El vampiro Nureyev
Crónica de la tercera jornada de la 49ª edición de Karlovy Vary
Críticas|
Adventure, de Nariman Turebayev ■
Patchwork Family, de Pascal Rabaté ■
Norway, de Yiannis Veslemes ■
Definitivamente, Karlovy Vary es final del vórtice de la República Checa. Sólo así se puede explicar la cantidad de personas que se mueven en el centro cultural. A tres transeúntes por metro cuadrado. Casi siempre con un vaso o una botella en la mano. Da igual la hora del día. Lo mismo ocurre con el ocio. Pubs y afters abiertos las 24 horas. Gente bailando, socializándose… sólo así se explica que cada minuto suenen las sirenas de ambulancias o coche de policías. ¿La excusa es el cine? Da la sensación que no. Por su accesibilidad, digamos que Karlovy Vary es para los checos lo que Costa da Caparica para un lisboeta o Huelva para un extremeño. La evasión, el ambiente, el recoveco donde los jóvenes comienzan sus vacaciones. Pasear por la linde del río Ohre supone contemplar un ordenado reguero de personas haciendo botellón pies colgando. En la noche es cuando la ciudad de la Bohemia coge impulso. Por su belleza y por su meteorología. La humedad se marcha y la temperatura se sitúa en unos cómodos 20 grados. Y mientras sucede todo esto, un servidor pasa su tiempo viendo Norway, una cinta griega sobre vampiros que provoca una estampida de época en el Kinosál A, la particular sala de tortura del festival. La tentación de huir y lograr la victoria surge cada cinco minutos. Finalmente, espero hasta el fundido a negro decorado por una patética música tecno. La profesionalidad y sus paradojas.
Pero la aberración de Veslemes no es la única cinta del día. Tras los fallidos intentos de ver The Rover e Incompresa –sold out mediante—, la competición ha proseguido con dos sugerentes obras, dentro de la medianía habitual del apartado oficial. Una kazaja, Adventure, que invoca a Dostoyevski; y una francesa, Patchwork Family, bastante divertida y ligera. Esta última, además, me ha permitido mi primera proyección en la sala principal. Una maravilla, como esta ciudad y el ritmo que transpira.
ADVENTURE
Priklyuchenie
Dirigida por Nuriman Turebayev
Nariman Turebayev
Productora: Kazakhfilm, Arizona Productions
Países: Kazajistán, Francia
Reparto: Azamat Nigmanov, Aynur Niyazova
Competición
Adaptación libre de la novela de Fiódor Dostoyevski Noches blancas que supone otro paso más de una cinematografía kazaja cada vez más presente en los certámenes de máxima categoría. De nuevo, con Kazahkfilm como productora de marras. Se nota que el dinero de los gaseoductos y de otras actividades menos lícitas de los magnates del antiguo segmento soviético también cae hacia la cultura. Otra cosa es el talento, algo que es indudable viendo Harmony Lessons o esta Adventure. La firma Nuriman Turebayev, una cineasta con una sólida trayectoria en su país que ya pasó por Karlovy Vary en 2004 (en East of the West) con Little Men (Malenkiye lyudi, 2003). Ahora, vuelve a la República Checa con esta interesante fábula sobre un joven y solitario guarda de seguridad que conoce, por avatares, a una misteriosa y díscola señorita. A partir de ahí, comienzan una relación que funciona según el frágil humor de la guapa joven: una montaña rusa. Hay dos conclusiones que emergen tras el final del filme. La primera es que algo le falta; quizá, no ahonda todo lo que debiera en la figura de la enigmática protagonista. La segunda, es que es innegable su elegancia. Turebayev traslada al celuloide con mucha clase la obra del maestro ruso. Sus intérpretes, como era de esperar, absolutamente desconocidos, componen unos personajes de fácil conexión con la platea. En especial, la magnética Aynur Niyazova. Es compresible la fascinación del tímido vigilante nocturno por esta dama que expira peligro por sus poros. Adventure parece más una ópera prima que un trabajo de alguien consolidado. Aún sí, resulta satisfactoria gracias a esa ambientación onírica que lleva en volandas a dos seres destinados a unirse y separarse. No sería de extrañar que Turebayev y sus chicos aparecieran en el palmarés del próximo sábado. | ★★★★★ |
PATCHWORK FAMILY
Du goudron et des plumes
Dirigida por Pascal Rabaté
Escrita por Pascal Rabaté, Antoine Pinson
Productora: Loin Derrière l´Oural
País: Francia
Reparto: Sami Bouajila, Isabelle Carré, Talina Boyaci
Competición
Con la presencia de su director se ha exhibido en el Grand Hall Du goudron et des plumes, una comedia cuasi familiar destinada a ser un éxito de taquilla allá por donde vaya. El filme supone la segunda participación de Rabaté en el KVIFF. En 2011, obtuvo el premio al Mejor Director por Holidays by the Sea (Ni à vendre ni à louer, 2011). Su nueva propuesta no sorprende pero sí hacer pasar un rato agradable. Básicamente, por la labor de su actor principal, Sami Bouajila —actor de origen tunecino muy popular en Francia—, que da vida a un caradura que dilapidó su anterior vida familiar y que encuentra a la señora madurez en el momento menos esperado. Estamos ante una comedia que cumple todos los cánones del cine francés actual: humor blanco, personajes estereotipados y encanto naif por parte de sus actores principales y secundarios. Un cruce perfecto entre Jeunet y Guédiguian que logra sacar más de una carcajada y numerosas sonrisas. Se le perdona un convencionalismo cada vez más en desuso en el nuevo milenio. Todo es muy simple, la profundidad, nula; en cambio, obtiene las mejores sensaciones. Cine de la vieja escuela. Quizá, Karlovy Vary no sea el lugar más adecuado para un trabajo de estas dimensiones, pero, sin duda, el público agradece largometrajes que se salgan de la norma no escrita de un evento siempre orientado a culturetas que sueñan con Kundera –incluso en la misma sala—. | ★★★★★ |
NORWAY
Norviyia
Dirigida por Yiannis Veslemes
Escrita por Yiannis Veslemes
Productora: Faliro House Productions
País: Grecia
Reparto: Yorgos Tsourgiannis, Christos V. Konstantakopoulos
East of the West
Es más que probable que esta Norway surja en los próximos meses con la cada vez más manida etiqueta de clásico de culto. Algo que resultaría incomprensible viendo el carnaval de excentricidades que ofrece sin vergüenza alguna. Y es que los griegos ya no saben qué inventar. La industria del país heleno ha crecido inversamente proporcional al quiebre de sus bancos. Ese espíritu de cambio, de desencanto, ha propiciado una corriente de talento encabezada por Yorgos Lanthimos (Canino), Athina Rachel Tsangari (The Capsule), Michal Konstantatos (Luton) o Penny Panayotopoulou (September), citando a vuela pluma. Un cine sin complejos, de envoltorio críptico pero profundidad latente. Sin embargo, lo que postula el señor Veslemes rebasa la frontera de la razón y el buen gusto. Poco importan las referencias y una sensación de nostalgia equiparable a la reciente Solo los amantes sobreviven de Jim Jarmusch. Porque Norway va de vampiros. De uno en concreto, llamado Zanos, un personaje en el sentido más amplio de la palabra que vaga entre club y club de una Atenas ambientada en un futuro-pasado apocalíptico. Dejando la sangre a un lado, Zanos necesita alcohol en cantidades ingentes y movimiento, mucho movimiento. A golpe de estéreo, con música tecno que nos traslada a una época ya demasiado lejana. Norway se mueve en términos bastante horteras, con decorados sintéticos e, incluso, figuraciones animadas. Todo al servicio de una historia que pudiera haber pasado, el alguna hora del día, por la mente de un enajenado Terry Gilliam. Aunque el guion, por llamarlo así, es una sucesión de bizarradas sin ningún tipo de estructura o intencionalidad. Un ‘a ver qué sale’ que no es más que una Serie Z destinada a amigos y consumidores de opiáceos con mucha trampa y el doble de cartón. | ★★★★★ |
Emilio Luna
enviado especial a la 49ª edición de Karlovy Vary