Zapatero a tus zapatos
crítica de El poder del Tai Chi | Man of Tai Chi, de Keanu Reeves, 2013
Vaya por delante que no hay que enfrentarse al visionado de esta película con unas expectativas demasiado esperanzadoras. Keanu Reeves siempre ha sido un actor de recursos limitados que, aunque ha dado perfectamente el tipo como héroe de acción en éxitos como Le llaman Bodhi (1991, Kathryn Bigelow), Speed (1994, Jande Bont) o la trilogía Matrix (Andy Wachowski, Lana Wachowski), nunca llegó a convencer del todo en sus intentos por abarcar otros géneros como el drama o la comedia. Si ya como actor no es gran cosa, su debut como director raramente se presta a albergar esperanzas de descubrir al heredero de Clint Eastwood. Eso sí, al tratarse El poder del Tai Chi (2013) de un proyecto de acción y artes marciales de escaso calado dramático, se espera que la experiencia de Reeves en el género le hubiera servido para entregar, al menos, un entretenido espectáculo bien acabado desde sus apartados técnicos. Esto no es así, desgraciadamente, y la cinta incurre en todos los defectos en los que podría caer un realizador novel, tanto en la forma como en el fondo.
A Keanu Reeves parece haberle picado el gusto por lo oriental en este 2013 en el que también estrenó como actor la irregular 47 Ronin (Carl Erik Rinsch), por lo que se traslada a Pekín para ambientar su ópera prima, una historia que parece escrita por un chiquillo de cinco años, dada la desorbitada cantidad de tópicos y lugares comunes que la pueblan. El poder del Tai Chi –ya el título en español da miedo– nos presenta al joven Chen, mensajero de día y alumno de tai chi de un anciano maestro que le ha inculcado valores tales como el honor, la humildad y la bondad –lo mismito que el Miyagi de Karate Kid (1984, John G. Avildsen)–. Sus padres viven en condiciones bastante precarias, debe dinero del alquiler a la casera y el templo en donde aprende artes marciales está a punto de ser derruido por su lamentable estado, por lo que Chen aceptará la oferta de un poderoso organizador de combates ilegales que le promete el oro y el moro solo por participar en unas pocas peleas. Como cabría esperar, esta decisión le traerá muchísimos quebraderos de cabeza, ya que tras esta organización hay montado un negocio millonario que seguirá el día a día del muchacho a través de internet como si de un Gran Hermano se tratara, a la vez que personas de gran poder adquisitivo se dedican a apostar elevadas cantidades de dinero en estas letales competiciones. Como es previsible, el poder y la riqueza son factores capaces de corromper el espiritual carácter del bueno de Chen, por lo que se encontrará en el dilema de luchar para conseguir una calidad de vida mejor para quienes le rodean o continuar siendo fiel a las enseñanzas del sabio maestro. Todo en este filme suena a ya visto con anterioridad. El argumento sigue al pie de la letra los parámetros de multitud de títulos anteriores, por lo que es imposible realizar un spoiler que destripe alguna sorpresa de última hora, porque no la hay. Keanu Reeves ha tenido la brillante idea de construirle una película a su entrenador personal y doble de escenas de riesgo Tiger Hu Chen, al que conoce sobre todo por su colaboración en Matrix. Como no podía ser de otra forma, el incipiente “actor” ofrece una interpretación que, fuera de los momentos de pelea, resulta ridícula hasta el sonrojo. Bien es cierto que su personaje no destaca precisamente por su complejidad psicológica, pero esto no es excusa para que su actuación sea tan inexpresiva y falta de carisma. Por otra parte, Reeves se reserva el que habrá pensado que es el papel más goloso de la función, el de villano “carismático” que se limita a vestir elegantes trajes de mafioso de altos vuelos, caminar con seguridad y lanzar miradas presumiblemente intensas o amenazadoras. Posiblemente estemos ante uno de sus peores logros como actor, lo que no deja de ser inquietante.
Viendo El poder del Tai Chi es inevitable recordar con más cariño si cabe a aquellas películas del primer Jean Claude Van Damme del estilo de Contacto sangriento (1988, Newt Arnold) o Kickboxer (1989, Mark DiSalle, David Worth), que únicamente pretendían hacer pasar un rato entretenido a base de peleas sin innecesarios artificios. Keanu Reeves se piensa que está dirigiendo Solo Dios perdona (2013, Nicolas Winding Refn) y le otorga a su cinta una estética que, en algunas escenas, parece sacada del peor videoclip, con un montaje desastroso en donde las escenas se suceden con rapidez sin orden ni concierto. Las escenas de combate, por muy bien coreografiadas que pretendan estar, son rodadas de la manera más inoportuna posible. Chen, como es previsible, se luce físicamente en estos momentos, que ocupan buena parte del metraje del filme (de hecho, todo lo demás parece relleno), pero sin llegar a sorprender después de haber visto, por ejemplo, las impactantes escenas de lucha de aquella joya llegada de Indonesia que fue The Raid (2011, Gareth Evans). Y hablando de The Raid, alguien debería multar a Reeves por fichar en su reparto a su estrella, Iko Uwais, únicamente para desperdiciarle en un rol secundario sin oportunidad alguna de lucimiento (ni siquiera pelea). No se puede ser más torpe. Bueno, sí. Puede acompañar a sus momentos más álgidos de acción con una estridente banda sonora en donde los coros producen más vergüenza ajena que su buscado efecto de acentuar lo épico. Épica que también le falta a su desastroso clímax final, una imposible mezcolanza entre la aridez del spaghetti western y el artificio de Matrix que casi convierte a la abominable Dragonball Evolution (2009, James Wong) en una obra a reivindicar. Me gustaría poder decir de El poder del Tai Chi que al menos funciona como producto comercial destinado a romper las taquillas pero es que la historia es tan plana y las actuaciones (todas, sin excepción) tan nefastas que el resultado final no se sostiene por ningún lado. Ni el misticismo de pacotilla que rodea a la historia ni la leve historia romántica que Reeves introduce con calzador, consiguen otra cosa que no sea distraer aún más el interés del espectador. Al debutante director le ha salido una comedia involuntaria y es así como debe ser entendida si al menos te quieres echar unas risas entre amigos y con varias copas de más. Intentar tomársela en serio sería encontrarse ante una seria aspirante a convertirse en la peor película de acción del año y una perfecta candidata para hacerse con un buen puñado de merecidos Razzies. Solo cabe esperar que Keanu Reeves haya comprendido que Dios no le ha llamado por el camino de la dirección, por lo que debería sentarse y cruzar los dedos para que los Wachowski se acuerden de él para reverdecer sus laureles en las futuras nuevas entregas de Matrix. | ● (abyecta) |
José Antonio Martín
redacción Las Palmas de Gran Canaria
Estados Unidos. 2013. Título original: Man of Tai Chi. Director: Keanu Reeves. Guión: Michael G. Cooney. Productora: Coproducción EEUU-China; China Film Group / Dalian Wanda Group / Village Roadshow Pictures. Presupuesto: 25.000.000 dólares. Fotografía: Elliot Davis. Música: Kwong Wing Chan. Montaje: Derek Hui. Intérpretes: Keanu Reeves, Jeremy Marinas, Karen Mok, Iko Uwais, Brahim Achabbakhe, Tiger Hu Chen.