El pasado siempre vuelve
crítica de Honeymoon | Líbánky, de Jan Hrebejk, 2013
¿Es ésta la persona más indicada para pasar el resto de mi vida? ¿Hasta que punto conozco de verdad el interior de mi pareja? ¿Nuestro yo del futuro sería capaz de reconocer al del pasado, y si así lo hiciese, se sentiría orgulloso, o tal vez avergonzado? ¿Qué secretos recónditos se agazapan bajo una fachada educada, sociable y afectuosa con los suyos? ¿Un recuerdo que creíamos aniquilado posee la capacidad de cambiarlo todo y girar de lado la tortilla? Todas estas preguntas de talante universal que nosotros, los humanos, solemos plantearnos en diferentes momentos de nuestras vidas subyacen en las profundidades de Honeymoon, un inquietante largometraje checo. Envuelto en suspicacias varias, condimentado con una tenebrosa música de piano capaz de erizar los pelos de muchas nucas, y basado en la evolución psicológica de sus personajes, y cómo éstos se adaptan o rebelan a los roles clásicos que la sociedad espera de ellos, asi como las tiranteces que surgen a raíz de un pasado turbulento, Honeymoon provoca una sensación de desazón que va engordando con el avance de su hilo argumental. El suspense ya camina de puntillas desde los primeros instantes de esta historia y la inclusión de un poderoso elemento sorpresa-que, cuando se escoge con acierto, es un filón de inmenso potencial- nos trasladan a un mundo donde reinan las dudas y las mentiras tienen las patas muy cortas. La narración parte de una base cotidiana: Teresa y Radim son dos treintañeros, con experiencias fracasadas en anteriores relaciones de pareja, acicalados y entusiastas a punto de pronunciar sus votos matrimoniales en compañía de viejos colegas y familiares queridos, incluido el hijo que Radim conserva de un matrimonio pasado. Todo parece impregnado de un ambiente de júbilo y celebración, entre canapés, copas de vino, chapuzones en el río y meteorología soleada, hasta que en la ceremonia irrumpe un hombre misterioso, flacucho y de inquietante presencia, llamado Jan Benda, supuesto viejo amigo de Radim, al que nadie parece haber invitado. Sus intenciones, a priori oscuras, y sus sutiles pero inquisitivas preguntas hacia el dúo de enamorados se convierten, desde el comienzo, en una intriga que dará al espectador ganas de seguir escarbando y escarbando hasta encontrar algo interesante.
Este drama psicológico acuñado por el director Jan Hrebejk (también autor de El amor en tiempos de odio, nominada al Óscar en el año 2000), nos trae un elenco de personajes copado de singularidades. Tras sus rostros de aparente normalidad acechan diferentes pecados y debilidades: bajo la apariencia de familia perfecta y feliz, Tereza es una mujer frágil, insegura y bondadosa, que lucha porque los fantasmas del pasado no la enjaulen de nuevo en un trastorno nervioso; Radim exhibe gestos de arrogancia, violencia contenida y secretismo por detrás de su imagen burguesa y bienavenida, mientras su nuevo suegro se cuelga el sambenito de líder espiritual de la familia y despliega dosis de recalcitrante paternalismo, y Renata, la otra hija de éste, vive a caballo entre el sexo por compasión, la confusión sentimental y aguantar al borracho del marido, autoconvencido de ser un estudioso exquisito del vino. Y todos ellos se hallan presentes en la unión, de simbólica importancia, de la pareja protagonista, brindando por su amor y deseando suerte y prosperidad para tiempos futuros cuando ese individuo desgarbado, de gafas de pasta y americana negra rompe la tranquilidad con un regalo peculiar y terrorífico, y sobre todo, la intención de hablar a solas con Tereza sobre acontecimientos y recuerdos extraños y turbios acerca de su prometido, que se remontan a muchos años atrás. Con un tiempo narrativo lineal, sólo roto por la presencia de algún estremecedor flashback, y un espacio cuidado, luminoso por fuera pero repleto de tensiones por dentro, comenzamos a vislumbrar las grietas que amenazan con perturbar el futuro soñado por el matrimonio, y a temer por ese pasado monstruoso que, en cualquier momento, puede regresar y engullir los logros presentes. Lo mejor de Honeymoon es su hermosa y cuidada fotografía a cargo de Martin Strba, que a través de audaces juegos de luces combina interiores y exteriores en la persecución de esa verdad molesta sobre la vida de Radim, sin restarle siniestralidad a la estética. Otro rasgo distintivo es la construcción compleja de sus personajes, envueltos en un aura de problemas y dispuestos a comprobar su capacidad de perdón y los límites de su confianza; permiten que más que juzgar de antemano, imaginemos los posibles rumbos que pueden tomar, y nos hacen dudar constantemente de su culpabilidad. Posiblemente, para tratarse de su género, no cuente con excesivos instantes de angustia, pero en contraposición a la tensa lentitud del desarrollo de la trama, que nos deja caer pequeñas pistas a cuentagotas, el clímax de los veinte minutos finales constituyen un punto álgido sólido, congruente y que resuelve de manera satisfactoria los frentes abiertos al comienzo de la historia.
Honeymoon tiene sus puntos flacos: los flashbacks resultan en ella recursos inteligentes y cargados de peso y de información preciada que Jan Hrebejk pudo haber explotado más, así como rescatar más trozos del oscuro pasado de Tereza, un personaje cuyo principal rasgo es la compasión hacia los demás unida a una gran falta de seguridad en si misma. El papel del invitado “sorpresa” se postula como la pieza que más y mejor desequilibra los nervios y las ansias del espectador, y sobre el que recae el suspense, gracias a un la persecución de un ítem fundamental como la identidad. Quizá lo más destacado de esta historia sean las preguntas universales, que como todo buen drama psicológico, formula sin flaquear a partir de la aparición de este personaje indeseado por el esto; preguntas que replantearnos acerca de la violencia sobre los débiles, la imposición de valores, la libertad dentro de los parámetros sociales y la verdadera complicidad de pareja, así como esa duda perenne de si se nos echarán encima de nuevo, todas aquellas mentiras que un tiempo atrás, creímos enterrados bajo paladas y paladas de tierra. | ★★★★★ |
Andrea Núñez-Torrón Stock
redacción Santiago de Compostela
2013, República Checa, Líbánky. Director: Jan Hrebejk Guión: Petr Jarchovsky. Música: Ales Brezina. Fotografía: Martin Strba. Productora: Coproducción República Checa-Eslovaquia: Fog´n´Desire Films/ K Film plus. Reparto: Anna Geislerová, Stanislav Majer, Jirí Cerný, Borivoj Cermak, Daniela Choderová, David Máj. Presentación oficial: Karlovy Vary 2013 (Sección Oficial).