Pesadilla en el hospital
crítica de Patrick | Mark Hartley, 2013
En 1976, el cine de terror dio la bienvenida a uno de sus mayores hitos, la adaptación cinematográfica de la novela de Stephen King (la primera que conoció una traslación al medio) Carrie, que mostraba la terrible venganza que se cobraba una adolescente dotada de un descontrolado poder telequinético contra el entorno que la ridiculizaba. Brian De Palma supo imprimirle su innegable talento visual a un clásico imperecedero del género, cuyo éxito posibilitó el rodaje de una serie de títulos que trataron el mismo tema de la telequinesis, como La furia (1978), también realizada por De Palma, aunque con resultados más irregulares, y la australiana Patrick (1978), por la que Richard Franklin –cineasta que se atrevió a rodar la primera y reivindicable continuación del clásico de Hitchcock Psicósis II: El regreso de Norman (1983)– obtuvo el premio al mejor director en el Festival de Sitges. Patrick mostró la enfermiza relación que se establece entre un asesino con poderes telequinéticos que permanece postrado en la cama de un hospital en estado de coma y la guapa enfermera que le cuida. Sin duda, una historia de amor obsesivo en la que el profundo sueño en el que se encuentra el paciente no le supone un inconveniente para aterrorizar a todo un hospital y acabar con todo aquel que se interponga entre él y su cuidadora. La película se convirtió con los años en un pequeño título de culto para los amantes del cine fantástico y, como era de esperar, era solo cuestión de tiempo que se fijaran en ella para convertirla en objeto del tan temible remake.
Mark Hartley debuta en la dirección de largometraje convencional tras haber entregado dos estupendos documentales sobre el cine dentro del cine, más concretamente el cine "exploitation" de los 70 –aquel que destacó por el exceso de sangre, abundantes desnudos femeninos y mucho humor desprejuiciado–: Not Quite Hollywood: The Wild, Untold Story of Ozploitation! (2008) y Machete Maidens Unleashed! (2010). Su revisión de Patrick (2013) resulta, al menos en su primera mitad, tremendamente fiel a la historia original, conservando todos los ingredientes que hicieron de aquella una experiencia ciertamente inquietante. Hartley acierta de lleno en el apartado visual de su película, gracias a una estupenda dirección artística que consigue que el hospital en donde sucede la mayor parte de la acción resulte de lo más siniestro. La lluvia, casi omnipresente, ayuda muy bien a la ambientación, redondeada con un notable trabajo de Garry Richards en la fotografía. Jackson Gallagher pone su inquietante e inexpresiva mirada al servicio del personaje de Patrick, mientras que Sharni Vinson –especialmente recordada por su papel protagonista en la sorprendente Tú eres el siguiente (2011, Adam Wingard)– está más que correcta en su rol de la enfermera objeto del deseo de Patrick, en una nueva oportunidad para ser coronada como una de las reinas del grito aventajadas del cine actual. Los veteranos Charles Dance y Rachel Griffiths ponen la nota de calidad en dos papeles secundarios (pero claves en la trama) que ambos defienden con su ya constatada profesionalidad.
El filme, que sigue milimétricamente los patrones de este tipo de obras a nivel argumental, sorprende a partir de su segunda mitad con un tono mucho más alocado y divertido –Justin King sabe imprimirle unas buenas dosis de humor negro a su guión–, con escenas bastante espeluznantes desde el punto de vista sanguinolento y alguna que otra muerte bastante creativa. Como no podría ser de otro modo, la historia ha debido adaptarse a los tiempos que corren y, en este aspecto, la principal aportación del remake es el modo en que Patrick utiliza las nuevas tecnologías –mensajes de móvil, redes sociales– para inmiscuirse en la vida de la enfermera. Estamos ante un producto que, aun dentro de su poco margen para la inventiva, se muestra preocupado por encontrar una identidad propia que la distinga de la, mucho más sobria, película original. No es que Hartley haya inventado la pólvora con este debut, ya que también cae en la proliferación de sustos previsibles y facilones a base de aumentar de golpe el volumen del sonido o la música. Y ya que hablamos de la música, mención aparte merece la excelente partitura del gran Pino Donaggio, habitual músico de las obras de Brian De Palma, que logra que el filme parezca mucho más elegante y estilizado que la media de este tipo de productos. En definitiva, estamos ante un más que digno remake, cumplidor y poseedor de una atmósfera de lo más sugestiva que a ratos recuerda al Jaume Balagueró de Frágiles (2005), y un endiablado sentido del humor que la hace un trabajo más divertido y trepidante que la versión de Franklin, pese a que no pueda rivalizar con aquella en auténtico calado emocional. Como entretenimiento poco se le puede objetar, ya que la cinta no deja espacio para el aburrimiento en ningún momento, pero no podrá escapar a ser vilipendiada por aquellos que no sepan perdonarle su único “pecado” grave: el tratarse de una historia que ya había sido (muy bien) contada 35 años antes. | ★★★★★ |
José Antonio Martín
redacción Las Palmas de Gran Canaria
Australia. 2013. Título original: Patrick. Director: Mark Hartley. Guión: Justin King. Productora: Rising Sun Pictures / Screen Australia / F.G. Film Productions. Fotografía: Garry Richards. Música: Pino Donaggio. Montaje: Jane Moran. Intérpretes: Sharni Vinson, Jackson Gallagher, Charles Dance, Rachel Griffiths, Damon Gameau, Martin Crewes, Peta Sergeant.