Cómo vender humo
crítica de House of Lies (2012-) | Temporada 3
Showtime / 3ª temporada: 12 capítulos | EEUU, 2014. Creador: Matthew Carnahan. Directores: Stephen Hopkins, Don Cheadle, Uta Briesewitz, Daisy Von Scherler Mayer, Matthew Carnahan. Guionistas: Matthew Carnahan, David Walpert, Wesley S. Nickerson III, Theo Travers, Jessica Borsiczky, Taii K. Austin. Reparto: Don Cheadle, Kristen Bell, Ben Schwartz, Josh Lawson, Donis Leonard, Jr., Dawn Olivieri, Glynn Turman, Genevieve Angelson, Ryan Gaul, Rob Gleeson, Mekhi Phifer, Tip ´T.I.´ Harris, Bex Taylor-Klaus, Aflamu Johnson, Jenny Slate, Eliza Coupe. Fotografía: Peter Levy. Música: Mark Mothersbaugh.
Cada nueva temporada de House of lies ha supuesto una mejoría respecto a la anterior, como si la libertad que Showtime confiere a los creadores que tiene en nómina les dejara seguir haciendo ensayo y error, incluso tras tres temporadas. Es una suerte también que la serie tenga los suficientes buenos datos de audiencia como para mantener sus renovaciones. De hecho, el cierre de esta temporada fue el máximo histórico de la creación de Matthew Carnahan, que recordemos explora un mundo para muchos desconocido: las consultorías de grandes empresas. Carnahan empezó la serie con una clásica estructura de consulta por episodio, lo que le valió numerosas críticas porque los expertos dicen que hacer su trabajo supone unos meses de investigación, no algo que se pueda resolver en una semana. El creador tomó nota, y la segunda temporada presentó un par de empleos que ocuparían toda la temporada, para además terminar la tanda con una bomba: el protagonista dejaba su empresa para formar su propio negocio, Kaan y Asociados. Eso sí, por el camino destruía muchas de sus relaciones personales y profesionales, de manera que era el reluciente nuevo rey del castillo, pero sin corte que gobernar.
De cara a esta tercera docena de episodios, el perfil de la serie no ha variado mucho. Lo mejor y lo peor de House of lies sigue siendo lo mismo, y el tono irreverente, cínico y sexual –presente esto en la anterior creación de Carnahan, la perversa Dirt (2007-2008), una de esas joyitas canceladas antes de tiempo– continúa proporcionando momentos estupendos. Lo mejor de esta comedia es ver juntos al cuarteto protagonista: Don Cheadle, Kristen Bell, Ben Schwartz y Josh Lawson. Solo Cheadle –que además debuta como director en esta temporada– y Bell tienen autonomía como personajes independientes, y aunque Schwartz y Lawson hayan tenido algo de peso dramático en sus historias, siguen estando ahí para hacer lo que mejor saben: hacer chistes y trabajar la dinámica de sus personajes en función del otro. No sé cuánto de su papel, ni siquiera si hay algo, es improvisado, pero la cadencia con la que interactúan invita a pensar que bastante. Pues bien, cuando los cuatro están en una sala haciéndose pasar un mal rato los unos a los otros es cuando la serie brilla más, aunque se caiga en la verborrea. Es increíble que no hayan recibido ninguna nominación como Mejor reparto de comedia en los premios de la Unión de Actores, porque su compenetración es mágica. Lo peor de la serie sigue siendo lo indefinidos que están algunos personajes protagonistas, aun habiéndose realizado ya 36 episodios. En especial Jeremiah Kaan, padre de Marty, que sigue sin existir a pesar del talento de Glynn Turman. Roscoe y Monica, hijo y ex-mujer de Marty, tienen más carne dramática a la que hincar el diente, pero los apretados 28 minutos de media que dura cada episodio parecen obligar a los guionistas a limitar nuestro tiempo con ellos. Y es una pena, porque la indefinición sexual de Roscoe y la imprevisibilidad que la estupenda Dawn Olivieri imprime a Monica les hace personajes muy interesantes.
La nueva temporada ha lidiado con el tema de la confianza en este mundo de grandes negocios que mueven enormes sumas de dinero, donde la amistad no existe y todo cambia de un momento a otro. La visión de Carnahan está cargada de vitriolo, donde los consultores se dedican a bailar números y presentar superficialidades. Un envoltorio reluciente hecho de volutas de humo. Con un jugoso negocio llevado a cuatro manos por dos amigos de toda la vida, Dre y Lukas, Marty y Jeannie se han implicado personalmente en el caso hasta mellar su relación. Es una metáfora algo obvia, pero ha dado momentos inesperados y ha permitido profundizar en la psique de estos dos personajes, sobre todo en el ansia de poder de Jeannie. Interpretada por una extraordinaria Kristen Bell, actriz con un carisma y fotogenia fuera de este mundo, la joven de corazón roto ha tomado las riendas de todos los obstáculos que se le han ido presentando, hasta el punto de superar en interés los problemas de Marty, al que Cheadle se acerca con talento y riesgo. Riesgo porque es un personaje antipático, nunca feliz con nada de lo que le pasa. La insatisfacción del que tiene mucho y quiere más. Sigue rompiendo la cuarta pared en momentos puntuales, convirtiéndose en narrador omnipresente de la historia, un guiño cómplice con el espectador que se usa casi siempre para explicar mejor la compleja terminología del mundo de las consultorías. El problema viene al retratar un mundo tan superficial y veloz (ayudado por el montaje, los movimientos de cámara y la música), ese espíritu se adueña del tono de la serie, de manera que nunca logra que nos impliquemos emocionalmente en lo que le está pasando a los protagonistas. Se tocan asuntos gordos que no se exploran del todo; los secundarios vienen y van sin dejar apenas huella; y la adicción de Clyde, los problemas de Doug, las inseguridades de Jeannie o los tormentos internos de Marty se quedan en la pantalla, estériles. El final de temporada es demoledor sobre el papel, pero el capítulo funde a negro y uno no tiene la sensación que debería tener al ver tales circunstancias. Cada temporada de House of lies es mejor que la anterior, pero esto sigue sin convertirla en una gran serie. Lo innegable es que una serie del siglo XXI, testigo claro de cómo está el mundo. | ★★★★★ |
Adrián González Viña
redacción Sevilla