Nunca juegues con extraños
crítica de In Fear, de Jeremy Lovering, 2013
En 1986, Robert Harmon sorprendió muy gratamente con Carretera al infierno, un thriller psicológico de alto voltaje en donde Rutger Hauer logró una de las interpretaciones más celebradas de su carrera, metiéndose en la piel del psicópata John Ryder. Su éxito inauguró todo un subgénero de cintas de suspense que transcurren en viajes por carretera –especialmente por zonas inhóspitas de la siniestra América profunda– dejando claro al espectador el mensaje de que lo mejor es no recoger a ningún autoestopista si quiere llegar sano y salvo a su destino. También que bajo el aspecto apacible de la gente del campo, puede esconderse la violencia más básica, por lo que es mejor no buscarle las cosquillas. El gusto de gran parte de la audiencia por pasarlo mal, unido al bajo coste de este tipo de productos, hace que estemos ante un subgénero altamente rentable. Títulos como Nunca juegues con extraños (2001, John Dahl), Habitación sin salida (2007, Nimród Antal) o Hush (2009, Mark Tonderai) han sido algunas de estas propuestas que continuaron perpetuando el miedo a adentrase en desvíos desconocidos en los últimos tiempos. Incluso la clásica Carretera al infierno fue objeto de una tardía (y tremendamente innecesaria) secuela, Carretera al infierno 2 (2003, Louis Morneau) y, cómo no, el inevitable remake del que no se salva cualquier clásico del terror que se precie, perpetrado en 2007 por Dave Meyers. La última aportación al grupo nos llega desde Reino Unido, al igual que Hush, con la que guarda muchos paralelismos estéticos y argumentales. In Fear (2013) no ofrece nada realmente novedoso ni especialmente remarcable. Ni tan siquiera depara su guión excesivas sorpresas argumentales para lo que viene siendo habitual en este tipo de cine. Pero aun así, hay que reconocerle algunos aciertos que acaban redimiéndola de la mediocridad habitual.
El punto de partida viene ser el de siempre: Tom y Lucy son una pareja de jóvenes que se conocen desde hace apenas dos meses. Aún no pueden considerarse novios pero la intención de llegar a algo más que una amistad está en ambos. Por ello se embarcan en un viaje en coche a través de carreteras secundarias en medio de un amenazante bosque, con destino a un hotel rural en el que inaugurar su incipiente amor. La preocupación comienza a hacer mella en los chicos cuando descubren que el camino es un auténtico laberinto, por lo que siempre terminan llegando al mismo lugar. Al caer la noche sobre ellos, comenzará la verdadera pesadilla cuando alguien no identificado comienza a atormentarles con distintos “juegos” cada vez más peligrosos, algo que relacionarán con un altercado que tuvieron horas antes en un bar de carretera con unos lugareños. Conviene no desvelar más detalles de la trama, aunque no es difícil adivinar que no se aparta ni un milímetro de las coordenadas impuestas por los títulos antes citados. Jeremy Lovering, uno de los responsables de la exitosa serie Sherlock, debuta en la dirección de largometrajes con este trabajo del que también es responsable del guión, saliendo mucho mejor parado en la faceta de director que en la de escritor. Lovering demuestra una buena mano a la hora de sacar el máximo partido a la economía de medios, muy especialmente logrando que la tensión no decaiga un instante a pesar de que la acción se desarrolla casi completamente en el interior de un automóvil. Un acierto de guión sería la elección de que Tom y Lucy se conozcan de tan poco tiempo, en lugar de ser la típica relación consolidada que ya vimos en aquella joyita del género que fue Eden Lake (2008, James Watkins), donde también los personajes se veían sometidos al macabro acoso de unos extraños en similares terrenos boscosos. Esto se traduce en una menor confianza entre los miembros de la pareja, cuyos lazos afectivos no son lo suficientemente fuertes como para que uno se juegue la vida por el otro.
Al contrario que Eden Lake, la cinta de Lovering no abusa de la violencia explícita (quienes busquen un espectáculo sanguinolento, cercano al gore, se sentirán enormemente defraudados), buscando más inquietar al espectador a través de esos miedos irracionales que todos sentimos a pequeñas cosas como la oscuridad, la falta de orientación o cualquier situación que no podamos controlar. Sobre todo en su primera (y notable) mitad, In Fear hace gala de una gran sutileza a la hora de manejar los resortes del terror psicológico, gracias al buen aprovechamiento de sus reducidos escenarios, la meritoria ambientación (muy lograda la sensación asfixiante de que la noche se viene encima y los personajes están totalmente vulnerables a los peligros del lugar) y la aceptable labor interpretativa de Iain De Caestecker y Alice Englert, muy convincentes en sus diálogos hasta que éstos comienzan a desvariar. Elementos tan sencillos como un montón de ropa tirada en el camino consiguen fácilmente inquietar al espectador, sin necesidad de mayores golpes de efecto. Por desgracia, en su segundo tramo de la acción (coincidente con la aparición de un tercer personaje), los protagonistas no pueden evitar caer en los comportamientos más absurdos y mil veces vistos en estas historias. El cliché se apodera de la pantalla con una sucesión de momentos que buscan el impacto de manera mucho más burda, sin explicar suficientemente bien el porqué de todo lo que ocurre. Es entonces cuando Lovering tira por tierra cualquier posibilidad de que In Fear pudiera convertirse en una pequeña perla del suspense más independiente, para dejarse llevar por la necesidad estúpida de ofrecer el enésimo juego del gato y el ratón, tan entretenido (sus 85 escasos minutos de metraje se prestan a ello) como perfectamente olvidable. | ★★★★★ |
José Antonio Martín
redacción Canarias
Reino Unido. 2013. Título original: In Fear. Director: Jeremy Lovering. Guión: Jeremy Lovering. Productora: Big Talk Productions. Fotografía: David Katznelson. Música: Daniel Pemberton, Roly Porter. Montaje: Jonathan Amos. Intérpretes: Iain De Caestecker, Alice Englert, Allen Leech. Presentación oficial: Sundance 2013.