Hacia la búsqueda de la identidad personal
crítica de Matterhorn | de Diederik Ebbinge, 2013
«No es difícil, todo lo que uno tiene que hacer es tocar la tecla adecuada en el momento adecuado».
| Johann Sebastian Bach
El recuerdo idealizado. Ese remoto pasaje temporal que por lejano e imposible de recuperar nos parece tan perfecto y cargado de sentido, ese lugar al que daríamos cualquier cosa por volver. Añoranza en una mirada que no soporta la intensidad de nuestra fugacidad y que se derrumba al comprobar cómo el presente difumina lo que no fue más que un espejismo de la finita condición humana. Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver, que dice nuestro gran Sabina en su canción Peces de ciudad. En ese dilema vive Fred, el devoto calvinista que protagoniza la cinta, abocado por sí mismo a una triste existencia en cierta manera compasiva, repleta de costumbres, rituales y formalismos. El recuerdo de un viaje al monte Cervino con su difunta esposa es su único motivo de ensoñación, ese instante plasmado en una vieja fotografía en el que fue feliz, en el que además estuvo cerca del cielo, de su Dios, constituye para él un desapego por un presente solitario acompañado por sus tristes vinilos de música clásica. Pero Matterhorn (nombre que recibe el Cervino en alemán) es algo más que la búsqueda de un recuerdo, es la búsqueda de la identidad personal perdida. La reconstrucción de esta por medio del autoconocimiento.
Porque un día entra en la vida de Fred un extravagante personaje, Theo, un adulto con problemas intelectuales que tiene la edad mental de un crío de cinco años. Será este niño adulto el que ponga patas arriba el tranquilo mundo de nuestro protagonista aprovechándose de su bondad cristiana, poniendo en marcha la curvatura del arco dramático del personaje en una progresión temática que por habitual no pierde valor o mérito. Primero choque, luego asimilación, comprensión, cariño, y finalmente amor. Será gracias a este viaje personal que Fred vuelva a sonreír y a replantearse las sólidas convicciones de su vida, las mismas que siguiendo las estrictas normas eclesiásticas de su pueblo le llevaron a echar a su hijo homosexual de casa. Lección de cine es el resumen de toda la trama en un plano, ese en el que en domingo de misa la pareja de hombres decide ir a contracorriente de toda la masa del pueblo para ir a cantar a un cumpleaños infantil. Artificio simbólico que luce totalmente natural desplegando una crítica directa y racional. Ese es el principal subtexto de Matterhorn, aquí envuelto en un fascinante y discreto halo LGTB: la persecución del yo individual, la exploración de la conciencia propia por encima de todas las imposiciones y costumbrismos de una sociedad jaula que devora las singularidades de sus miembros marcando un patrón de lo apropiado en todo momento. Al final estamos hablando de algo tan humano como es la persecución de la felicidad, que quizás parece decir la cinta, deleguemos de forma cobarde en Dios o en su búsqueda por nuestra incapacidad para alcanzarla por nosotros mismos.
Sin embargo, a pesar de un planteamiento tan sobrio, Ebbinge decide limar los bordes de esta jaula, luciendo la cinta una agradable atmósfera que la acompaña durante todo su desarrollo. Me veo en la obligación de recalcar que rara vez se dice lo difícil que es crear una sensación estética global que de coherencia a un universo fílmico, que facilite la experiencia de inmersión, y que haga que el filme perdure en la memoria. Se requiere para ello una visión muy clara de la sensación que se quiere transmitir en todo momento para después pasar esta idea a los distintos departamentos que trabajan en el desarrollo de la obra. Una mezcla de fotografía, vestuario, iluminación, música, casting, y un tempo de interpretación muy bien calculado, que dan como resultado una creación con personalidad y un estilo que bien podría recordarnos al del por otra parte inimitable Wes Anderson. Salvando las diferencias firma con esta película el director holandés, que ya fuera premiado en la pasada edición de la Seminci, una notable obra prima que augura una prometedora carrera en la que esperemos se siga cumpliendo la máxima de que la forma, por muy bella que sea, no debe eclipsar al contenido. Porque al final los anhelos de Fred por recuperar su vida perdida devienen en una inestimable lección filosófica: En los ríos entramos y no entramos, (pues) somos y no somos (los mismos), dijo el enigmático Heráclito de Éfeso hace siglos. Es decir, es imposible recuperar el pasado tal cual fue porque uno mismo ha cambiado en el trayecto. De forma irremediable nuestra nostalgia del mañana será por la persona que éramos hoy. Señores, disfrutemos del hoy. | ★★★★★ |
Álvaro Martín
redacción Valladolid
Países Bajos, 2013, Matterhorn. Escrita y dirigida por Diederik Ebbinge. Fotografía: Dennis Wielaert. Reparto: René van 't Hof, Ton Kas, Ko Aerts, Kees Alberts, Lucas Dijker, Porgy Franssen. Productora: Column Film. Presentación en España: Sección Oficial de la 58ª edición de la Seminci Valladolid.