La soledad de la amante
crítica de La mujer invisible | The Invisible Woman, de Ralph Fiennes, 2013
A estas alturas de la película, pocos pueden poner en entredicho las excelentes aptitudes como intérprete del británico Ralph Fiennes, dos veces nominado al Oscar –La lista de Schindler (1993, Steven Spielberg) y El paciente inglés (1996, Anthony Minghella)– y con una carrera plagada de triunfos que, no obstante, en los últimos años parece haberse acomodado en papeles secundarios en proyectos destinados a arrasar las taquillas (las franquicias de Harry Potter o Furia de titanes, por ejemplo). Una manera muy inteligente de conseguirse buenos papeles que continúen perpetuando su prestigio ha sido la de pasarse a la dirección. Su hermana, Martha Fiennes, es una alabada realizadora que ha dirigido a Ralph en sus dos trabajos hasta la fecha, Onegin (1998) y Alta sociedad (2005), por lo que no resulta extraño que al actor se le despertara tarde o temprano la inquietud por ponerse detrás de las cámaras y, de paso, adjudicarse a sí mismo los interesantes personajes protagonistas. Con su debut en Coriolanus (2011), la adaptación de la obra de Shakespeare ambientada en la Roma contemporánea, Fiennes dividió a la crítica. Aun con todos sus defectos, la cinta demostró que estábamos ante un cineasta arriesgado y valiente, al que merecía seguir la pista en el futuro. Su segunda aportación como director es esta The Invisible Woman (2013) que adapta la novela de Claire Tomalin sobre la biografía de Nelly Ternan, una joven que se convirtió en la amante del novelista Charles Dickens durante los últimos años de su vida. Este amor clandestino, a espaldas de una hipócrita sociedad de la Inglaterra del siglo XIX capaz de acabar con la carrera del autor de Grandes esperanzas u Oliver Twist y la reputación de la muchacha si saliera a la luz, convirtió a Nelly en una auténtica mujer invisible (como muy bien indica el título), al tener que pasarse los años a la sombra de un hombre casado y padre de familia que, además, le dobla en edad.
Fiennes se reserva el papel de Dickens, como no podría ser de otra manera, logrando una fantástica actuación en la piel de un tipo carismático y con esa inteligente ironía que tan bien reflejara en sus novelas. Esta especie de niño grande, caprichoso y apasionado de su trabajo hasta el punto en que sus relaciones personales quedan relegadas a un obligado segundo término, supone toda una golosina para el actor que, sin embargo, es lo suficientemente generoso desde su faceta de director para otorgarle una mayor importancia al personaje de la amante (no obstante, hablamos de su biografía). La increíble Felicity Jones se beneficia de esta circunstancia, entregando su mejor actuación hasta la fecha. Algo meritorio si tenemos en cuenta que ya nos había fascinado con sus trabajos en Like Crazy (2011) o Breathe In (2013), ambas a las órdenes de Drake Doremus. La Jones hace un maravilloso trabajo de contención en un rol que se aparta de la típica heroína romántica victoriana, luciendo igual de creíble en los inicios del romance con el novelista –por el que siente una mezcla de admiración y pasión– y en la segunda mitad de metraje, donde Nelly asume su condición de figura casi fantasmagórica que debe conformarse con contemplar el palacete de su amado desde la ventana de una casa que solo recibe la visita de Dickens los fines de semana. The Invisible Woman tiene todas las florituras visuales características de este tipo de cine de época que tan bien se le diera a James Ivory. El trabajo de ambientación es, por supuesto, extraordinario. Los decorados y vestuarios (estos últimos justamente nominados al Oscar) nos trasladan con todo lujo de detalles a los ambientes victorianos, mientras que la espectacular fotografía de Rob Hardy juega hábilmente con las sombras que envuelven a la sufrida Nelly en los momentos más intimistas y saca gran belleza y luminosidad de sus melancólicos paseos por la playa. La música de Ilan Eshkeri también es digna de mención.
¿Qué falla para que no termine de ser la gran película que podría haber sido? A la historia le cuesta entrar en materia. Una primera mitad demasiado morosa, con los primeros cortejos del maduro Dickens a su juvenil presa, hace que el espectador comience a mirar el reloj en más de una ocasión. Igualmente cierto es que, una vez que la pareja comienza a vivir su relación, el filme va ganando en intensidad y momentos para el recuerdo (la visita de la esposa de Dickens a Nelly en su fiesta de cumpleaños, el esclarecedor accidente ferroviario). Como ya dije antes, Fiennes y Jones están magníficos en sus actuaciones. El problema es que lo están de manera individual y que a la hora de desarrollar la suficiente química romántica y sexual en pantalla, el resultado no termina de ser del todo creíble. Esta carencia, a priori indispensable para el buen funcionamiento de una obra de estas características, queda en buena medida solventada por una exquisita elegancia por parte del director a la hora de mostrar la historia de amor (y dolor) de una forma totalmente carente de sensiblería o excesos lacrimógenos. No hay que esperar el típico folletín a lo Jane Austen, sino un maduro y exquisito melodrama a la antigua usanza, narrado por su protagonista femenina una vez que la muerte de su amante y el paso de los años le han devuelto la libertad para rehacer su vida junto a un buen hombre y convertirse en madre de familia. Eso sí, cuando se queda sola o camina por la playa, sus recuerdos vuelven a llevarla al pasado, cuando fue la mujer invisible y enamorada de uno de los grandes nombres de la literatura de todos los tiempos. | ★★★★★ |
Jose Antonio Martín
redacción Canarias
Reino Unido. 2013. Título original: The Invisible Woman. Director: Ralph Fiennes. Guión: Abi Morgan (Novela: Claire Tomalin). Productora: BBC Films / Headline Pictures / Magnolia Mae Films. Fotografía: Rob Hardy. Música: Ilan Eshkeri. Montaje: Nicolas Gaster. Intérpretes: Ralph Fiennes, Felicity Jones, Michelle Fairley, Kristin Scott Thomas, Tom Hollander, Perdita Weeks, Tom Burke.