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    Cine Alemán Siglo XXI

    Entrevista | Roberto Andò, director de 'Viva la libertà'

    Viva la libertad

    «Es más fácil trabajar con grandes actores que con actores mediocres que creen ser grandes»


    Vivimos en una época de profunda decepción política. Ante nuestros actuales representantes reina, en el mejor de los casos, el desencanto. Y más allá de él, una pregunta incierta: ¿Quiénes merecen estar en el lugar que ahora ocupan ellos? Viva la libertà, filme adaptado de su propia novela por el cineasta italiano Roberto Andò, parte de una posible reacción a esta pregunta: entregarle el poder a un lunático (en el sentido más amable del término). Andò dibuja al líder en crisis del partido principal de la oposición en Italia. Enrico Oliveri. Un tipo acabado, sin carisma, carne de batacazo electoral, al que las nuevas corrientes ansían devorar. Hasta que, hastiado de todo, abandona sus obligaciones y se refugia en Francia, en casa de una novia de su juventud. Para salir del paso, su equipo decide reclutar su hermano gemelo, un extravagante profesor de filosofía, y hacerle pasar por él. Un loco, aunque inofensivo, recién salido del psiquiátrico. Pero un loco que resulta ser un gran soplo de aire fresco en la política italiana.

    texto y entrevista| Miguel Muñoz
    imágen| Miguel Muñoz

    ¿Qué quería contar al idear esta trama de los gemelos?

    — Que todos tenemos en nuestro interior una parte, digamos, “pesada” de la que queremos librarnos. Una parte pesada que se enfrenta contra otra parte ligera. Y yo creo que el problema es la pesadez. La ligereza siempre debe vencer.

    ¿Incluso en la política?

    — Incluso en la política. Porque ligereza no significa frivolidad. En la política, como en todo lo demás, es necesario que lo profundo aflore hacia la superficie. Y para que eso suceda se necesita ligereza, vida. No pesadez. La pesadez es anti vida.

    ¿Con qué fin escribió esta historia, entonces?

    — En buena parte para combatir mi propia pesadez. Pero creo que cada uno de nosotros tiene dentro esta lucha. Entre la ligereza y la pesadez, la exuberancia y la introversión, el saltar o quedarse quieto...

    Así que es un modo de decir “viva la ligereza”. ¿Aunque quien la lleve a la política sea un loco?

    — La película es una sugerencia paradójica. Viene a decir que, a veces, aquellas personas a las que tachamos de locos portan una verdad. Que a veces uno encuentra a políticos que tienen este “algo más”, esta locura que va en contra del conformismo habitual. Que son capaces de unir política y vida. A mí me interesan los políticos que saben quitarse la máscara para enseñar el rostro. Ese es el proceso que hay del inicio al final de la película.



    ¿Es a la vez un proceso político y un proceso vital?

    — En esencia, la película habla de una cosa. Cambio. Esta cosa maravillosa que sucede en la vida, que va más allá ella, la trasciende, le da sentido, nos liga a los demás. La historia cuenta, dentro de la vida de su protagonista, el cambio. Esa especie de deseo rescate que hay en cada vida, de querer transformarse en otro.

    Enrico, el protagonista, quería dedicarse al cine (lo artístico) y termina en la política (lo práctico). ¿Hay un deseo de transformarse en lo que nunca llegó a ser?

    — Sí. Me parecía interesante ese aspecto de mirar a lo que hemos dejado a nuestras espaldas. Volver atrás para tomar un camino que no se recorrió. Es un modo de definir a un personaje indeciso, confuso. Que escapa de todo y vuelve a sus veinte años. Al momento donde interrumpió la pasión, donde se le apagó el fuego de la vida.

    Y acude a un antiguo amor

    — Es importante el oficio de ese personaje (encarnado por Valeria Bruni Tedeschi). Es una secretaria de edición de cine, lo que en inglés se llama la “continuity”. Se ocupa del “raccord”, de que cada toma que se rueda de la película sea congruente con la siguiente en todos los detalles de la puesta en escena. Enrico parece haber perdido la continuidad, la congruencia entre los fragmentos de su vida, y acude a esta mujer buscando reensamblar esos fragmentos.

    ¿Se le ha hecho difícil autoadaptarse?

    — Bueno, adaptar un libro propio a una película propia tiene algo de extravagancia. Más aún, de estupidez. En el momento en el que decides hacerlo no sabes por qué, pero luego lo vas descubriendo. Y al final le encuentras el sentido.



    ¿Cree que la película ha enriquecido al libro?

    Es evidente es que una historia de dos gemelos es algo muy cinematográfico. Porque hace muy visual la idea de que dos personas idénticas sean tan diferentes. El cine encarna esa semejanza. Te da un mediador físico, que es el actor, que te facilita mucho transmitir todo lo que quieres contar de esos dos personajes idénticos y diferentes.

    Ese mediador físico es nada menos que Toni Servillo

    Él fue una de las cosas que me hicieron rodar esta película. Era el actor justo para esta historia.

    ¿Cómo fue trabajar con él?

    Bueno, con Toni me une una gran amistad hace tiempo. Y como siempre ha pasado, es más fácil trabajar con grandes actores que con actores mediocres que creen ser grandes. Ha habido mucha compenetración.

    Hablando de grandes, usted trabajó varias veces como asistente de dirección con Federico Fellini y Francesco Rosi. ¿Qué aprendió de ellos?

    A hacer cine con libertad acompañada de rigor. Aparentemente, Rosi y Fellini son directores opuestos. Rosi con su cine realista y Fellini con su cine de fantasía, visionario. Pero los dos tenían un mínimo común denominador. Para ambos, cualquier cosa que ocurriera delante de la cámara tenía que ser verdadera.


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