Reencuentros
crítica de After You’ve Gone (1x07) | True Detective (Temporada 1)
Este artículo contiene spoilers*
HBO | EE.UU, 2014. Director: Cary Joji Fukunaga. Creador: Nic Pizzolatto. Guión: Nic Pizzolatto. Reparto: Woody Harrelson, Matthew McConaughey, Michelle Monaghan, Michael Potts, Tory Kittles, Shea Whigham, Lili Simmons. Fotografía: Adam Arkapaw. Música: T Bone Burnett.
La primera temporada de True Detective, la serie que está en boca de todos, llega a su recta final. Pero el camino, si bien tortuoso, no se ha alargado innecesariamente ni ha tomado derroteros laberínticos, algo que se ha evitado no sólo gracias al número limitado de capítulos, sino a la coherencia artística que asegura contar en todos ellos con el mismo equipo. Con Pizzolato manejando el libreto y Fukunaga dirigiendo la cámara, la serie ha mantenido hasta ahora un hilo conductor consistente, y a la vez ha ido ganando enteros y dejando mayor poso en el espectador. Pero lo que diferencia a este séptimo capítulo de los anteriores y puede que lo sitúe incluso por encima es que, aunque el estilo y el contenido siguen siendo análogos, da la sensación de ir más al grano. Se cerraba el capítulo anterior con un plano final de Marty y Rust reencontrándose y citándose para charlar mediando un par de cervezas. Y After You’ve Gone materializa esta acción desde su comienzo. En otras palabras, no utiliza la táctica distractora de otros episodios que no comenzaban donde lo había dejado el anterior: aquí ya no hay tiempo para subtramas (ni ya hacen falta), por lo que la narración prosigue de forma más directa.
Ello se comprueba igualmente desde el punto de vista más técnico, pues a lo largo de este episodio prácticamente se abandona el recurso hasta entonces muy utilizado de las escenas intercaladas en el tiempo. Ahora ya la acción transcurre casi en su totalidad en el presente, y apenas abandona el restablecido compañerismo entre Marty y Rust. En efecto, éste logra convencer a aquel de que le ayude a profundizar en su investigación de los crímenes que le atormentan desde 1995, dándonos nuevos datos que empiezan a concretar cada vez más la culpabilidad en torno a la familia Tuttle. De hecho, la trama adquiere un componente policiaco más claro y absorbente, con un par de secuencias situadas en nuevas localizaciones podríamos decir que típicas del género negro, como un garaje aislado y oscuro, un amplio pero estéril local de investigación privada o un bar siniestro y mugriento. Éste último lo regenta Rust, mientras que el anterior local pertenece a Marty: son sus respectivos puestos de trabajo después de que ambos perdieran su puesto en el departamento policial. Ahora vemos por tanto más claramente a donde ha ido a parar su vida llegada la mediana edad, y Pizzolato y Fukunaga lo aprovechan para insertar uno de los pocos momentos del capítulo que se desvían de la trama principal.
Hablamos de una poética descripción de Marty y Rust de sus ocupaciones cotidianas, contadas a través de dos breves escenas que nos recuerdan que esta serie también está marcada por la nostalgia, introducida a base de luminosos detalles líricos. Otro gran ejemplo fue esa impresionante elipsis para mostrarnos cómo crecían las hijas de Marty en el capítulo 5. Y es que por debajo de toda la negrura y el nihilismo pueden surgir brotes de compasión y humanismo. Pero en este caso, como adelantábamos, la fluidez de la historia es mayor, y lo es no sólo porque el montaje sea más cronológico y uniforme (que tampoco lo es siempre), abandonados definitivamente los interrogatorio a cargo de los detectives Gilbough y Papania, sino porque todo en general parece más acompasado y amortiguado. Los personajes se mueven bajo un halo de trágica inevitabilidad, que ni siquiera los paréntesis más sensibles consiguen romper, y aunque la intensidad no es trepidante, la atmósfera se mantiene en una constante nota opresiva e inquietante. Cada escena tiene su tempo adecuado y las caracterizaciones están ya perfectamente definidas, sin sorpresas que las enturbien, por lo que el espectador puede sumergirse sin contratiempos en el drama. Si a ello añadimos un último acto que vuelve a los exteriores de los pantanos, tan característicos de otros episodios, pero ahora visualizados de forma más imponente y ominosa, el efecto es decididamente resonante. Y no precisamente por el ruido, sino por el silencio que envuelve a esa última secuencia en la que los personajes de la trama principal (Marty, Rust, el o los villanos y Gilbough y Papania) se reencuentran sin saberlo, a poca distancia unos de otros, anticipando la tormenta que está por precipitarse en el último episodio, resolviendo los conflictos de cada uno de ellos. Un cliffhanger en toda regla. | ★★★★★ |
Ignacio Navarro
redacción Madrid