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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica en Serie | La semilla del diablo

    Rosemary´s baby

    Cuando moderno equivale a menos sutil

    crítica de La semilla del diablo (2014)

    NBC | Rosemary´s baby | Miniserie de 2 capítulos | EE.UU, 2014. Dirección: Agnieszka Holland. Guión: Scott Abbott & James Wong, basados en las novelas Rosemary´s baby y Son of Rosemary, de Ira Levin. Reparto: Zoe Saldana, Patrick J. Adams, Carole Bouquet, Jason Isaacs, Christina Cole, Stany Coppet, Olivier Rabourdin. Productoras: Lionsgate Television / City Entertainment / KippSter Entertainment. Fotografía: Michel Amathieu. Música: Antoni Lazarkiewi.

    En los últimos años se estilan cada vez más las miniseries o TV-Movies que abordan historias muy conocidas, ya sea en formato literario o porque son hechos reales, y se trata de ofrecer una visión distinta y/o moderna de lo que ya sabemos. El problema al que se tienen que enfrentar son las inevitables comparaciones con las películas que han popularizado esas historias. Si hace unos meses Bruce Beresford dirigía una miniserie de dos episodios donde contaba las hazañas de Bonnie Parker y Clyde Barrow, y la cadena Lifetime estrenaba el pasado 7 de marzo una adaptación de la obra de Horton Foote que él mismo adaptó en su momento bajo el título de Regreso a Bountiful (The trip to Bountiful, Peter Richardson, 1985), ahora se suma esta miniserie de La semilla del diablo, partiendo de las dos novelas de Ira Levin que cuentan una historia de traición y fuerzas sobrenaturales. ¿El referente involuntario? La obra maestra de Roman Polanski, que sentó cátedra en 1968. Ahí es nada para NBC, que pone todos los medios al alcance de los implicados y arriesga con una propuesta temeraria.

    Esta nueva versión, situada en 2014, lleva a los protagonistas a París y cambia la profesión de Guy de actor a escritor, además de que la vecina invasiva es ahora Margaux y no Minnie, y tiene los interesantes rasgos de Carole Bouquet. Rosemary tiene una amiga en la ciudad que ayudó a Guy a conseguir su trabajo como catedrático y el matrimonio sufre por no poder concebir. Este crítico es consciente de que si esta miniserie es una adaptación de los libros y no un remake del clásico cinematográfico las comparaciones no tienen cabida, pero somos una sociedad de referentes visuales, y los responsables sabían en qué se metían al acometer tal proyecto. Y la realidad es que han usado parte del tiempo de la promoción apuntando las diferencias con la película protagonizada por Mia Farrow. ¿Qué aportan los cambios? El hecho de mudarlos a París potencia sin duda el elemento de extrañamiento de la pareja, ahora extranjeros fuera de casa y todo lo que eso implica. Con 40 más de metraje (la duración total aquí es de casi 170 minutos) se profundiza más en la figura de Guy y sus motivos para aceptar la envenenada proposición de Roman Castevet (un Jason Isaacs con el piloto automático de la inquietud), con la amenaza constante del bloqueo del escritor y una inapropiada tensión sexual con Margaux. La relación de la pareja está más explorada, con énfasis tanto en su vida sexual como en el amor que sienten por el otro. Por último, la figura de Rosemary es algo revitalizada por la fuerza que Zoe Saldana, que debuta como productora con este trabajo. La Rosemary de 2014 lucha más contra lo que le está pasando, y tiene un rol más activo como persona, ya antes de la entrada de los Castevet en su vida.

    Rosemary´s baby

    Con todo esto dicho, uno podría pensar que de verdad existen ventajas respecto a lo que el director polaco hizo hace casi 40 años, pero no. Todos los cambios y la cantidad de minutos “extra” confirman que las decisiones tomadas en su momento eran mejores. La ambigüedad y sutileza han sido sustituidas por la explicitud, que recorre las dos partes como un virus que debilita cualquier atisbo de calidad. Si una de las mejores cosas que se podía decir de la película es que, hilando fino, todo podría ser una paranoia de Rosemary, aquejada de algún tipo de enfermedad mental, la miniserie establece muy pronto que la magia es real. Es todo tontamente enfático. Quizá otra estrategia para distanciarse. Lo mejor de La semilla del diablo es el trabajo de Saldana, entregada y muy convincente en la progresiva espiral de locura de su personaje, que comienza feliz y contenta de estar en París para terminar despertando de un coma y lactando sin quererlo.

    El gran problema de estos dos episodios (que fueron rodados como cuatro a emitir una vez por semana, y han acabado siendo fusionados y emitidos con cuatro días de diferencia) es que no provoca la más mínima inquietud. El hecho de saber a grandes rasgos lo que va a pasar no ayuda, pero incluso los nuevos elementos son de los más predecibles (Julie, la investigación) y la labor técnica de los implicados no logra provocar ni un atisbo de mal cuerpo. Sorprende que con Agnieszka Holland en la dirección y James Wong como co-guionista, ambos sólidos en sus respectivos campos, el resultado sea tan poco destacable. Holland cree que los juegos de sombras, la cámara en mano y los primerísimos primeros planos conjugan algún tipo de desasosiego, pero solo la música de Antoni Lazarkiewicz es capaz de hipnotizar un poco y un par de momentos aislados (el primer encuentro de Rosemary con Marcato, las apariciones del hombre sin lengua) tienen algo de magia audiovisual. La obviedad de la propuesta y su empeño es mostrar en lugar de sugerir ahogan las cargas subversivas de una historia aterradora sobre el papel. La maternidad, el amor contra el egoísmo, el poder y el intrínseco y atrayente lado oscuro de cada uno son temas presentes en lo contado, pero que no desarrollan un peso dramático que dure más allá de un par de escenas. En el clásico de Roman Polanski, bastaba la imagen de Mia Farrow con un vestido de verano y una maleta gigante andando sin rumbo por la calle para transmitir la mayor de las desolaciones. En la miniserie que nos ocupa se hace un desvío del final original y la cámara nos enseña al hijo de Satán y la señorita Woodhouse… pero no da miedo. Sus ojos están bien. | ★★★★ |

    Adrián González Viña
    redacción Sevilla

    Un clásico incomparable|


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