¿Quieres bailar conmigo?
crítica de Main dans la main (De la mano) | de Valérie Donzelli, 2012
Lo confieso a voz en grito: Me encanta Valérie Donzelli. Sus apuestas de colorido frenético, canciones de punk y electrónica junto a piezas clásicas, historias vitalistas y enérgicas plagadas de bifurcaciones y planos de elegante trazado consiguen que se me haga boca agua ante la pantalla sin necesidad de poner palomitas a calentar en el microondas. Valérie es valentía cromática, puro realismo mágico a golpe de pop. Con los filmes de esta mujer me sucede algo parejo a los de Bertolucci, y es que sin conocer previamente su argumento, solamente su estética logra pincharme al comienzo esa droga que el cupido cinematográfico inyecta en las venas de sus enamoradizos espectadores, (aunque sea obvio que sin una trama decente, cualquier imagen se queda en agua de borrajas, pero nada de esto les sucede a las brillantes propuestas de Valerie ni del veterano cineasta italiano). En esta ocasión la perspicaz directora regresa de la mano de una comedia musical e hilarante; romanticona a más no poder, de inverosímiles giros y sobre todo, mucho baile. Un baile poco comedido, encandilador que cose el guión desde los pies de sus personajes. Pies que danzan, se arquean y se retuercen dominados por la música; piernas que sucumben al encanto ineludible del ballet, cuerpos amateurs rendidos al ritmo, niñas acompasando el vaivén de sus tutús. Es este filme, bautizado Main dans la main, por encima de todo una historia de amor imposible, un romance intenso, peculiar y extravagante, tan indigno de la pobre realidad cotidiana como digno del cine francés; un encuentro fortuito entre dos bailarines bajo una atmósfera de cuento de hadas, tensiones sexuales y escenarios luminosos. ¿Cuántas historias de amor originales despuntan cada año en el mundo del celuloide? Desde luego, pocas, y ésta desde luego no responde a los cánones de un romance cualquiera al uso. En este tercer proyecto cinematográfico tras su ópera prima La reina de corazones (2009) y la unánimemente aplaudida por la crítica Declaración de guerra (2011), co-escrita con Jérémie Elkaïm y basada en sus propias vivencias, su autora repite sus evidentes señas de identidad: dirige, escribe y se pone en la piel de un protagonista (aunque por vez primera, con un rol secundario) para contarnos un flechazo y sus controversias en clave musical.
Joachim “Jojo” Fox (Jérémie Elkaïm) es un joven y atractivo cristalero de provincias asalariado en un taller, que vive con su hermana Vero (Valérie Donzelli), los cuatro hijos de ésta y su marido. Prepara con ella un pequeño número para el Concurso Amateur de Danza de Mónaco y recorre incansable las calles de París con su tabla roja de skate. Hélène Marchal (Valerie Lemercier) es una mujer madura y de temperamento serio, dedicada a dirigir la prestigiosa escuela de ballet de la Ópera Garnier de Paris. Entre sus estratos sociales y vidas personales existe una distancia gigante cuyo único eje en común es el baile. Cuando Jojo acude a la ópera a reparar unos cristales y conoce por casualidad a la imperturbable Hélène, nace una simbiosis amorosa imposible de quebrar que los hace presos uno del otro; sin explicación aparente, ambos personajes no pueden separarse, ni alejarse, mientras que una fuerza absurda e ineludible provoca que repitan los mismos movimientos y gestos. En un abrir y cerrar de ojos, sus vidas cambian, abocadas a cumplir este rocambolesco designio de sus naturalezas. Exhibiendo un clásico humor francés, el filme muestra como estos dos atípicos enamorados, que no comparten generación, ni estética, ni ideas, ni extracto bancario (que no se parecen, vamos, ni en el blanco de los ojos) intentan lidiar con ese impulso que guía a la vez sus cuerpos, acompañados de secundarios adorables que arrastran con ellos sus genuinas historias. Y mientras bailan, Donzelli juega con su carrusel de inesperados recursos cinematográficos y soluciones técnicas que caracterizan su impronta: La imagen se subordina al colorismo intenso, la ebullición de contrastes y la exquisitez de planos, los efectos sorprendentes, y unos montajes veloces, afrodisíacos, rebosantes de maestría. Todo ello como parte de un ritmo veloz, como si sus personajes tuviesen que vivir rápido, y a la vez saborearlo todo con énfasis. Las características voces en off encuadran una estructura narrativa que dota a sus historias del aura entrañable de la oralidad, de la musicalidad de los cuentos.
En Main dans la main hallamos a unos personajes débiles e inseguros, a veces frustrados y otras eufóricos, trémulos ante su repentina conexión y seriamente influenciados por sus respectivos entornos, que bajo cielos de colores imposibles, clases intrincadas de ballet y camas compartidas con amistades dudan entre oponerse o abandonarse a esa fuerza sobrehumana a la que llaman amor, que paradójicamente se ha hecho dueña de sus gestos y extremidades. No supera (era una empresa difícil) a su predecesora y se postula como una obra más ligera y con menor peso dramático, pero escandalosamente hilarante, de fascinante banda sonora, y secuencias memorables de baile, de romance y desamor, y de carcajada limpia. Transgrede la rutina de los amores convencionales y nos enseña, durante hora y veinte, a olvidarnos de nuestros grisáceos problemas. Parafraseando a una de sus protagonistas: Ya sabes, todos arrastramos nuestras cadenas, pero a veces su tintineo es agradable. | ★★★★★ |
Andrea Núñez-Torrón Stock
redacción Santiago de Compostela
Francia, 2012, Main dans la Main. Director: Valérie Donzelli. Guión: Valérie Donzelli, Jérémie Elkaïm, Gilles Marchand. Reparto: Jérémie Elkaïm, Valérie Lemercier, Valérie Donzelli, Eric Lartigau, Philippe Laudenbach Productora: Cofinova 8 / SCOPE Invest / Scope Pictures Presentación oficial: 2012, Festival de Roma: Mejor actor (Jérémie Elkaïm). 2014, Atlántida Film Fest.