La supervivencia del clan Gallagher
crítica de Shameless (2011-) | Temporada 4
Showtime / 4ª temporada: 12 capítulos | EEUU, 2014. Creador: John Wells. Directores: John Wells, Mimi Leder, Sanaa Hamri, Peter Segal, David Nutter, James Ponsoldt, Gary B. Goldman, Mark Mylod, Christopher Chulack, Anthony Hemingway. Guionistas: John Wells, Nancy M. Pimental, Sheila Callaghan, Etan Frankel, Davey Holmes. Reparto: William H. Macy, Emmy Rossum, Jeremy Allen White, Ethan Cutkosky, Emma Kenney, Steve Howey, Shanola Hampton, Noel Fisher, Emma Greenwell, Joan Cusack, Cameron Monaghan, Jake McDorman, Emily Bergl, Isidora Goresther, James Allen McCune, Kellen Michael, Nichole Bloom, Sheldon Bailey, Nick Gehlfuss, Dennis Cockrum, Vanessa Bell Calloway, Michael Patrick McGill, Jim Hoffmaster, Regina King, Morgan Lily. Fotografía: Kevin McKnight.
John Wells compaginó la producción de su segundo largometraje, Agosto (August: Osage County, 2013) con su trabajo como showrunner de la tercera temporada de Shameless. El rodaje de la película ocupó los últimos tres meses de 2012, así que es lógico pensar que Wells no estuvo tan presente en las decisiones diarias de su negrísima comedia para televisión, hasta el punto de que no firmó el final de temporada, algo que nunca había dejado de hacer. Esta información es importante cuando uno termina de ver la salvaje cuarta tanda de la serie, ya que la impresión que da es que Wells ha vuelto a su trabajo con energías renovadas. Ha escrito una cuarta parte de la docena de episodios, y la serie parece haber avanzado de golpe en el machaque de los personajes, hasta límites a veces insoportables. Shameless nunca ha sido tímida a la hora de arriesgarse y abordar temas polémicos. De hecho, es evidente que a Wells y sus guionistas les encanta abordar este tipo de temas, y una cadena como Showtime les da la libertad necesaria para hacerlo. Lo curioso es comprobar cómo, tras 48 episodios, todavía quedan muchos tabús que tocar y muchas burradas que poner en pantalla. Un servidor siempre ha tenido un problema con esta apuesta de la serie porque parece de lo más gratuita. Con la excusa de exponer la dura realidad de una familia que vive al borde de la indigencia, los responsables se dedican a escribir circunstancias que llevan a momentos a cada cual más bestia, que acaban asfixiando por lo abrumador de tanta desgracia junta y seguida. Como dice la propia Fiona en el final de la temporada: “¿Cuándo va a tener un respiro esta familia?”
La acción se retoma unos meses después del cierre de la tercera temporada, con todos los personajes viviendo diferentes modos de adaptación a lo que está pasando en sus vidas. Los hermanos pequeños han crecido y empiezan a experimentar la adolescencia, lo que pasado por el filtro Shameless supone una experiencia aún más extrema. La idílica mejoría de su situación no tardará en dinamitarse cuando sus patrones de comportamiento se reproduzcan de nuevo. La serie sigue planteándose el debate de cuánto de nuestros progenitores pasa a nuestro ADN y cuánto es el resultado del entorno. A los hijos Gallagher les aterra la idea de parecerse a Frank o a Monica, y sus temores pueden verse confirmados antes de lo que creían. Fuera de la familia protagonista, el resto de personajes habituales tienen tramas con el suficiente peso como para mantener el interés, aunque siempre funcionan mejor en sus interacciones con algún Gallagher. Kevin y Verónica han sido padres de gemelos (es un alivio que los guionistas no hayan decidido continuar la trama de Kevin y su suegra Carol liados) y los Milkovich sufren por el amor de dos de los hermanos Gallagher, aparte de servir como ejemplo de que existen familias en peores situaciones. Con lo leído puede parecer que nos encontramos ante un dramón semanal, y argumentalmente lo es, pero el tono irreverente y negrísimo que se imprime a toda la peripecia garantiza muchas más risas que llantos. Los temas tocados son demasiados como para enumerarlos, pero con la incorrección política por bandera se arremete contra muchas hipocresías sociales estadounidenses.
Shameless es una serie consecuente y nada edulcorante, así que era esperable que tarde o temprano los personajes pagaran por sus comportamientos autodestructivos. Esta temporada ha seguido el progresivo deterioro físico del patriarca de la familia, al que William H. Macy vuelve a dar vida con un talento al que los adjetivos no hacen justicia. No se han ahorrado ni un vómito ni una úlcera sangrante para que sirva de lección ejemplarizante de lo que pasa por dedicar la vida de uno al alcohol. El actor es uno de los grandes en su oficio, y cada nuevo capítulo lo prueba. El resto del reparto tampoco desmerece, en especial la magnífica Emmy Rossum, que esta temporada ha interpretado el rumbo de auto sabotaje y posterior declive de Fiona de una forma digna de todo elogio. Ha lidiado con cañonazos de verdad la saña (su fiesta rodeada de yonquis) con la que los guionistas han destruido la vida de la joven. Un talento que debería ser recompensado con premios. Tras tres nominaciones consecutivas para Joan Cusack como Mejor actriz invitada en drama como único reconocimiento, la cadena ha decidido presentar por primera vez la serie como comedia en los Emmy de este año. A ver si así consiguen la recompensa merecida.
Es mérito de estos guionistas, eso sí, el meter a sus personajes en líos monumentales pero muchas veces tener una salida factible, que no evita el exceso pero que no termina de ponerlos en una situación sin retorno. El noviazgo de Carl, los 90 días en prisión de Fiona o la mala influencia de las amigas de Debbie son el mejor ejemplo de esta tendencia. Para asegurarse de que Frank no pasaba por su vía crucis solo y no mezclarlo mucho con las tramas del resto de la familia, ha hecho aparición una hija secreta del patriarca, Sammi, que es todo un recurso de guión pero cuya existencia es viable. Interpretada por una espléndida Emily Bergl, Sammi ha descubierto a su padre y ha ayudado a mostrar una cara ligeramente diferente de Frank, ya que no había podido decepcionar repetidamente a esta hija todavía. Uno espera que Bergl siga de cara a la quinta temporada, porque el personaje y su hijo Chuckie son estupendos. El trabajo anterior de Bergl había sido un papel recurrente en la cancelada Southland (2009-2013), producida por Wells, de la que también ha rescatado como estrella invitada a la estupenda Regina King y al director Christopher Chulack, que firma el décimo episodio de esta temporada.
En ese sentido del humor tan necesario para la serie, se continúa el estilo formal de cámara en mano, montaje dinámico, música e intérpretes funcionando en una coreografía de movimientos muy precisa, de manera que la serie logra un ritmo muy entretenido. Sabe ponerse dramática cuando toca, pero el tono juguetón reina en la mayor parte del metraje, desde las desopilantes presentaciones del “anteriormente en Shameless”, donde los personajes rompen la cuarta pared y se meten con la audiencia por perderse algún episodio, o el reverencial poco respeto con que se tocan los asuntos más serios. Que es como deben tocarse en realidad. Con Jimmy fuera de circulación, la gran historia de amor de la serie es la de Ian y Mickey, un romance que despierta intensas reacciones en el público, con lo que los responsables de la serie deben estar encantados. El Gallagher pelirrojo ha estado casi la mitad de la temporada fuera de pantalla, pero su regreso ha sellado por fin el apasionado cortejo entre los personajes. Por supuesto, siendo la serie como es, la bipolaridad del joven ha hecho aparición en el momento menos indicado, llevando su compromiso a otro nivel y creando uno de los varios cliffhangers que ponen punto y final a la temporada más bruta de la serie. El clan Gallagher está en una situación muy difícil, como siempre, así que la quinta temporada ya se espera con ganas para comprobar si Wells y sus guionistas serán más bondadosos con sus creaciones. Aunque a tenor de la sorpresa que cierra el episodio, y que no vamos a desvelar, ese respiro del que hablaba Fiona no vendrá pronto.
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Adrián González Viña
redacción Sevilla