantiene elevados picos de intriga. Haciendo honor a su título, puesto que los Penny Dreadful eran unas truculentas revistas pulp decimonónicas que, a cambio de un penique, saciaban el hambre de historias sangrientas de los británicos menos privilegiados en los comienzos de la industrialización (por algo se conocía a estos fascículos como “horrores de penique), este proyecto de ocho episodios que no rebasan la hora de duración, comienza con violencia, inquietud, y desarraigo, sentimientos que a lo largo de la temporada superan en importancia y recurrencia al mero terror que emana de sus ambiguas criaturas. El prolífico John Logan (conocido por obras como El aviador o El último samurái) es el guionista encargado de engendrar la unión de los enigmáticos protagonistas, interpretaciones a cargo de la plétora de estrellas cinematográficas que copan el reparto, con el atractivo añadido de que las dos primeras entregas hayan sido dirigidas por el emergente José Antonio Bayona, famoso en los últimos años gracias a los largometrajes de El orfanato y Lo imposible.
El cuadrilátero principal de personajes oscila entre la elegante y dual Vanessa Ives (una espléndida Eva Green), el regio explorador Sir Malcom Murray, (el veterano Timothy Dalton) y el resuelto pistolero Ethan Chandler (un Josh Harnett que ha alcanzado mayores cotas de expresividad que a comienzos de su carrera en el celuloide), embarcados en la tarea de descubrir que hay detrás de unas la piel verdosa y enfermiza de un puñado de ávidos vampiros. Para su estudio anatómico se encomiendan a los conocimientos de un cuarto integrante, el sensible y meticuloso doctor Victor Frankenstein (Harry Treadaway), quien posee la labor de diseccionar uno de los cadáveres para revelar que el exoesqueleto de marras está plagado de sobrecogedores jeroglíficos egipcios alusivos a la unión potencialmente destructiva de dos divinidades del Libro de los Muertos: Amon-Ra y Amonet. La búsqueda a través de métodos poco convencionales (que abarcan la traición, el espiritismo, las dotes clarividentes o el peligroso contacto con el Más Allá) de Mina Murray, la joven hija desaparecida del grave e imperturbable Sir Malcom, se convierte desde los inicios de Penny Dreadful, en el motor básico que impulsa los tiempos y clímax de una trama en ocasiones disparatada y un tanto irregular en su desarrollo y expectativas. Mientras este cuarteto de intrépidos se entrega sorteando obstáculos a su empresa, conocemos a la sentimental Brona Croft (Billie Piper), una prostituta irlandesa con tuberculosis que se enamora de Ethan tras conocerlo en una taberna y que pasa por la temporada con más pena que gloria, o la primogénita y horrenda criatura a la que el doctor Frankenstein da vida y que ha resultado ser un ser atormentado, chantajista y vapuleado por su aspecto. Interpretado por Rory Kinnear, y metáfora de como en el mundillo del teatro (ese apoteósico Gran Guiñol), al contrario que en la sociedad, las apariencias no son tan fundamentales y los feos y marginados encuentran su hueco, este personaje no ha sido a mi juicio un acierto, y sus apariciones a lo largo de la trama acaban por resultar idénticas y molestas. Por otra parte, el magnético y fascinante Dorian Gray, habitante de un palacete repleto de cuadros misteriosos, encarna el hemisferio más sexual, y libertino visceral del ser humano al mantener extrañas vinculaciones con todos los personajes, y lograr que el lado más carnal de Vanessa Ives asome al exterior.
Penny Dreadful nos ofrece un cóctel de reinvenciones de clásicos de la ficcion más terrorífica, una ambientación sobresaliente con planos magníficos y secuencias brillantes desde el punto de vista técnico, y curiosidad en emergencia para el espectador, esa particular la lucha entre el bien y el mal que anida dentro de cada cual esperando hallar el desequilibrio, y unas subtramas que adolecen de consistencia y resultan demasiado dispersas y un tanto disparatadas. El devenir de los personajes es interesante y fluido, los diálogos tienen un aura literaria y están elaborados de manera inteligente, pero es complicado creerse y sentirse enganchado de manera constante con el tronco principal de esta historia de matices oscuros, miradas que son espejos y pulsiones demoníacas. Por supuesto, cabe destacar en lo positivo a una maravillosa, espléndida Eva Green que, situándose muy por encima del resto del elenco, nos regala un espectro de emociones encontradas, transformaciones diabólicas, protagonizando por entero un séptimo episodio que si puede calificarse, este si, de absolutamente escalofriante y puede que el mejor de la temporada. Esta temperamental e indescifrable mujer se constituye como el valor añadido más potente del serial, junto al morboso y singular Dorian Gray y al poético y contenido Victor Frankenstein, al que su monstruosa creación reprocha el exceso de sensibilidad (¿de verdad crees que veríamos la eternidad en un narciso?). A pesar de las notables interpretaciones y de ese envoltorio visual exquisito de callejones sórdidos, clubs escondidos y tascas londinenses de mala muerte tan bien recreados, unidos a conspiraciones vampirescas, polvos no exentos de culpabilidad, y sesiones de espiritismo, Penny Dreadful, en su conjunto global, no alcanza la calidad narrativa suficiente a lo largo de esta primera tanda de capítulos. Me ha gustado mucho ese trasfondo que subyace tras sus personajes y que nos habla de pecado, oscuridad y supervivencia; de hermosa debilidad, esperanzas truncadas, y frustraciones hondas, algunos se han vuelto salvajes, crueles y peligrosos, ávidos de amor, de sexo, o de pura compasión. Penny Dreadful decepciona precisamente porque podría dar mucho más de sí con el material del que dispone, porque es posible que precise una pincelada de humor negro para resquebrajar su seriedad, y porque pierde fuelle a ratos para luego sorprendernos con pasajes de tensión, locura, vómito y sangre. Sólo nos queda esperar a que estos “horrores de penique” ganen mayor perseverancia y personalidad, y así hagan más redonda su ya renovada segunda temporada. Los monstruos siempre apetecen. | ★★★★★ |
Andrea Núñez-Torrón Stock
redacción Santiago de Compostela