El genial Alan Resnais, que desgraciadamente nos dijo adiós el pasado 1 de marzo, sigue regalándonos momentos cinematográficos inolvidables, ahora convertido ya en toda una leyenda y cuyos trabajos permanecerán entre nuestras videotecas para que podamos disfrutarlos una y otra vez. Un director que siempre estuvo muy comprometido con su trabajo y que no dejó nunca que le dijeran cómo o qué filmar. Claro está que con 91 años no iba a cambiar esa faceta de autor único que le hizo ser creador de trabajos tan originales como El año pasado en Marienbad. Resnais se despidió del séptimo arte con Aimer, boire et chanter, donde volvía a adaptar por tercera vez una obra de teatro del dramaturgo Alan Ayckbourn. La cinta sigue las peripecias de un grupo de infelices que vive a las afueras de Yorkshire, y para los cuales, las cosas no van a hacer más que ir a peor. Una lio de amigos y amantes entre los protagonistas, con el surrealismo que caracteriza al director de fondo, propiciará situaciones y reacciones imprevisibles, todas con un nexo en común: George Riley, que acaba de ser diagnosticado con cáncer. Un personaje al que nunca vemos ni se contempla ningún tipo de manifestación por su parte, pero del que todo el mundo habla. Una especie de Esperando a Godot a la francesa protagonizada por una de las asiduas del cine de Resnais: Sabine Azéma (Vous n’avez encore rien vu), André Dussollier (Mon pire cauchemar), Michel Bulliremos (Última planta izquierda), Hippolyte Girardot (La cocinera del presidente) y Sandrine Kiberlain (Les gamins). El largometraje pudo verse en la Sección Oficial de la Berlinale –con la opinión de nuestro compañero Gonzalo Hernández— donde obtuvo el FIPRESCI y el Alfred Bauer. Un perfecto adiós y una emotiva película que sirve de despedida para uno de los más grandes defensores franceses del surrealismo.
texto| Alberto Sáez
fuente| Berlinale