La bomba de relojería social
crítica de Luton | Michalis Konstantatos, 2013
En paralelo a la brutal crisis que golpea Grecia se ha ido creando un cine diferente en cuyo núcleo subyace el hartazgo y la desesperación de una sociedad desestructurada que se tambalea. Cine de visionado difícil, que juega con los límites soportables por el espectador y los estira hasta producir un cúmulo de imágenes y situaciones incómodas que en su conjunto trasmiten un mensaje crítico. Estamos hablando de películas como Canino, de Yorgos Lanthimos, o Boy Eating the Bird’s Food, de Ektoras Lygizos. Puede que la conclusión a la que llega Luton, la primera película de Michalis Konstantatos, se presente de modo mucho más latente y directo tras el visionado completo de la cinta, pero su desarrollo argumentativo sigue los mismos patrones presentes en este nuevo cine griego.
Luton está construida en dos partes diferentes a distintos niveles pero que no se entienden una sin la otra. Durante la mayor parte del filme, que se correspondería con la primera parte de este díptico, Konstantatos nos muestra a la sociedad filtrada a través de los tres personajes protagonistas en apariencia independientes, a los que se acerca de distintas maneras: ya sea desde el plano fijo que dilata el tiempo hasta hacerlo insoportable, como en el post-cumpleaños de Makis, un cincuentón abatido por el tedio a quien su mujer solo es capaz de regalarle un polvo rápido mientras retira la mesa; o a través de un zoom imposible que acaba por meterse literalmente entre el beso de Jimmy, un adolescente aburrido de la vida sin ningún tipo de aliciente, y su nuevo ligue de instituto; o bien desde un punto de vista más cercano y pegado al personaje, como cuando Mary, una treintañera con problemas para establecer una relación sana con todo lo que le rodea, consigue su momento más íntimo en el probador de una tienda de ropa interior. Sea cual sea la elección del director para acercarse a su trío protagonista, hay dos elementos en común: un ensañamiento en la escena y una cierta ridiculización del personaje y la situación. Ensañamiento porque Konstantatos nos obliga a mirar más allá de donde quisiéramos (de ahí la incomodidad que puede provocar Luton en el espectador). Ridiculización porque esta ausencia de límites se explora en algunos de los momentos más bajos y rutinarios de la vida de sus protagonistas. El director griego trata de convencernos de que la verdadera violencia subyace en la cotidianeidad de una sociedad enferma en la que germina el odio más primario. Parece que la única forma de darnos cuenta de ello sea obligarnos a apartar la mirada de una realidad insoportable para poder conocer su existencia.
De este modo, Luton se va construyendo desde la extrañeza, el hastío y, hasta cierto punto, el fastidio del espectador. ¿No es, al fin y al cabo, una buena definición de cómo nos encontramos ahora? Los primeros de minutos de la película se construyen como el reflejo de la sensación de los protagonistas y, por extensión, de su entorno. Pero justo cuando el tono de la película está empezando a trillarse, Luton explota y su onda expansiva resulta demoledora (lo que se correspondería con la segunda parte del filme). Al igual que el huevo con la yema rota que ilustra a la película en su cartel, los tres personajes confluyen y revientan en una catarsis violenta a ritmo de planos incisivos y un montaje rápido que rompe con la estructura anterior. Makis, Jimmy y Mary se desprenden de su rutina para dar rienda suelta a sus instintos y señalar a los supuestos culpables de sus desgracias. Es en este momento cuando la película cobra significado y se coloca en un nivel mucho más crítico y analítico del que a priori se podría pensar. Konstantatos logra mostrar como el germen del estallido social se encuentra en el día a día de la persona de a pie y logra que esta idea traspase la propia trama y se instale en la forma de la cinta. Sin duda, Luton es una película que requiere de varios visionados para entender hasta dónde puede llegar el nivel de detalle y de precisión formal y temática que encierra la propuesta de Konstantatos. Y es por ello que la reflexión final que nos deja no es otra que la del miedo a nosotros mismos. El viaje desde el comentario políticamente incorrecto a media voz y en privado a la acción violenta y primaria puede que sea mucho más corto de lo que nos pensamos: del mismo modo que la mecha va prendiendo poco a poco a través de escenas largas con planos estáticos casi interminables, puede que estemos ante una sociedad cuya tranquilidad cotidiana encierra una verdadera bomba de relojería. | ★★★★★ |
Víctor Blanes Picó
redacción Barcelona
2013, Grecia, Luton. Dirección: Michalis Konstantatos. Guión: Michalis Konstantatos, Stelios Likouresis. Reparto: Nicholas Vlachakis, Eleftheria Komi, Christos Sapountzis. Productora: Horsefly Productions / Faliro House Productions / Greek Film Center. Fotografía: Yiannis Fotou. Presentación Oficial: San Sebastián 2013.