«Hoy hay muchos políticos y ciudadanos que creen que invertir en cultura es un desperdicio»
Pablo Giorgelli, tras varios documentales y cortometrajes, llevó a buen puerto su convicción de escribir y dirigir su primera película. Con las primeras líneas de un guion emprendía su viaje cinematográfico, pero con la crisis económica de Argentina en el año 2001, la enfermedad de su padre, la pérdida de su hogar y de su trabajo pensó que no materializaría su primer largometraje. Lejos de claudicar fue en ese contexto y contra todo pronóstico que cambió sus planes y surgió Las Acacias, ópera prima con la que ganó la Cámara de Oro en el festival de Cannes en el año 2011.
Después de cinco años de trabajo entre guion, casting, rodaje y montaje Las Acacias ha tenido una gran proyección y el reconocimiento en los principales festivales internacionales de cine, ha logrado más de 30 premios internacionales entre los que podemos mencionar: mejor ópera prima en el festival de Londres, mejor película latinoamericana en el festival de San Sebastián, Cóndor de Plata a la mejor película Argentina en el 2011, y su estreno comercial en países como Francia, Inglaterra, Noruega, España, Grecia, Irán, Canadá, Estados Unidos, Brasil, Argentina…
Tras su paso como jurado en los festivales de Cine de Cartagena, Gijón, Guadalajara y Belgrado regresó a la 67ª edición del festival de Cannes como uno de los cinco latinoamericanos seleccionados por la Cinéfondation-L´Atelier para presentar su próximo largometraje, Invisible. Además, estuvo presente en la 53ª edición de la Semaine de la Critique de Cannes como jurado. Para Pablo Giorgelli contar con el apoyo del festival «supuso un buen comienzo para el proyecto». Unos días antes de viajar al prestigioso certamen nos concedió una entrevista donde reafirmamos que la sensibilidad e inteligencia en su técnica se enlazan con su autenticidad, con la importancia que le otorga al trabajo en equipo y el valor que tiene su familia en cada uno de sus proyectos; cualidades que lo sitúan como un referente en el escenario cinematográfico internacional.
texto y entrevista| Felicia Tavárez Suárez
imágen| Celeste Mandrut
■ Primero, muchas felicidades por ser uno de los cinco cineastas latinos, seleccionados por la Cinéfondation del festival de Cannes ¿Qué expectativas tiene? ¿Cómo se prepara para presentar su proyecto ante potenciales socios?
— Ante todo, estoy muy contento de volver a Cannes, por partida doble esta vez: seré jurado de cortometrajes en la competencia de la Semaine de la Critique además. Y feliz de haber sido seleccionado con mi próximo proyecto de largometraje “Invisible” para ser parte de la Cinéfondation-L´Atelier, supone un buen comienzo para el proyecto.
Tener el apoyo del festival desde el comienzo ayuda mucho a concretar la financiación de la película. En este momento el proyecto ya cuenta con un productor francés (Urban Factory) y por supuesto un productor argentino, y la idea es intentar definir la participación de algún otro coproductor internacional en Cannes, a eso vamos.
■ Ganó la Cámara de Oro en el festival de Cannes y “Las Acacias” ha tenido una extraordinaria presencia en los principales festivales internacionales de Cine ¿Cómo fue presentar su ópera prima en Cannes y qué aprendió durante todo el recorrido de la película en los festivales internacionales de cine?
— Cannes fue mi primer festival. La primera vez que mostré Las Acacias a otra gente que no era de mi circulo intimo fue ahí, en la Semaine de la Critique. Fue un momento vertiginoso, que recuerdo vagamente ahora, pero de pronto estaba parado ahí frente al público por primera vez sin estar demasiado seguro de nada. Lo que pasó en Cannes fue una bendición y fue buenísimo para la película y, claro, inesperado: nunca imaginé ni en el mejor de los sueños lo que pasó con Las Acacias, primero en Cannes y luego en muchos lugares del mundo. La película se fue haciendo su lugar, no solo en los festivales, sino también en la cartelera, algo que siempre deseé (esto último) y es muy difícil de lograr hoy día.
Hoy día la distribución de películas de corte más independiente se ha complicado mucho, en todo el mundo. Se ha puesto muy difícil llegar a las salas comerciales para las películas “pequeñas”, de autor. Los festivales son entonces espacios sagrados para nuestras películas, espacios que, desde mi punto de vista, debemos cuidar, apoyar y celebrar sin renunciar, de ningún modo, a la pelea que hay que dar para que las condiciones de distribución de películas independientes cambien. Debemos encontrar una nueva forma de distribuir nuestras películas. Público interesado en verlas hay, me consta, lo he visto, y no hablo sólo de mi película.
■ Hablemos de la película “Invisible” ¿Cómo integra el equipo de trabajo y sobre la experiencia de escribir el guion con María Laura Gargarella?
— Después de Las Acacias estaba intentando escribir otro guion (el de la abuela) y la cosa estaba trabada, no avanzaba….y por aquellos días apareció María Laura. No la conocía, se cruzaron nuestros caminos y hoy creo que no fue casualidad simplemente. Nos conocimos en un festival y luego nos encontramos un par de veces más, y ahí, casi sin pensarlo empezamos a hablar y surgió la idea de intentar un guion juntos, casi como un juego. Empezamos tomando cafés y charlando, esa charla se fue extendiendo y el material fue creciendo, luego de varios meses teníamos un cuerpo dramático muy rico que me entusiasmaba.
Finalmente, el proceso de Invisible, cafés de por medio, fue casi de un año y medio. Fue una sorpresa gratísima la experiencia con María Laura, muy enriquecedora y nutritiva para mí. Disfruto mucho el proceso de trabajar con ella, se da una dinámica muy linda, que no he encontrado con frecuencia, son como chispazos todo el tiempo y de ahí salen cosas a las que luego vamos dándole forma. De hecho ya estamos intentando un guion nuevo, en los cafés iníciales por el momento…Una etapa que disfruto muchísimo, donde casi todo vale.
■ ¿Qué criterio utiliza cuando escribe? ¿Cuáles fueron los principales desafíos al escribir el guion de “Las Acacias” y de “Invisible”?
— Tanto en Las Acacias como en Invisible han sido procesos parecidos… Tengo claro que no me gusta escribir solo (no sé si soy capaz, para ser franco), soy demasiado vago, me cuesta sentarme y además siento que el proceso de escritura y mi experiencia personal se enriquecen al compartirlo. El mayor desafío diría que es encontrar el “qué”, encontrar que el proyecto que te enamore, te desvele. Básicamente intento explorar cosas que me interesan, me preocupan o me angustian. Creo que hago películas como un vehículo para entender algunas inquietudes o necesidades personales.
No tengo aun un método muy preciso. Voy tomando notas durante largo tiempo, en papelitos, en servilletas, en mails que me envío, y en un momento eso empieza a crecer y luego a ordenarse. Junto ideas, escenas, retazos de diálogos, fotos, música, en fin todo lo que se me ocurre para esa idea y me gusta. Luego de varios años de aplicar “este método” uno se va conociendo un poco más y puede detectar más fácilmente aquellas cosas que le interesan o motivan y descartar las que no. Este es el origen de todo, el comienzo y luego sigo esos interrogantes, hasta donde puedo. Creo que finalmente hacer una película podría ser eso: perseguir interrogantes personales, íntimos.
■ Respecto a su ópera prima declaró que: “No sólo es una película contemplativa. Hay una historia clásica, con un tono y un estilo al que uno no está tan acostumbrado” En relación a su película “Invisible” ¿Continuará con ese mismo estilo? ¿Es el tipo de cine que le interesa o explorará otro tipo de lenguaje (técnica)?
— Uy, ya ni me acuerdo lo que dije…Esto es algo que estoy aprendiendo ahora justamente: cómo lidiar con mi breve “pasado publico”…en tantas entrevistas uno vuelca ideas o pensamientos que tiempo después ya no los ve de esa manera…
Pero en este caso si sigo creyendo que Las Acacias no es una película contemplativa y usé ese término como oposición a la narrativa clásica, me refería a que no es una película que solo observa, hay un cuento contado por el que relata la historia, más allá de adoptar el punto de vista de los personajes. En este sentido Invisible, a pesar de ser una historia completamente diferente, tiene varios puntos de contacto con Las Acacias, principalmente el tema: la familia, los hijos, la soledad, la dificultad para comunicarse con los demás. Pero en este momento no me preocupa que se parezcan, para mí lo más importante es hacer la película que tengo ganas de hacer, explorar los temas que me interesan.
■ “Las Acacias”se filmó en orden cronológico y declaró: “el proceso duró 5 años y en ese proceso fuimos encontrando el alma de la película que es lo que realmente se ve…” ¿Cómo fue o será ese proceso en “Invisible”, cómo se llega a encontrar el alma de una película?
— No sé bien como…Creo que uno se lanza a la búsqueda de algo que necesita explorar y tal vez algo encuentra. Confío en que voy encontrarle el alma a Invisible durante el proceso, e imagino un proceso parecido al de Las Acacias. Ya llevo más de un año y medio con el guion y ahora justamente estamos empezando con una nueva etapa: el proceso de casting y reescritura, además de trabajar en paralelo en la búsqueda de financiación.
La filmaremos, luego vendrá el montaje y el proceso de sonido y en cada etapa, de la mano de los distintos guías y colaboradores, iremos encontrando el espíritu de cada momento… Así que viendo esto evidentemente será un proceso parecido en duración al de mi película anterior. Confío que en ese proceso le vaya encontrando el alma a la película, pero diría que muy probablemente en el guion ya estén presentes los componentes esenciales. Tal vez el alma del proyecto esté ahí, en el origen mismo.
■ El proceso de maduración fue clave en su ópera prima ¿Qué otro momento o aspecto ha sido clave en el proceso de armar su segundo largometraje?
— Por ahora solo he transitado la etapa de guion. Creo que todos los procesos son especiales, cada etapa tiene su aspecto clave. Particularmente lo que más disfruto es el montaje y la escritura del guion, son etapas más intimas donde me es más fácil conectar con lo que busco. Pero creo que hacer una película, de corte personal, es eso: un largo proceso de maduración interior, uno va pasando por distintas etapas, acompañado por distintos guías / maestros / compañeros de ruta, y en ese proceso va encontrando, tal vez, algo de lo que anda buscando, uno va encontrando las respuestas o, mejor dicho, las preguntas correctas.
Para mí una de las cosas más importantes es no apurarse, no pasar de etapa hasta sentir que la que estoy transitando está resuelta o agotada. Y la otra es encontrar al mejor compañero de ruta posible para atravesar cada etapa. Me gusta trabajar con amigos, con gente cercana en lo posible.
En este sentido haber encontrado a María Laura fue una grata sorpresa. Luego hay otros que me han acompañado en Las Acacias y me volverán a acompañar en Invisible: mis productores y amigos, Ariel Rotter y Juan Pablo Miller, y mi mujer María, que fue la montajista de Las Acacias (y de todo lo que hago). Contar con ella es imprescindible para mi, descanso y me siento protegido sabiendo que ella está, me guía y me acompaña en todas las etapas, además de su rol especifico de montajista.
■ Algunos directores(as) prefieren a personas sin experiencia actoral, en su ópera prima también sucedió y el resultado fue estupendo ¿A qué se debe utilizar ese tipo de recurso? ¿Qué parámetros tiene para escoger a los actores y actrices de sus películas?
— Hay cierto tipo de películas que se llevan mejor, creo, con la posibilidad de trabajar con personas sin experiencia actoral, esto es algo que el cine ya ha transitado largamente, no es nada nuevo. Un director chileno, Sebastián Lelio, me dijo una vez: “en definitiva uno filma a la persona, no al personaje y eso es, para mí, lo fascinante: la persona desplegando su batalla personal, artística, frente a la cámara” y esa batalla artística no es patrimonio exclusivo de los actores ni de los NO actores” sino de las personas. Me encanta esta idea.
Me gusta hacer procesos de casting largos. Busco mucho, pruebo mucho y me fijo en cada caso lo que creo mejor para cada personaje, actor o no actor. Luego, idealmente, necesito conocer a la persona, tener un vínculo personal, saber con quién me estoy embarcando en semejante aventura. En el caso de Las Acacias trabajé con ambos, con actores y con personas sin experiencia actoral y fue una experiencia buenísima, que volvería a repetir.
■ Durante el proceso de hacer la película pasó por una etapa de crisis personal, familiar, y laboral ¿De qué manera encaró el miedo, cómo lograr en un contexto de crisis y de incertidumbre materializar aquellos proyectos profesionales ó personales a pesar de los obstáculos?
— Terapia, y años.Varias terapias. Muchas terapias diferentes y durante muchos años: psíquicas, físicas, medicas, espirituales, deportivas. Curiosamente hoy no hago ninguna…Debería quizás retomar, alguna… Hablando del campo laboral, insistir muchas veces, perseverar. Buscar ayuda, buscar maestros, guías, compañeros de ruta. Y confiar en uno, más que nada. Sería como algo parecido a la fe.
■ ¿Qué ha sido determinante para no perder la perseverancia en el camino de dirigir su película y no abandonar su filosofía de trabajo? ¿A qué renunció para lograr su propósito?
— Lo que pasa que, en primer lugar, yo hago las películas para mí. Hay algo ahí, imposible de explicar, que tiene que ver con una necesidad, con una búsqueda personal. En la etapa inicial, cuando estoy escribiendo, generando una película solo pienso en mí. En lo que a mí me gusta, en lo que a mí me toca, en lo que a mí me angustia o me conmueve. En ese momento no es imposible pensar en otros, hacerlo sería crear algo falso, algo que está escindido de vos mismo, algo que no es auténtico. Pero luego, si quiero que la película sea vista por mucha gente, me preocupo y trabajo, en su debido momento, en el lanzamiento y la difusión, acompaño personalmente todo lo que puedo a mi película (¡y además también me encantaría ganar dinero!).
Pero la prioridad no es ni el público ni el dinero, es intentar hacer la película que quiero hacer. Si luego coincide con el gusto de mucha gente, mejor. Hacer una película es un tremendo esfuerzo físico, emocional y, en mi caso, también económico. Hay que estar muy convencido o muy necesitado o ambas para meterse en semejante aventura, entonces si le vas a dedicar 5 años, intensos, de tu vida a hacer una película más vale hacer algo que de verdad te interese mucho, en todos los sentidos. Lo otro que vale pensar es “que es el éxito” para cada uno: ¿Ganar mucho dinero? ¿Ser famoso? Para mi es hacer lo que uno quiere, tener amigos, una familia que me quiera, pasar el tiempo con ellos, ser dueño de tu tiempo.
■ Lo paradójico es que en América Latina es muy difícil ver una película de países latinoamericanos y también es difícil que los cineastas tengan el apoyo de productoras latinoamericanas ¿Cuál es su lectura sobre esas asignaturas pendientes?
— El gran tema para las películas de corte independiente o autoral hoy día es la difusión dentro de los principales circuitos comerciales. Las cosas están cambiando a una velocidad impresionante, los modos de exhibición, los formatos y la forma de entender el negocio. El cine ya no es lo que era hace 20 años.
El público también ha cambiado y las películas que se exhiben se han reconcentrado en un solo tipo de cine y yo creo que eso obedece a varios factores que no tienen que ver simplemente con la libertad de elección, sino con algo más complejo, más profundo: el avance del capitalismo salvaje y la colonización cultural por un lado y el lugar paupérrimo que los sucesivos gobiernos de nuestros países le han dado a la cultura propia. En los últimos años las cosas han mejorado mucho, hay cosas que van cambiando, de a poco. En el caso del cine, en Argentina ha habido un gran apoyo estatal a la producción, pero la gran asignatura pendiente sigue siendo la exhibición (en buenas condiciones) de esa producción. Y uno siempre tiene miedo de que esos cambios positivos no perduren…Aún hoy hay muchos políticos (y ciudadanos) que creen que invertir en cultura es un desperdicio. Esa idea genera muy poca producción cultural local y por supuesto escasa o nula difusión de esa producción. Y es un círculo vicioso, esto se replica luego en la mirada y el “gusto” del público.
Creo que el Estado presente es muy importante para regular cuestiones de exhibición y difusión, pero además, también, hay que encontrar canales alternativos, hay que encontrar la manera de llegar a “nuestro” público de otro modo. Las grandes cadenas internacionales no nos quieren y, si bien eso se podría regular mediante leyes y la presencia de un Estado fuerte, creo que la cosa no va andar solamente por ahí. No hay que ir donde no te quieren. Y en todos los países hay gente que quiere ver nuestras películas, hay gente que nos quiere. Es muy complicado y difícil pero hay que unirse y generar espacios propios, no depender de espacios que no quieren nuestras películas.
■ Por último, después de Cannes ¿Cuál es la agenda con su película “Invisible”? ¿Tiene otros proyectos?
— Con Invisible el plan es trabajar duro este año en concretar la financiación y definir el casting. La idea es filmar en marzo/abril 2015. Simultáneamente sigo dándole vueltas a la historia de la abuela, se me está haciendo esquiva…Pero ahí estoy insistiendo, confío en que ya la voy a hacer.
Sinopsis de Invisible|
«Si tuviera que resumir en una sola línea como quiero filmar “Invisible” diría una sola cosa: Cuerpos atravesados por la emoción».
Pablo Giorgelli
Ely tiene 17 años.
Ely tiene a su madre, Susana, internada en un hospital público desde hace varios meses. Ely la acompaña todo lo que puede. Le da de comer, la asea y la pasea por el patio con el deseo secreto de que la luz del sol la cargue con una energía que su madre ya no tiene. Susana va desapareciendo frente a sus ojos como esos dibujos que se hacen sobre un vidrio empañado. Es sólo cuestión de tiempo. Ely lo sabe.
Ely vive en el mismo departamento donde vivió siempre junto a Susana. Hace un tiempo, cuando se hizo evidente que su madre no iba a regresar, Ely decidió buscar un trabajo de medio turno con el que pagar algunas cuentas y sus gastos. Trabaja en una veterinaria aunque no tiene una verdadera vocación por los animales.
Ely va al colegio. Está cursando 4º año por segunda vez aunque cada día le cuesta más seguir asistiendo a clase, quizás porque siente que tiene poco que ver con los chicos de su edad.
Durante un chequeo, Ely se entera que está embarazada.
Aquí empieza Invisible.