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    Crítica | Días de vinilo

    Días de vinilo

    Amor por la música

    crítica de Días de vinilo | Gabriel Nesci, 2012

    Si te gusta The Clash eres de una manera, si te gusta Camela (¿?) eres de otra. La música nos define. Ayuda a forjar las poses que adoptamos de los quince en adelante. Marca toda tu vida, por mucho que los gustos cambien y evolucionen con los años. Cada generación tiene sus propias subculturas de pubertad pero hay algunas que prevalecen allende del tiempo e influyen a generaciones futuras. Antes estaban más asociadas a lustros o décadas concretas but not anymore. Ya no corren los años de los rockers, ni de los mods, ni de los punkarras, ni de los heavys. Pero siguen ahí. Empapados de tanta posmodernidad, en plena ausencia de ídolos, todavía son muchos los mitómanos de la música. Esos que cambiaron el crucifijo de sus padres por un póster con la famosa boca roja con la lengua fuera. Aunque no vivan en los sesenta, en los setenta o en los ochenta, aunque el rock haya muerto (¿?). No hay nada más estimulante y sugerente para un adolescente que en menos tiempo del realmente asimilable lleguen a sus oídos maravillas como Sympathy for the Devil, Twist and Shout o My Generation. Eso deja cuño para toda la vida. El séptimo arte no vive de espaldas a nada, tampoco a la música. Tanto es así que no son pocos los cineastas que rinden tributo a las leyendas descubiertas en su juventud o con unas cuantas primaveras de más. Tenemos a Cameron Crowe –Casi famosos (2000), Pearl Jam Twenty (2011)–, a Scorsese –George Harrison: Living in the Material World (2011), Shine a Light (2008) o No Direction Home: Bob Dylan (2005)–, a Clint Eastwood –Bird (1988)– u otros más discretos como Stephen Herek –Rock Star (2001)–. En esta lista no aparecen aquellos que lo hacen de manera extradiegética, sino la serie no tendría fin. Pero sí que debería aflorar Gabriel Nesci, director de la película que nos ocupa.

    Días de vinilo es una comedia romántica argentina que encuentra en su melomanía el punto fuerte –subtrama beatlemaniaca incluida–. Lo fácil y lo evidente es compararla con Alta fidelidad (2000), por su devoción fetichista hacia el vinilo y la importancia que tiene la música en su desarrollo. Argumentalmente, eso sí, apenas tienen algo que ver. Profundizando en la búsqueda de parecidos su intertextualidad responde tanto a Alta fidelidad, como a C.R.A.Z.Y. (2005) como a Casi famosos (2000), como a cualquier comedia romántica aliñada con altas dosis de nostalgia. Decíamos que su fortaleza es el hilo musical. Suenan The Beatles, The Who, Rod Stewart, David Bowie. No sorprende, con estos monstruos acariciando nuestros oídos, que el resto de la cinta se encuentre a años luz del soundtrack. Con una sonada excepción, el hilarante a la par que genial cameo de Leonardo Sbaraglia. Una actuación paródica que evidencia las ganas del director porteño de reírse de todo: de las bandas tributo, de las relaciones, de los adultescentes condenados a la madurez tardía, del cine, de su proceso creativo, de la crítica cultural, del músico frustrado y de las relaciones amorosas. Una retahíla infinita de latigazos que terminan por alargar innecesariamente el metraje. Demasiada metralla para algo que se antoja ligerito. En esta sucesión de azotes el afilado ingenio argentino brilla por momentos, sin embargo prima un humor de cariz universal, carente del costumbrismo localista. Algo que, como el propio director afirmaba a esta revista, permitió que la gente disfrutase “igual en el Festival de Miami o en el Festival de Manchester”. Cualidad que la hace asequible a todos los públicos pero que le confiere cierta dosis de previsibilidad. Los parámetros en los que se encorseta y los espumosos giros argumentales acaban por ahogar la risa. 

    Días de vinilo

    Gabriel Nesci demuestra, a pesar de la sobriedad técnica, una buena mano en la realización, con pequeñas pinceladas –véase el uso de grúa durante los títulos de crédito— que subrayan que está preparado para empresas mayores. Curtido en la televisión, trabajó muchos años en el campo periodístico y documental, donde alcanzó el éxito con la serie Todos contra Juan (2008), en la que además cimentó las bases de su ópera prima. Tiene entre manos un nuevo proyecto que espera ser una coproducción entre Argentina y España, otra comedia. Mientras tanto continúa promocionando un filme galardonado en su día con el Premio Especial del Jurado en la decimosexta edición del Festival de Málaga. Un estreno prometedor, plagado de detalles, en la que el todo es inferior a la suma de las partes. No obstante nada se deja a la improvisación, quizá ahí radique su exceso de artificialidad. Tanto la música, como el reparto así como el engranaje argumental dan buena cuenta de la minuciosidad empleada. En una hipotética balanza priman las cosas buenas sobre las malas. De todas formas, la película no resulta del todo satisfactoria. Pasa el filtro de lo disfrutable, se digiere con facilidad, juega con la nostalgia y además carece ambición por trascender. Virtudes que intuyo que la hacen atractiva para el público medio, aquel ávido de aunar sin esfuerzo cultura y entretenimiento. | ★★★★ |

    Andrés Tallón Castro
    redacción Madrid

    Argentina, 2012, Días de vinilo. Director: Gabriel Nesci. Guion: Gabriel Nesci. Productora: Sudestada Cine / Patagonik. Fotografía: Rolo Pulpeiro. Música: Guillermo Guareschi. Reparto: Gastón Pauls, Fernán Mirás, Rafael Spregelburd, Ignacio Toselli, Emilia Attías, Inés Efron, Akemi Nakamura, Carolina Peleritti, Leonardo Sbaraglia, Maricel Álvarez.

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