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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | All Cheerleaders Die

    All Cheerleaders Die

    Pompones sangrientos

    crítica de All Cheerleaders Die | dirigida por Lucky McKee y Chris Sivertson, 2013

    Dentro de la comedia adolescente que se factura en Estados Unidos, rara vez aparece una película que no caiga en todos los arquetipos y lugares comunes del microcosmos de un instituto norteamericano. El capitán del equipo de fútbol con más músculos que cerebro, la capitana del equipo de animadoras guapa y popular que mira a todo el mundo por encima del hombro, la chica rarita e inadaptada enamorada en secreto de algún guaperas o los descerebrados que solo piensan en juerga son personajes a los que ya estamos muy familiarizados. Gracias a títulos como A por todas (2000, Peyton Reed) –y sus 4 secuelas– o la muy divertida y corrosiva Ingenuas y peligrosas (2001, Francine McDougall), las animadoras han encontrado su propio subgénero en los últimos años. En 2001, los recién salidos de la universidad Lucky McKee y Chris Sivertson ofrecieron una original aportación al mismo con All Cheerladers Die, cinta de escaso presupuesto pero mucha imaginación que mezclaba con descaro humor irreverente y terror. Se trata de una obra bastante difícil de encontrar a día de hoy, por lo que sus creadores se decidieron a rodar un remake homónimo que se pudo ver en el Festival de Sitges de 2013 con bastante buena aceptación por parte del público.

    En estos doce años que separan al filme original de la nueva versión que nos ocupa, Lucky Mckee se ha convertido en uno de los cineastas independientes más interesantes del género de terror, con algunos títulos de culto como May (2002) o la brutal The Woman (2011), mientras que Chris Sivertson dilapidó el prestigio obtenido con The Lost (2006), pergeñando uno de los bodrios más infumables de Lindsay Lohan, Sé quién me mató (2007). Pese a que ambos directores (y amigos) se encuentran en posiciones bien diferentes dentro de la industria, no ha sido impedimento para que vuelvan a unir sus talentos en esta All Cheerladers Die (2013) mucho más sofisticada y comercial que su modelo original. La película se abre con la muerte accidental de la egocéntrica capitana de las animadoras del instituto Blackfoot en “acto de servicio”. Su vacante queda ocupada por Maddy, una joven que ha trazado un oscuro plan para arruinar la vida de Terry, el capitán del equipo de fútbol. Una serie de desafortunadas circunstancias y la intervención de Leena, una muchacha marginada por todos y aficionada a las ciencias ocultas, convertirá a Maddy y tres compañeras del grupo de animadoras en unos seres sedientos de sangre y venganza que comenzarán una encarnizada lucha a muerte contra Terry y sus amigos. La primera parte del filme transcurre dentro de los cánones habituales de la comedia adolescente, potenciando la imagen de chicas fáciles y ambiciosas que se tiene de las animadoras y el narcisismo y chulería propios de los idolatrados deportistas, siempre machacando sus cuerpos en el gimnasio y rompiendo corazones de ingenuas y virginales estudiantes que caigan en sus redes. A pesar su tono aparentemente ligero, se intuye en los diálogos una dosis considerable de humor negro y mordaz –muy en la línea de la fallida Jennifer´s Body (2009), con guión de Diablo Cody– y cierta intención de trasgredir (esas relaciones lésbicas entre compañeras de pompones) que redimen rápidamente al producto de la vulgaridad. Desde el momento en que hace entrada el ingrediente fantástico, sin abandonar del todo su vis cómica, All Cheerleaders Die muta en una película de terror con todos los ingredientes típicos del género, pero, a diferencia de cosas más planas como Sé lo que hicisteis el último verano (1997, Jim Gillespie) o Jóvenes y brujas (1996, Andrew Fleming) –con las que comparte más de un elemento narrativo–, se las arregla para darles la vuelta y sorprender a la audiencia con algunos audaces giros.

    All Cheerleaders Die

    McKee y Suvertson no tienen ningún tipo de piedad con sus personajes, a los que presenta como unos seres egoístas, vengativos y con dobleces –incluso los que se suponen más positivos–, por los que son sometidos a las peores experiencias durante toda la historia. De hecho, en el guión hay lugar para un tema tan espinoso como la violencia de género, algo temerario tratándose de un artefacto fabricado para divertir. No es un filme para ser tomado en serio, pero se nota que sus responsables se lo pasaron en grande haciéndolo, por lo que ese entusiasmo se contagia, inevitablemente, al público. Caitlin Stasey –Mañana, cuando la guerra empiece (2010, Stuart Beattie)– encabeza un reparto formado por jóvenes actrices poco conocidas que, sin embargo, salvan sus papeles con gracia. Como espectáculo de terror, la cinta tampoco defrauda. Con unos efectos especiales modestos pero funcionales, tiene suficientes momentos truculentos –cercanos al gore, incluso–, sobresaltos y mucha acción en su tramo final como para no defraudar a los aficionados al género. Con menos elementos se han construido sagas enteras, por lo que All Cheerleaders Die tendría todas las papeletas para inaugurar la suya propia a poco que sus creadores se lo propusieran. No estamos ante una obra destinada a dejar huella en la Historia del Cine, por supuesto, pero al menos da lo que promete: hora y media de diversión irreverente, no exenta de cierta inteligencia, que, a base de tomar ingredientes prestados de otras películas, logra ser un producto totalmente personal. Gustará especialmente a quienes disfrutaron de aquella fantástica y poco valorada serie B que fue The Faculty (1998, Robert Rodriguez). | |

    José Antonio Martín
    redacción Las Palmas de Gran Canaria

    Estados Unidos. 2013. Título original: All Cheerleaders Die. Directores: Lucky McKee, Chris Sivertson. Guión: Lucky McKee, Chris Sivertson. Productora: Modernciné. Fotografía: Greg Ephraim. Música: Mads Heldtberg. Montaje: Ben La Marca, Zach Passero. Intérpretes: Caitlin Stasey, Sianoa Smit-McPhee, Brooke Butler, Amanda Grace Cooper, Reanin Johannink, Tom Williamson, Chris Petrovski, Leigh Parker, Nicholas S. Morrison, Jordan Wilson.

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