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    Cine Alemán Siglo XXI

    Cine Club | La noche del demonio (1957)

    La noche del demonio (1957)

    La noche del demonio

    Night of the Demon, de Jacques Tourneur, 1957

    Las sagradas y milenarias piedras megalíticas de Stonehenge se alzan en un día gélido cortado por un viento frío que bien podría no ser de este mundo. Sobre diferentes planos de las mismas, una voz nos habla de demonios que pueden ser despertados con extraños símbolos, y de que eso es posible incluso en nuestros días. Una introducción que pronto dará paso a un automóvil que avanza abriéndose camino en la noche. Sus faros iluminan de manera fantasmagórica los árboles que elevan sus ramas sobre la carretera, un túnel arbóreo donde lo ancestral es mancillado por la luz de la modernidad. Y del corazón profundo del bosque surgirá una infernal criatura para tomar posesión de su presa. Una medida concisión y una exposición argumental perfecta abren de esta forma La noche del demonio (Night of the Demon / Curse of the Demon en su estreno estadounidense, 1957), una de las más grandes películas de su director Jacques Tourneur, lo cual no es poco decir pues su filmografía brilla con un buen puñado de obras maestras: La mujer pantera (Cat People, 1942), Yo anduve con un zombie (I Walked with a Zombie, 1943), Retorno al pasado (Out of the Past, 1947), La mujer pirata (Anne of the Indies, 1951)… Y me detengo aquí para no aburriros con una lista demasiado extensa. La noche del demonio es una adaptación de La maldición de las runas (Casting the Runes, 1911) de M. R. James: un relato magnífico y una película soberbia, a mi gusto la mejor que se haya hecho jamás con el diablo de por medio. Su guion es un modélico trabajo de adaptación realizado por Charles Bennett, guionista habitual de Alfred Hitchcock en su etapa inglesa (por ejemplo, adaptando una novela de John Buchan en la fantástica 39 escalones, The 39 Steps, 1935) así como en su segunda película norteamericana, Enviado especial (Foreign Correspondent, 1940), Cy Enfield, guionista y director recordado sobre todo por el magnífico film Zulú (Zulu, 1964), y Hal E. Chester, un productor que ejerció de guionista y actor de manera ocasional y que aquí aparecería en los créditos también como productor ejecutivo.

    La noche del demonio (1957)

    El psicólogo John Holden (un entregado Dana Andrews que quedó encantado con la película hasta el punto de solicitar la presencia de Tourneur como director en la siguiente cinta que protagonizó, Los intimidadores, The Fearmakers, 1958) acude a Londres para asistir a un congreso sobre parapsicología en el cual pretende desbaratar no solo las patrañas de esta seudo ciencia, sino también arremeter contra el culto diabólico de Julian Karswell (un excepcional Niall MacGinnis, que sabe dotar de tanta ternura como maldad a su satánico personaje), una especie de Aleister Crowley o Anton LaVey aunque sin compartir el deseo desesperado de estos por el reconocimiento y la fama ni mostrar ese tontuelo carácter histriónico del que gustaban hacer gala sus colegas de la vida real. Karswell nos es presentado siempre con una ambigüedad desarmante. Es capaz de ser amable y cruel con su adorable madre o de montar una fiesta benéfica para los niños el día de Halloween disfrazado de payaso y haciendo un show de magia, para un momento después invocar al viento en una tormenta terrible solo para demostrar al descreído Holden que la magia existe, es poderosa y él la domina a su antojo. Se trata también de una velada amenaza: que ese norteamericano descreído e indulgente se ande con cuidado en sus investigaciones y acusaciones o se las verá con fuerzas que ni entiende ni contra las que podrá enfrentarse. Holden se encuentra lejos de su hogar, los Estados Unidos, enfrentados su escepticismo y su carácter científico a un mundo donde lo ancestral y lo mágico tienen la consistencia y el peso del que carecen en su lugar de origen, a una Inglaterra donde lo mitológico, lo fantasmal y la brujería poseen una vitalidad y una consistencia real impensables en su joven país. La bella Joanna Harrington (una excelente Peggy Cummins en un papel bien distinto de aquel otro por el que será siempre recordada, la Annie Starr de El demonio de las armas, Gun Crazy, 1950) acompañará a Holden representando la parte más crédula de la pareja protagonista. El afamado psicólogo necesita un motor que le haga dudar, o al menos reforzar a cada momento su postura para mantener así la lucha y el interés por la maldición que de otro modo igual olvidaría hasta ser demasiado tarde. Es su antagonista simpática mientras que Karswell representa el antagonista hostil. Junto a ella Holden emprenderá la investigación de la muerte de su colega el profesor Henry Harrington, tío de la joven y con el cual Holden trataba de echar por tierra el culto del demoníaco Karswell. Aunque todo parece indicar que el profesor murió electrocutado, su cuerpo desgarrado y desmembrado llena de dudas esta teoría, llevando a otra tan delirante que en principio Holden la rechaza de plano: el desgraciado Harrington fue atacado y asesinado por un demonio enviado por Karswell. El psicólogo descreído aprenderá a lo largo de la película a dudar de sus convicciones, se moverá en un terreno pantanoso donde lo real será despedazado por la intrusión de lo imposible. Su camino de aprendizaje es un sendero que lleva a la duda más profunda sobre la realidad que constituye el mundo que conocemos.

    La noche del demonio (1957)

    Tourneur siempre nos mostrará al profesor Holden en una posición predominante en el plano cada vez que lo comparta con los otros tres miembros participantes en el congreso que lo visitan en su habitación del hotel, dejando bien clara su posición frente a ellos: es el escepticismo de Holden el que domina la situación y es él quien mantiene su postura con más argumentos y superioridad. Sin embargo, en su visita a la familia del enloquecido y acusado de un crimen horrendo Rand Hobart (Brian Wilde), un discípulo de la siniestra secta de Karswell, Holden nos será mostrado aislado de los numerosos y malencarados familiares o bien empequeñecido cuando comparta plano con ellos. Una construcción formal rigurosa que pretende y consigue que solo por la situación de los actores en el encuadre el espectador tome posición y crea más a unos u otros según convenga al relato. Su fuerza se multiplica de esta forma alterando nuestro subconsciente. Cuando Holden esté con Karswell siempre los veremos en igualdad de condiciones: cada uno de ellos representa las dos fuerzas contingentes de la película, la creencia en el demonio y el escepticismo sobre su existencia, y el enfrentamiento mantiene así en todo momento su tensión al límite. Son dos fuerzas intelectuales desatadas en cruel combate por hacer prevalecer sus ideas.

    La noche del demonio (1957)

    Otro magnífico recurso utilizado por Jacques Tourneur a la perfección es cómo consigue hacer estallar los momentos de tensión introduciendo elementos cotidianos en las secuencias dominadas por lo sobrenatural: una puerta que se abre de repente mostrando a dos personajes sonrientes cuando Holden está sufriendo uno de los primeros ataques diabólicos fruto de la maldición en los pasillos de su hotel, una de las secuencias más impactantes y extrañas de la película; una mano entrando en el encuadre cuando nuestro protagonista irrumpe como un vulgar ladrón en la mansión de Karswell en busca de la traducción que este ha realizado de un grimorio sobre brujería; o Holden de nuevo chocando con una rama de un árbol cuando huye en la noche por el bosque que circunda a la mentada lúgubre mansión, que asemeja un castillo gótico en esta secuencia. Algo que Tourneur ya usara de manera magistral en sus películas producidas por Val Lewton: La mujer pantera, Yo anduve con un zombie y El hombre leopardo (The Leopard Man, 1943). De hecho, el ataque del leopardo invocado de manera antinatural que lucha contra Holden en su incursión nocturna en los dominios de Karswell recuerda de forma poderosa el que sufriera el doctor Louis Judd (Tom Conway interpretando a otro psicólogo enfrentado a creencias y mitos ancestrales) en La mujer pantera: el uso inteligente de las sombras y la penumbra en ayuda de la falta de medios. Tourneur se quejaría con amargura del montaje de esa escena en La noche del demonio pues su idea era que no se supiera con certeza si el ataque del leopardo era real o no, y tal y como está montado se puede percibir cómo Holden se debate con fiereza con un animal disecado. Pero no nos importa: los planos transmiten tanta fuerza que asistimos con pavor al ataque de la criatura invocada por la magia. Tourneur también renegó siempre de las escenas en las que podemos ver al demonio. Mantuvo en todo momento que este debía ser solo sugerido. Pero los productores mandan y debió aceptar ese montaje, otra vez, en el cual el diablo no solo no era sugerido sino que podíamos verlo al detalle. Confieso sin pudor que estas apariciones del diablo me gustan, qué le voy a hacer, pero es más que cierto que todo hubiera sido más intenso si cabe sin ellas. Toda la película juega a la doble interpretación de lo que nos va narrando, valga como ejemplo la fantástica secuencia de la sesión espiritista que nos es presentada de forma ridícula pero con el detalle final inexplicable si aplicamos la lógica realista de Holden, lo cual pierde intensidad desde el momento en que se nos muestra que el dichoso diablo sí que es real. Pero lo increíble es que con ese hándicap siga siendo un film inigualable. Su mezcla de escepticismo con dosis de verdadero horror sobrenatural sigue siendo imbatible. Obras poderosas como esta son las que nos llevan a que amemos con pasión el cine.

    José Luis Forte
    redacción Extremadura

    Inglaterra, 1957. Título original: Night of the Demon. Director: Jacques Tourneur. Guion: Charles Bennett, Hal E. Chester y Cy Enfield, basado en un relato de M. R. James. Productoras: Sabre Film Production y Columbia Pictures Corporation. Productor: Frank Bevis. Productor ejecutivo: Hal E. Chester. Estreno: 17 de diciembre de 1957. Fotografía: Ted (Edward) Scaife. Música: Clifton Parker. Dirección musical: Muir Mathieson. Montaje: Michael Gordon. Diseño de producción: Ken Adam. Intérpretes: Dana Andrews, Peggy Cummins, Niall MacGinnis, Maurice Denham, Athene Seyler, Liam Redmond, Reginald Beckwith, Ewan Roberts, Peter Elliott, Rosamund Greenwood, Brian Wilde. 

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