El thriller de la Era Gran Hermano
crítica de Open Windows | Nacho Vigalondo, 2014
Que Nacho Vigalondo es un tipo inteligente y con talento es algo que ya había quedado patente en sus fantásticos cortos. Con su debut en el largo, Los cronocrímenes (2007), le dio una genial vuelta de tuerca al tema de los viajes en el tiempo en el cine, logrando un título de culto instantáneo que hizo que su siguiente trabajo, Extraterrestre (2011), no cubriera –pese a sus muchos atractivos– todas las expectativas creadas. Aquella comedia romántica ambientada durante una invasión alienígena “fuera de campo”, minimalista e irónica, continúa pareciéndome una de esas cintas a las que el paso del tiempo acabará por hacer justicia. Ahora bien, Open Windows (2014), la tercera película de Vigalondo, está destinada a ser la prueba palpable de que el director cántabro ha alcanzado la madurez como cineasta. Se trata de un trabajo mucho más ambicioso, en coproducción con Estados Unidos, con una historia de suspense mucho más elaborada desde la planificación y un reparto encabezado por una estrella de Hollywood del calibre de Elijah Wood, el mismísimo Frodo de la saga de El señor de los anillos. Wood parece haberle cogido el gusto a rodar para nuestro cine, ya que tras Los crímenes de Oxford (2008, Álex de la Iglesia), el año pasado pudimos verle en aquel elegante ejercicio de suspense que fue Grand Piano a las órdenes de Eugenio Mira. Curiosamente, aquella película guarda muchas similitudes con Open Windows, ya que comparten el mismo patrón de protagonista: el chico normal e inocente que se encuentra en el lugar equivocado y en el momento inoportuno, viéndose utilizado bajo presión por el psicópata de turno para cometer su diabólico plan. También se les puede atribuir cierto parentesco en cuanto a la intriga con macguffin, no tanto con el cine de Hitchcock como con el de su discípulo aventajado Brian De Palma, con el que comparte ese gusto por el voyerismo y la pantalla partida.
La historia nos presenta a Nick, joven creador de una web sobre su actriz favorita, Jill Goddard, que resulta ganador de un concurso en el cual disfrutará de una cena en compañía de la estrella, como parte de la campaña promocional de su nueva película. Mientras espera ilusionado en el hotel, alguien irrumpe en su ordenador portátil involucrándole en una oscura trama criminal que pone en serio peligro la vida de Jill. Conviene no desvelar demasiados detalles de la trama, ya que Vigalondo ha escrito un guión en el que las sorpresas y los giros argumentales inesperados no dejan de sucederse durante la vertiginosa hora y media de metraje. El director abandona la sencillez visual de sus primeros filmes para embarcarse en el auténtico reto que supone el mostrar una historia de acción y suspense íntegramente a través de la pantalla de un ordenador. Una sucesión de pantallas, ventanas emergentes, correos electrónicos e imágenes transmitidas desde cámaras de seguridad son los principales recursos estilísticos de los que Vigalondo se sirve para hacer que el espectador, al igual que Nick, participe de una aventura que exige muchísimo esfuerzo del espectador para no perderse ente tanta jerga informática. Quienes no se sientan familiarizados con palabras como “cortafuegos” o “hacker” desconectarán rápidamente de una película pensada y realizada para el público del siglo XXI, en unos tiempos en que parece existir una fascinación por observar las miserias televisadas del prójimo a través de programas como Gran Hermano. Vigalondo sabe que su público es voyeur y explota al máximo este ingrediente en un par de escenas –una de carácter erótico y otra en forma de prueba mortal donde la vida de uno de los personajes depende del número de personas que decidan apartar la vista de su muerte anunciada en directo–, aprovechando también que la otra estrella de la función es la antigua actriz porno Sasha Grey, reconvertida en intérprete seria desde que Steven Soderbergh la “descubriera” en The Girlfriend Experience (2009).
Open Windows viene a ser una entrega más de este tipo de cine de acción con héroe improvisado colgado de un teléfono que tan bien representan cintas tan entretenidas como Cellular (2004, David R. Ellis) o The Call (2013, Brad Anderson), solo que la apuesta es mucho más arriesgada desde el punto de vista formal y, sobre todo en el tramo final, el exceso de información hace que tengamos que estar muy atentos a cada mínimo detalle. Quien vaya a ver esta película, no solo tiene que hacer un auténtico acto de suspensión de la incredulidad para poder disfrutar plenamente de la propuesta, sino que tiene que aceptar que el juego que propone Vigalondo no hay que tomárselo en serio, sino como un ligero (a pesar de su artificioso montaje) pasatiempo cargado de humor friki a cargo de unos estrambóticos personajes secundarios de esos que tan buenos momentos dieron en sus dos trabajos anteriores. Por haber, hay hasta cameos del reparto en pleno de Extraterrestre y del propio director que, recordemos, también protagonizó Los cronocrímenes. Se deja caer algo de crítica a la informatizada sociedad actual y al interés mediático que suscitan las personalidades famosas, al mismo tiempo que resulta grato descubrir las referencias cinéfilas –esas ventanas sin cortinas del hotel, que propician el homenaje a La ventana indiscreta (1954, Alfred Hitchcock) o, más bien, Doble cuerpo (1984, Brian De Palma)– que trufan la experiencia. Pero ante todo, estamos ante una obra valiente, inteligente y sin ningún miedo a caer en el ridículo durante su dilatadísimo y desmelenado clímax final. Vigalondo en estado puro, señores, por si alguien pudiera sospechar que se había vendido a la industria. | ★★★★★ |
José Antonio Martín
redacción Las Palmas de Gran Canaria
España. 2014. Título original: Open Windows. Director: Nacho Vigalondo. Guión: Nacho Vigalondo. Productora: Coproducción España-Estados Unidos-Francia; Wild Bunch / Apaches Entertainment / Antena 3 / Woodshed / EITB / Canal +. Fotografía: Jon D. Domínguez. Música: Jorge Magaz. Montaje: Bernat Vilaplana. Intérpretes: Elijah Wood, Sasha Grey, Neil Maskell, Iván González, Adam Quintero.