Despojo humanista
crítica de September, de Penny Panayotopoulou, 2013
Una de las cinematografías de moda en el circuito festivalero reciente, al menos en Europa, es la griega. Giorgos Lanthimos le dio un gran impulso en 2009 con una de esas películas que dejan huella y marcan tendencia: Canino. A partir de ahí, varios de sus compatriotas se fueron apuntado a un tipo similar de cine perturbador, inherente e íntimamente extraño, sin duda el reflejo de un país en profunda crisis de valores (tanto en el sentido cultural del término como en el material). Valga citar otros dos ejemplos más recientes: Luton (Michalis Konstantatos, 2013) o Miss Violence (Alexandros Avranas, 2013), ambas chocantes radiografías del microcosmos familiar. La primera se pudo ver en San Sebastián y la segunda en Venecia, e incluso en otro de los tradicionales festivales de categoría A del continente, el de Karlovy Vary, hizo acto de presencia una tercera película proveniente del país mediterráneo: September. Esta última sin embargo no resulta muy representativa de la mencionada corriente helena, pues su singularidad no está asociada a la violencia o a la extravagancia, sino a la simple marginalidad.
En concreto, Panayatopoulou nos cuenta en esta cinta la historia de una mujer anodina, una treintañera griega que lucha contra su soledad. Para ello cuenta únicamente con la compañía de un perro, con el que comparte habitación en su piso y al que lleva todos los días a su trabajo de hostelería, dejándolo en el coche aparcado fuera pero interesándose periódicamente por su situación. Realmente el cariño y el cuidado que profesa hacia su mascota son conmovedores, y durante un buen trecho el metraje se basa casi exclusivamente en la relación entre ambos… Hasta que de repente el animal fallece, provocando en su dueña una desolación más cercana a la depresión que al tormento, en consonancia con su naturaleza tímida y apagada. En cualquier caso, intenta sustituir el vacío relacionándose con una familia vecina, en cuyo jardín ha creído oportuno enterrar al perro. La ama de la casa la conoce y al principio parece que sí puede surgir una amistad más sana y duradera entre ambas, pero no hay que olvidar que la trama está marcada por el sello de la alienación, y por tanto es improbable que lo anterior se consiga.
Su componente perturbador en efecto trae causa de ese patético aislamiento que sufre su protagonista, pero que adivinamos compartido por otras muchas personas, incluso por aquellas que consiguen rodearse de cierta compañía para tener la ilusión de estar sorteándolo. En otras palabras, estamos hablando de una enfermedad contagiosa, y es esta la razón principal (no el desprecio ni el egoísmo) por la que la relación entre las dos mujeres discurre por un camino que mezcla la empatía y la necesidad con la pena y el rechazo. Esta segunda mujer está casada y tiene hijos, vive en una casa más elegante y próspera y parece sentirse feliz y realizada. Pero en el fondo se identifica con la protagonista y su ambiente enseguida se enrarece ante la presencia extraña y cada vez más insistente de esta última. Pese a su aparente sencillez, el conflicto dramático tiene por tanto varias capas, y Panayatopoulou lo desarrolla sin apenas titubeos pero también sin ningún tipo de alarde visual ni narrativo, confiando plenamente en la expresividad de sus actores (la actriz principal tiene el rostro imperfecto de Kora Karvouni) y en su ritmo pausado y naturalista.
En este sentido, September es una de esas películas de nimio presupuesto y limitado alcance. Rodada en pálidas localizaciones urbanas, el decorado refuerza su austeridad, algo a lo que también contribuyen una puesta en escena directa e invisible o la carencia de música diegética o extradiégetica. Pero ello no impide que la narración esté bien llevada, apostando al fin y al cabo por la mera lógica y el sentido común, y consiguiendo gracias a ello una afortunada verosimilitud. Conviene destacar esta cualidad a priori obvia porque, recordémoslo, la premisa es relativamente extrema. Así pues, en ello la película no se aparta tanto de la tendencia dominante entre sus producciones paisanas, pero sí lo hace en el resultado. Deja huella no por su naturaleza desconcertante y turbadora, sino por su carácter llano y genuino. En definitiva, dibuja un paisaje oscuro y desalentador en un marco claro y familiar, apuntando que la luz al final del túnel no puede venir sino por la aceptación y el acomodo de ese rasgo inevitablemente humano que es la melancolía. | ★★★★★ |
Ignacio Navarro
enviado especial a la 48ª edición del Festival de Karlovy Vary
Alemania & Grecia, 2013. Director: Penny Panayotopoulou. Guión: Penny Panayotopoulou & Kallia Papadaki. Productora: Twenty Twenty Vision Filmproduktion GmbH / ZDF/Arte. Fotografía: Giorgos Michelis. Música: Giorgos Zachariou. Montaje: Petar Markovic. Reparto: Kora Karvouni, Maria Skoula, Nikos Diamandis, Christos Stergioglou, Youlika Skafida.