Pajaritos que susurran secretos y venganzas
crítica de Mukozuke (2x05) | Hannibal (Temporada 2)
NBC | EE.UU, 2014. Director: Michael Rymer. Guión: Ayanna A. Floyd & Steve Lightfoot & Bryan Fuller. Creador: Bryan Fuller. Reparto: Hugh Dancy, Mads Mikkelsen, Laurence Fishburne, Caroline Dhavernas, Hettiene Park, Scott Thompson, Aaron Abrams, Raúl Esparza, Lara Jean Chorostecki, Eddie Izzard, Jonathan Tucker. Fotografía: James Hawkison. Música: Brian Reitzell.
El cuerpo de Beverly es encontrado. El fan letal de Will se presenta. El doctor Chilton continúa su terapia con Graham. Freddie Lounds consigue una exclusiva.
Tras la secuencia de infarto que cerró el episodio anterior, quedaba la duda de cuánto íbamos a tardar en saber qué había pasado con Beverly. Pues bien, antes del primer cuarto de hora ya lo sabemos, y es terrible. Animado quizá por su propia inteligencia y porque es una presa de categoría, Hannibal no solo la ha matado con sus propias manos, sino que la ha congelado para poder diseccionarla. El cuerpo de la forense está dividido en casi una decena de paneles de cristal, como una sucesión de mayor a menor materia. El crimen de la semana es personal esta vez. El juego del caníbal pasa por darle el chivatazo del paradero de la forense a Freddie Lounds, garantizando así que la muerte de la mujer será lo más pública posible, y además intercambia los riñones de la agente Katz por lo de James Gray, el asesino del mural. La sonrisa de Lecter mientras se cena los riñones de Beverly indica que lo cerca que ha estado esta vez la justicia de pillarlo le excita. Para cuando termine el capítulo, quizá haya cambiado de idea.
En una entrevista concedida hace unos meses, el creador Bryan Fuller decía que le gustaba, en la medida de lo posible, saltarse los tópicos con los que la televisión afronta ciertos temas. La pérdida de Beverly Katz es dolorosa para aquellos que la querían, los que trabajaban con ella. Jack sufre, sus compañeros Jimmy y Brian sufren y Will sufre más porque se añade el elemento de la culpa. Se muestran las reacciones con un montaje de música y con cortes y transiciones, sin detenernos en las tópicas reacciones de estos casos. Los personajes están de duelo, pero hay que seguir trabajando para así pillar al responsable. El duelo de Will pasará por querer vengarse del responsable del crimen, y esto conecta con la trama que se introdujo hace dos episodios, sobre el fan de Will que había matado al alguacil en pleno juicio. Aunque es cuestionable el oportunismo de los guionistas al recuperar esa subtrama a su conveniencia, tiene sentido que el fan fatal sea uno de los cuidadores de la prisión psiquiátrica del doctor Chilton. Interpretado por Jonathan Tucker, actor cuyos ojos pueden canalizar locura sin mucha dificultad, este joven cumplirá los deseos de Will, al que admira por el ser Destripador de Chesapeake. Es interesante ver a Hannibal en una situación de desventaja, ya que el cuidador va a por él y le coloca al límite de la muerte. Por supuesto, Jack interviene en el último momento y el caníbal sobrevive, así que solo cabe imaginar cómo se vengará de Will por esto.
Lo decíamos en la anterior reseña y se confirma, Abel Gideon no murió del disparo de Will a finales de la primera temporada. Se justifica su recuperación argumentando que el falso culpable le disparó bajo los efectos de la encefalitis, así que no fue un disparo muy certero. Chilton lo traslada de nuevo a su cárcel para seguir la terapia con Will, y ambos psicópatas tienen una conversación encriptada –marca de la casa de la serie– donde se dicen sin decirse que Gideon no va a delatar al verdadero Destripador porque es muy peligroso. “Es un demonio. Es humo”, llega a decir el estupendo Eddie Izzard. Aun así, Gideon lanza alguna pista cuando habla con Alana sobre por qué quiso matarla. No queda claro si el personaje de Izzard está resentido con Hannibal por saberse manipulado o si es parte de un nuevo plan para poder seguir matando. Chilton sigue arriesgando su coartada con Lecter, ya que continúa la terapia con Will pero no deja de verse con el doctor. Quizá la admiración y ambición le cieguen. Quizá sea esa su perdición. El aspecto sensorial y onírico de la serie sigue funcionando a plena potencia, sobre todo cuando Will ejercita su imaginación en la soledad de su celda. Hay una disolución especialmente llamativa que conecta la cara del encarcelado con el lavabo que tiene en la celda, y que desborda sangre ¿inocente?, y la imagen del buen doctor desangrándose poco a poco a manos del fan fatal es perturbadora, además de llena de subtexto presto al psicoanálisis por el hecho de que ambos personajes estén mojados y en bañador, recién salidos de una piscina. Con ese remate, el episodio se corona como un gran ejemplo de lo que puede ser Hannibal. Algo que parece haber pensado también el público, ya que la audiencia de este quinto capítulo fue bastante alta. Quizá esté empezando a asentarse en su nueva noche de la semana. | ★★★★★ |
Adrián González Viña
redacción Sevilla