La mujer que cayó a la tierra
crítica de Under the Skin | Jonathan Glazer, 2013
Desde que empezaron a aparecer los primeros detalles argumentales de Under the Skin, surgió una comparación, si bien inevitable no por ello menos molesta, que colocaba a la película de Jonathan Glazer (Sexy Beast) como la versión gafapasta de Species (Roger Donaldson, 1995). Es una manía de estos tiempos que corren, eso de convertir una historia en “una versión de…” sólo por el hecho de compartir ciertos elementos argumentales, aunque sean totalmente distintas en cuanto a forma, intención o incluso fondo (que se lo pregunten a la gente detrás de Los juegos del hambre… o de Battle Royale, que no sé cuál de los dos lados debe de estar más harto de la comparación de marras). Y es que, si bien Under the Skin comparte un –mínimo- punto de partida con la película de Donaldson (una hermosa mujer, que en realidad resulta ser un alienígena, devorando hombres literal y metafóricamente por toda la ciudad), cualquier posible parecido acaba ahí.
Basada, o mejor dicho, inspirada, en una novela del escritor holandés Michel Faber (publicada en España por Anagrama, con el título de Bajo la piel), Under the Skin tiene por protagonista absoluta a Scarlett Johansson, quizá un tipo de actriz que descoloca ver en una película como esta. Algo que, pensándolo bien, no es en absoluto gratuito. Toda ella es un elemento discordante, tanto a nivel actoral (una estrella de Hollywood en mitad de rostros absolutamente desconocidos, cuando no directamente no profesionales) como puramente físico (la exuberante belleza de la actriz choca frontalmente con los pálidos y anodinos aspectos de todo el resto de personas que vemos en pantalla). En manos de Glazer, Scarlett Johansson resulta todo lo alienígena que uno puede esperar de alguien que, viviendo en la “galaxia Hollywood”, hubiese caído en medio del común de los mortales. Por cierto, que nadie espere ver a la Scarlett glamourosa y radiante a la que el público está acostumbrado: parapetada tras un exagerado abrigo de piel falsa, una peluca negra y un kilo de maquillaje aún más choni que el de su personaje en Don Jon, la actriz neoyorkina aparece casi como una caricatura de sí misma; algo que podría bordear el ridículo, de no ser porque el espectador está más ocupado observando, con cierto mal rollo en el cuerpo, el rostro impasible bajo el maquillaje, los ojos de un ser que no se inmuta ante lo que ve. Del que intuimos que podría devorarnos sin pestañear. Esos primeros planos del rostro frío y vacío de la criatura que hay tras el volante de la destartalada furgoneta blanca que recorre las calles de Glasgow observando, buscando, eligiendo, son mucho más perturbadores que algunas de las situaciones más obvias que se puedan plantear durante la película. Puede que con este extraño ser, que apenas pronuncia un puñado de frases en todo el metraje, Jonathan Glazer le haya regalado a Scarlett Johansson el mejor papel de su carrera, al menos hasta el momento.
Pero no es Scarlett lo único reseñable. Como su título indica, esta es una película capaz de meterse bajo la piel del espectador, provocándole extrañeza, inquietud, turbación. A diferencia de las anteriores películas de Glazer, mucho más convencionales cinematográficamente hablando, Under the Skin es un puro chute de sensaciones, ninguna de ellas especialmente agradable o placentera, porque el director así lo quiere. Las calles de Glasgow son grises, frías y vulgares (posiblemente la única opinión posible que sobre la ciudad escocesa pueda tener alguien originario de Londres, como es el caso de Glazer), y las zonas rurales son salvajes y amenazadoras, un auténtico Muro de Adriano poblado de horrores (a fin de cuentas, son los mismos páramos por los que paseaba el licántropo original de Un hombre lobo americano en Londres… o por donde corría sus andanzas la familia de antropófagos de Sawney Beane), capaz de frenar cualquier invasión que se le ponga por delante, venga de donde venga.
Pero volvamos al principio de esta historia, al tema de comparar Under the Skin con Species. Puestos a buscarle influencias, no es al Alien de softcore baratillo protagonizado por Natasha Henstridge al que recuerda, sino a una de las obras magnas de un director británico tan extraño y fascinante como desgraciadamente olvidado, cual es Nicolas Roeg. Me refiero, claro está, a El hombre que cayó a la tierra (1976), cuyo alienígena atractivo y extraño encarnado por David Bowie podría ser perfectamente primo hermano del de Under the Skin. Hay quien, después de esta película, ha comparado a Jonathan Glazer con Gaspar Noé (algo de eso hay, aunque la comparación sea exagerada: Glazer es muy superior a Noé), con David Lynch y hasta con Stanley Kubrick. En la modesta opinión de quien esto escribe, Glazer, con su universo onírico y bizarro poblado por gángsters despiadados, estrellas de rock —no olvidemos que Glazer es un respetado director de videoclips—, mujeres atormentadas, creencias extrañas, y ahora también, seres de otros planetas, es el perfecto heredero de Roeg, el mismo hombre que co-dirigió una de las obras más extrañas del cine de los años setenta (Performance, 1970) y que estuvo detrás de la más malvada —y divertida— de las adaptaciones al cine de las obras de Roald Dahl (El retorno de las brujas, 1990). Under the Skin es la prueba definitiva de ello. | ★★★★★ |
Judith Romero
© Revista EAM / Londres
Ficha técnica
Reino Unido, 2013. Director: Jonathan Glazer. Guión: Walter Campbell y Jonathan Glazer (basado en la novela de Michel Faber). Productora: Film4 / British Film Institute (BFI) / Silver Reel / Creative Scotland / FilmNation Entertainment / Nick Wechsler Productions / JW Films / Scottish Screen / UK Film Council. Presentación: Festival de Telluride 2013. Fotografía: Daniel Landin. Música: Mica Levi. Montaje: Paul Watts. Intérpretes: Scarlett Johansson, Paul Brannigan, Jessica Mance, Krystof Hádek, Scott Dymond, Michael Moreland, Jeremy McWilliams, Steve Keys.
Cortocircuito emocional
crítica de Under the Skin | Jonathan Glazer, 2013
este artículo contiene spoilers.
La vascularización sanguínea, tan importante para el correcto funcionamiento de nuestro delicado organismo, tiene la particularidad de, en determinadas ocasiones y movida por la intervención de otros estímulos externos (sensoriales mayormente), concentrar un elevado porcentaje de sangre en una zona muy específica, llenando así de humor —segunda y sexta acepción de la palabra según la RAE— los genitales masculinos y atrofiando la funcionalidad del resto de órganos, concretamente del cerebro. Conocedores de esta singular debilidad, los extraterrestres que protagonizan Under the Skin (enormemente inteligentes como es habitual en la versión cinematográfica de las razas alienígenas) no dudan en enviar a nuestro planeta, a Escocia para ser exactos, un miembro de su estirpe con una apariencia que, sin apenas esfuerzo, logre la embolia temporal de la que veníamos hablando, para capturar a pobres incautos de divertido acento escocés —imaginamos que esto será apreciable únicamente en versión original—, sin familiares o amigos que puedan echarlos de menos, y que servirán posteriormente dé alimento para estas despiadadas criaturas. Nadie mejor que la considerada mujer más sexy del mundo, Scarlett Johansson, para llevar a cabo tan delicada tarea (como hizo la guapa Sil —Species, 1995— por propósitos similares).
Si en Her (2013), Spike Jonze quiso demostrar que la actriz es capaz de llevarse a la cama (figurada y literalmente hablando) a cualquiera, valiéndose únicamente de su sensual voz, Jonathan Glazer se muestra mucho más expeditivo, limitando mucho su registro vocal y desnudándola integralmente por la eficiencia pragmática de quien quiere algo y lo quiere de manera inminente. El resultado no podría ser más satisfactorio, en tanto que sus víctimas se convierten, inmediatamente después de contemplar su exuberante físico, en órganos fálicos con vida propia que tiran de un cuerpo inerte con función de vehículo (la mayoría totalmente exánimes, aunque los hay que todavía tienen sangre suficiente en las extremidades para realizar una hipnotizante y grotesca danza de apareamiento) y les conduce de manera irremediable e inconsciente a una espantosa muerte. Pese a conservar ese humor negro tan característico que le hizo famoso en el año 2000 con Sexy Beast, el director no plantea la fantástica trama como una comedia, es más, hay momentos de absoluta crueldad destinados a la comprensión (y finalmente animadversión) de la fría e insensible idiosincrasia marciana.
En la primera parte de la cinta, Glazer nos muestra la adaptación y el utillaje utilizado por la protagonista como medio de conseguir sus propósitos, una mujer que no duda en mercadear con su cuerpo sin pudor alguno para satisfacer los encargos de un misterioso motorista que, a modo de proxeneta, evaluará la eficiencia de su trabajo en función de la carne recaudada. Todo es extremadamente sórdido, el sonido es incisivo y repetitivo, marcando el compás de una perturbadora fotografía que alcanza su clímax en una escena lynchiana (hasta el propio Hombre Elefante pensó que todo era un sueño) que servirá de introducción a la segunda parte. En ésta se produce la alienación del “Alien”, o mejor dicho, la humanización. Un proceso involutivo muy común en seres “inteligentes” que se empeñan en descender un escalafón en la cadena evolutiva. Transformación que llegamos a entender ya que es similar a la descrita por el propio director en la antes mencionada Sexy Beast —en este caso sería animalización— donde un ser humano (Ben Kingsley) se afanaba en demostrar su embrutecimiento, como si le molestara el ápice de raciocino que pudiera quedarle, mientras repetía monosílabos, gritaba (o ladraba) mostrando una completa falta de sentido común. El ritmo narrativo se vuelve entonces más armónico, el “abstractismo” truculento del comienzo dará paso al naturalismo y al existencialismo reflexivo (como el utilizado por Tarkovsky, también con la ciencia-ficción como pretexto, en gran parte de su obra), llegando con él las primeras reacciones imperfectamente humanas (también llamadas sentimientos): el miedo, la empatía y ¿el amor?
Pero esa regresión intelectual parece mucho más sencilla en seres terrenales, por lo que su intento quedará frustrado, dando como resultado una crisis de identidad que la lleve a un estado de profunda soledad y decepción, comparable al sufrido por algunas de las grandes figuras del género de terror, como El monstruo de Frankenstein o los Freaks de Tod Browning; para llegar así a una disociación que por fin nos haga conocer lo que hay Bajo la piel, bajo ese níveo, esponjoso y delicado tejido que oculta la siempre disimulable pero ineludible realidad. Una realidad que no pinta nada bien, teniendo en cuenta que la protagonista camina descarriada entre los dos únicos mundos que conoce: uno al que ha traicionado imperdonablemente, y otro en el que nunca será aceptada. Ese miedo a lo desconocido, el rechazo hacia todo lo que no comprendemos/queremos comprender o, simplemente hacia todo aquello que supone un cambio, ha quedado terroríficamente reflejado gracias a este thriller, como también lo ha hecho el controvertido dilema moral que se pregunta qué nos hace mejores (si es que hay algo) de otras especies; conflicto que Ellen Ripley supo expresar perfectamente mientras viajaba a bordo de la nave Nostromo en el clásico de Ridley Scott: Alien, el octavo pasajero, 1979, “No sé qué especie es peor… al menos ellos no se matan por un estúpido porcentaje.” Uno de los ejercicios más cercanos y accesibles que se han hecho sobre extraterrestres y que, pese a mezclar algunos de los elementos más característicos de la meta-cinematografía fantástica, representada por genios como Bergman o Dreyer, —como el uso de una narrativa visual deliberadamente lenta que permita al espectador recrearse en la diégesis y en los componentes oníricos—, se ve muy simplificado gracias a la sencilla pero impactante presencia de su única protagonista, y al gran trabajo de un realizador que, con sólo tres películas en su haber, ha demostrado sobradamente su predisposición a sorprender por medio de obras tan personales y originales como Under the Skin. | ★★★★★ |
Alberto Sáez Villarino
© Revista EAM / Dublín
Ficha técnica
Reino Unido, 2013. Director: Jonathan Glazer. Guión: Walter Campbell y Jonathan Glazer (basado en la novela de Michel Faber). Productora: Film4 / British Film Institute (BFI) / Silver Reel / Creative Scotland / FilmNation Entertainment / Nick Wechsler Productions / JW Films / Scottish Screen / UK Film Council. Presentación: Festival de Telluride 2013. Fotografía: Daniel Landin. Música: Mica Levi. Montaje: Paul Watts. Intérpretes: Scarlett Johansson, Paul Brannigan, Jessica Mance, Krystof Hádek, Scott Dymond, Michael Moreland, Jeremy McWilliams, Steve Keys.