Policías existenciales
crítica de The Locked Room (1x03) | True Detective (Temporada 1)
HBO | EEUU, 2014. Director: Cary Joji Fukunaga. Creador: Nic Pizzolatto. Guión: Nic Pizzolatto. Reparto: Woody Harrelson, Matthew McConaughey, Michelle Monaghan, Michael Potts, Tory Kittles, Alexandra Dadario, Kevin Dunn, Shea Whigham. Fotografía: Adam Arkapaw. Música: T Bone Burnett.
El policíaco es un género difícil de sacudir, y más en su variante televisiva. Existen diferentes y muy estimulantes intentos, desde la descontextualización hasta la inyección de épica, pasando por el enfoque realista y nada heroico. El camino de Nic Pizzolatto y su imprescindible colaborador Cary Fukunaga es uno complicado pero por eso más placentero. Porque funciona. Un viaje hacia el existencialismo por vía doble, aquella más obvia pero no menos certera –Rust– y la del aparente hombre de a pie que solo trata de ser buena persona –Marty–. Dos diálogos espléndidos en boca de los estupendos protagonistas brillan en especian en este The Locked Room. La charla de Marty con su esposa tras fracasar en el acercamiento a una de sus hijas, y el monólogo de Rust ante los policías que le graban en 2012. Hay unas cuantas perlas más en estos vigorosos 58 minutos de televisión de calidad, como la hermosa relación de Rust con Maggie o la creciente tensión en la dinámica entre los protagonistas, pero todo acumula hasta un congelado final que aterra genuinamente.
Justo cuando este cronista estaba pensando que el caso no parecía avanzar bien para la progresión temporal de la serie –ocho episodios para cubrir 17 años y seguimos en 1995 casi en la mitad de la temporada–, los últimos minutos dan la vuelta a la acción y prometen bastante del cuarto episodio. Hasta llegar ahí, una deducción peculiar pero irreprochable, un camino de pistas que presentan a personajes estrambóticos. La fauna y flora del sitio. HBO parece seguir tirando de sus lista de intérpretes en nómina, ya que al semifijo Kevin Dunn (visto en Luck (2011-2012) y la segunda temporada de Veep (2012-) y al Clarke Peters de Treme (2010-2013) se suma Shea Whigham, de Boardwalk empire (2010-). Whigham da vida a un predicador de intenciones nada claras. Parte de la ruta mental que los protagonistas siguen en su reconstrucción de la vida de Dora Lange. Como mis compañeros han apuntado en sus reseñas, el ambiente pesa. La dirección y fotografía logran transmitir lo denso del aire, el clima del lugar. Hace casi dos décadas que tuvo lugar el espantoso caso, y los viajes al presente nos dicen cada vez más que la cosa no fue tan sencilla.
Pizzolatto tiene la brillante idea de romper el pacto con el narrador que pensábamos era la voz común de Marty y Rust, y desmontar su fiabilidad. El contraste entre lo que todos queremos recordar lo que de verdad sucedió es abismal en ocasiones. Así como la diferencia entre la interpretación hacia dentro de Woody Harrelson –tanta intensidad concentrada se escapa en cómo masculla las palabras– y lo externo de Matthew McConaughey, cuyo papel sigue siendo más goloso porque tiene más variables. Ambos actores y productores están en perfecta sintonía con el turbio universo de True detective, una serie que crece en cada nueva entrega. Supera sus tópicos y aparentes viajes hacia lo predecible con un mecanismo interno muy preciso, que se desenvuelve sin mácula a cada instante. Donde las grandes preguntas tienen cabida. Y respuesta. Tiene mérito alcanzar la complejidad interior que los personajes tienen sin resultar pedante ni pretencioso. Desde lo terrenal, sin engolar la voz. El equilibrio entre las circunstancias personales y profesionales del dúo se retuerce a placer y sin perder el mando. Las escenas donde ambos conducen hacia la nueva pista son todo un placer. Un choque inevitable de fuerzas ¿opuestas? que se complementan. La tramposa memoria. Pensar en el baile bañado en alcohol, en el sermón de un predicador ante una multitud ya ganada o ensalzar para quedar bien los rasgos que desprecias en el otro. El creador superpone niveles de sentido hasta adelantarse a sus personajes y regalarnos una imagen del monstruo que está bajo la cama. En nuestra alma. La curiosidad está espoleada, y los acordes de T-Bone Burnett nos mandan a los créditos con ganas de más. | ★★★★★
Adrián González Viña
redacción Sevilla
Escena| La religión según Rust Cohle