La magia de manual de Jean-Pierre Jeunet
crítica de El extraordinario viaje de T.S. Spivet |
L'extravagant voyage du jeune et prodigieux T. S. Spivet, de Jean-Pierre Jeunet, 2013
Jean-Pierre Jeunet tuvo su momento, eso es innegable. A todos nos fascinaron sus trabajos con Marc Caro, Delicatessen (1991) y La isla de los niños perdidos (La cité des enfants perdus, 1995), delicias audiovisuales con las que ambos directores crearon escuela. Cuando Jeunet emprendió su carrera en solitario, algunos defendimos Alien Resurrección (Alien Resurrection, 1997) con fervor, al entender que se trataba de la más festiva de la saga y que, aunque no era tan buena como las dos primeras entregas, sí que resultaba mucho más estimulante que la tercera dirigida por David Fincher. Muchos nos dejamos arrastrar en su momento por la fiebre de Amelie (Le fabuleux destin d'Amélie Poulain, 2001)… pero la sobreexposición de Audrey Tatou y su cacareado (y publicitario) poso hizo que, de alguna manera, acabáramos hartos de Jeunet. O, mejor dicho, de lo que había quedado impregnado del estilo de Jeunet en el imaginario colectivo: los colorines, los montajes sonoros, los personajes rarunos… Tal fue el hartazgo que algunos pasamos de ver Largo domingo de noviazgo (Un long dimanche de fiançailles, 2004), quizá de manera algo injusta. Y nos dio una pereza absoluta darle una oportunidad a Micmacs (Micmacs à tire-larigot, 2009). Ahora, tomando como base una novela de Reif Larsen titulada Las obras escogidas de T.S. Spivet (Seix Barral, 2010), Jeunet vuelve con la que se supone que es su mejor película en años, esa que le devolverá el prestigio perdido y que le redimirá de los traspiés críticos y comerciales que ha sufrido en los últimos años. Hablamos de El extraordinario viaje de T.S. Spivet, una película visualmente impecable, llena de bellos paisajes, de encuadres trabajadísimos y de una utilización de las tres dimensiones como se supone que nunca antes se ha visto (gracias al uso de las cámaras recién estrenadas Arri Alexa M 3D).
Eso está muy bien. Claro que sí. Pero cuando lo mejor que se puede decir sobre una película es “qué bonitos son los paisajes” es que hay algo que va mal. En este caso es muy fácil detectar el error: la cinta no emociona. A pesar de lidiar con la historia de un niño emprendiendo un viaje iniciático, de su traumático pasado más reciente (ha perdido a su hermano en un accidente doméstico en el que no sabemos muy bien cuánta responsabilidad tuvo el propio T.S.), de las penurias por las que tiene que pasar hasta llegar a su destino (se enfrenta al hambre, a los recuerdos, al dolor físico), todo resulta tan artificial que resulta muy difícil dejarse llevar por una historia que huele a precocinado que apesta. Es cierto que, en sus mejores momentos, Jeunet consigue atrapar cierto espíritu aventurero y logra elevar nuestro interés por lo que está ocurriendo en pantalla (el momento en el que tiene que saltar sobre el tren, la persecución a la que es sometido por un policía…). También resultan simpáticos los momentos en los que T.S., pequeño genio científico que ha sido otorgado con un premio en el Smithsonian, aplica su picaresca para engañar a los adultos y no ser menospreciado por el hecho de tener sólo diez años. Pero hay otros elementos en la película que causan una desgana total. Por ejemplo, Helena Bonham Carter como mujer rara. One more time. Aunque esta vez al menos hace de madre, lo cual ya es una novedad, creo. O la hermana adolescente que quiere ser actriz y sufre por vivir en una granja en mitad de ninguna parte. O el vagabundo amable (por otra parte, estupendo Dominique Pinon). O el padre ausente y aparentemente insensible…
Con todo, esta sartenada de tópicos y la cantidad de emociones prefabricadas no son lo peor. Lo verdaderamente llamativo, para mal, llega cuando creemos que la historia ha terminado con una conclusión lacrimógena y, de repente, nos topamos con un cuarto de hora más de metraje que da bandazos para llegar hasta un nuevo final con lágrimas y durante el cual algunos personajes cambian de actitud sin sentido (el de Judy Davis especialmente, que pasa de amable benefactora a odiosa chupasangre sin venir a cuento). Así, cuando comienzan los créditos, nos invade una irremediable sensación de tristeza. No porque la historia no tenga un final feliz. Ni porque la película sea tan buena que nos dé pena que se acabe. Nada de eso. De hecho, estaba deseando que se terminara de una vez. Es la desolación que provoca el saber que lo que un día fue magia genuina, atrevimiento visual y energía narrativa hoy apenas es un pálido reflejo de lo que fue. Si tengo que volver a ver una película reciente con niño protagonista, en la que un invento tiene un papel esencial en la trama y que utiliza las nuevas tecnologías para epatar al espectador, me quedo sin dudarlo con La invención de Hugo (Hugo, Martin Scorsese, 2011). Al menos la de Scorsese tenía alma. | ★★★★★ |
Pedro José Tena
Redacción Badajoz
Francia, Canadá. 2013. The L'extravagant voyage du jeune et prodigieux T. S. Spivet. Director: Jean-Pierre Jeunet. Guión: Jean-Pierre Jeunet y Guillaume Laurant, según la novela de Reif Larsen. Productora: Epithète Films, Tapioca Films, Filmarto, Gaumont, France 2 Cinéma, Orange Cinéma Séries, France Télévisions. Montaje: Hervé Schneid. Fotografía: Thomas Hardmeier. Música: Denis Sanacore. Reparto: Helena Bonham Carter, Robert Maillet, Callum Keith Rennie, Judy Davis, Julian Richings, Niamh Wilson, Dominique Pinon, Kyle Catlett.