Pasos hacia la vida adulta
crítica de Girls (2012-) | Temporada 3
HBO | 3ª temporada: 12 capítulos. | EEUU, 2014. Creadora: Lena Dunham. Directores: Lena Dunham, Jesse Peretz, Tricia Brock, Jamie Babbit, Richard Shepard. Guionistas: Lena Dunham, Jenni Konner, Judd Apatow, Paul Simms, Murray Miller, Bruce Eric Kaplan, Sarah Heyward. Reparto: Lena Dunham, Adam Driver, Allison Williams, Jemima Kirke, Zosia Mamet, Alex Karpovsky, Andrew Rannells, Peter Scolari, Becky Ann Backer, Gaby Hoffmann, Ebon Moss-Bachrach, Richard E. Grant, John Cameron Mitchell. Fotografía: Tim Ives. Música: Michael Penn.
Girls ha perdido la magia. La primera temporada de esta comedia logró el milagro que algunas series consiguen a veces: facturar una temporada perfecta. Fueron una decena de episodios preñados de diálogos brillantes, dirección elegante, estupenda música, temas complejos y un puñado de estrellas revelación. Un equilibrio que estaba destinado a acabar rompiéndose, pero que hasta entonces dejó una ristra de grandes momentos. Dos años después, y con la tercera tanda terminada hace unos días, no parece que los astros vayan a volver a conjugarse de tal forma. Aun así, la serie sigue siendo muy superior a la media del subgénero de las series de relaciones. Tiene ocasionales chispazos de genio en los diálogos y en la forma en la que la creadora Lena Dunham cuenta sus historias. Existe una palpable sensibilidad en su mirada, pero nunca ñoñería. La inclemencia para con sus personajes es evidente, lo cual la honra teniendo en cuenta que es la protagonista de la serie, y ocasional directora.
La segunda temporada cerraba con un “cliffhanger emocional” que desconcertó a muchos, incluido un servidor, porque parecía sacado de otra serie. Una mucho peor. La acción se retoma unos meses más tarde con un mazazo de la realidad: Hannah y Adam están juntos pero su felicidad se verá interrumpida por la muy difícil hermana de éste (espléndida Gaby Hoffman), Marnie tiene el corazón roto y sigue sumergida en un pozo sentimental, Jessa está en rehabilitación y a Shoshanna le está pasando factura su actitud de libertad sexual. Es evidente que Dunham y sus guionistas están encantados con Adam Driver, ya que su tocayo en la pantalla ha crecido en importancia y sabiduría. Driver, como la magnética Jemima Kirke, se nota un intérprete instintivo, de forma que su trabajo rezuma verdad. Suyas son la mayor parte de las sentencias más lúcidas y mejor escritas de la temporada (su reflexión involucrando semen y saliva sobre qué significar amar a alguien en Solo mujeres (3.1) es increíble), mientras su personaje navega por sus propios problemas y se hace más claro en medio de tanto joven inconsistente.
Persisten los problemas que la serie lleva arrastrando desde la segunda tanda, y que estaban algo esbozados en la primera: lo desdibujadas que están las otras chicas del cuarteto protagonista. A pesar de tener unas tramas de peso, hay que fijarse en los pequeños momentos para poder seguir lo que pasa con Jessa y Shoshanna, ya que la elipsis está bastante presente en sus porciones de cada capítulo. A veces da la impresión de que Girls debería durar diez minutos más para poder nivelar las cosas. Está presente también la previsibilidad en algunas tramas, que presentan hechos como inexorables pero sin sorprender entonces al público. Uno de los grandes valores de la serie, que puede mantener gracias a la libertad temática de HBO, es el tratamiento de las escenas de sexo, en toda su incómoda cotidianidad. Son escenas feas, porque muchas veces el sexo no es bonito, independientemente del sentimiento de los implicados. El estar en una cadena de premium cable también ayuda a sostener en el tiempo —32 episodios ya— un grupo de protagonistas con lo que cuesta empatizar (o que sean directa y deliberadamente inaguantables, como el recuperado Elijah de Andrew Rannells). Aunque la audiencia pueda entender lo que les pasa y pueda haber estado en situaciones similares, la clara apuesta de la creadora por no hacer más digeribles sus comportamientos es arriesgada. Cuando termina la temporada, Adam es la mejor persona del grupo de personajes habituales. Y que Dunham haya logrado esto cuando el piloto de la serie lo presentaba como un extraño hombre con querencia por los juegos de dominación sexual es loable.
Si se obvia la dimensión mediática de la guionista/directora/actriz que está detrás de la serie (un tema que merecería ser objeto de un estudio sociológico, sobre todo por las implicaciones que existen en la ferocidad de los ataques hacia la mujer), lo cierto es que Lena Dunham hace un trabajo muy meritorio en múltiples sus facetas. Sigue siendo mucho mejor guionista y directora que actriz, pero a sus 27 años afronta temas nada fáciles (la muerte, el amor, la cordura, la satisfacción profesional) y no da respuestas sencillas. Ninguno de sus personajes es una visión complaciente del ser humano, y representan concisas ideas de lo que supone entrar en la edad adulta con distintos grados de preparación. Si la segunda temporada tenía un tono más experimental, como si la serie estuviera mutando en busca de un nuevo sabor, esta tercera transmite más seguridad. La creadora y sus guionistas (donde destaca el nombre del productor ejecutivo Judd Apatow, que ha co-escrito tres episodios esta temporada, en lugar de su habitual firma en un solo capítulo) no titubean con los personajes y lo que les sucede, que funciona como lecciones nada moralistas ni enfatizadas para que avancen en sus vidas (el final de Jessa es de una sabiduría admirable). Esto se contagia a la cámara, que ofrece algunas primorosas composiciones, y a los intérpretes, que cumplen a la perfección.
El alcance de la visión de Girls se ve algo distorsionado porque estamos en una comedia. La opción de Dunham es filtrar todos estos importantes eventos a través del prisma de un sentido del humor extravagante y nada inocente, que navega desde la limpia carcajada (el reencuentro entre Elijah y Hannah) hasta la estupefacción y la pretendida vergüenza ajena. Esto hace que a serie caiga en ocasiones en una desmedida espiral de humor crispado que no funciona, o en un ya cansino ejercicio de comedia de la crueldad, con ramalazos puramente misantrópicos (la madre y tías de Hannah). La visión de conjunto está atravesada de tanto en cuando por inesperados momentos dramáticos que funcionan. La discusión a cuatro bandas de La casa de la playa (3.7) o el último momento de la temporada, la realización de un sueño para Hannah, tienen una honestidad imponente. Es una criatura de su tiempo que sabe jugar con las expectativas y proyecciones de la audiencia y cuya narración parece construirse a sí misma a cada paso dentro de un férreo plan maestro, de manera que la inestabilidad general de la vida a los 20 años encuentra un acertado reflejo. Nuestras protagonistas vuelven a quedar en un estado emocional alterado, por lo que solo cabe esperar para comprobar si esto las ayuda a avanzar de una vez. | ★★★★★ |
Adrián González Viña
redacción Sevilla