Aluminio y ceniza
crítica de The Long Bright Dark (1x01) | True Detective (Temporada 1)
HBO, 2014, The Long Bright Dark. Dirección: Cary Fukunaga. Guion: Nic Pizzolatto. Intérpretes: Woody Harrelson, Matthew McConaughey, Michelle Monaghan, Michael Potts y Tory Kittles. Música: T-Bone Burnett. Fotografía: Adam Arkapaw.
El gran Willie Nelson homenajeó en 2008 a una Luisiana aún en proceso de reconstrucción tras los estragos que causó el huracán Katrina. «Intentan purificarnos», citaba parte del estribillo del cuarto corte de su álbum Moment of Forever. Pese a que algunos de sus temas intentaban captar la esencia del jazz de Nueva Orleans, su mirada iba más allá. A zonas más profundas, donde el progreso es una cuestión secundaria. Donde el pueblo vive y sobrevive con sus creencias como único eje. Bendita ignorancia si tiene como destino la esperanza. Cuando todo es tan primario, la corruptibilidad se convierte en una constante. Es por ello que es uno de los estados con más crímenes en poblaciones rurales de toda la nación. Algo que recoge en forma de ficción el novelista neorleano Nic Pizzolatto, el nuevo mecenas del neo-noir rural, que tras una exigua carrera literaria –varias historias cortas y una novela de éxito, Galveston (2010)— ha dado el salto a la televisión de forma estelar y donde ya le espera su primer guion para la gran pantalla, adaptando, precisamente, su única novela hasta la fecha.
Tras un par de libretos para la infravalorada The Killing (AMC), HBO tuvo claro que Pizzolatto debería ser uno de los estandartes del futuro del canal –ha firmado por un par de años—. De este modo nació True Detective, una antología sobre una serie de crímenes metapsicóticos en la zona sudeste de Luisiana y que en su primera temporada se centra en la investigación en un periodo de 17 años de dos detectives de homicidios. Con la firma de los ocho episodios de Pizzolatto, la labor en la realización se le encomendó a una de las promesas del cine estadounidense: Cary Fukunaga. Una apuesta segura que alcanza límites estratosféricos gracias al trabajo de los actores —y también productores— que dan vida a este serial. Un inhabitualmente contenido Woody Harrelson y un sensacional Matthew McConaughey, representan un dúo que se come la pantalla y donde el fondo de la historia no es más que un simple escenario que ejerce de testigo de esta prospección psicológica de dos personajes tan dispares como magnéticos. Harrelson, Martin Hart, representa el lado (de forma aparente) cuerdo de la balanza. Padre de familia, esposo abnegado y plenamente adaptado a la realidad que le rodea. McConaughey, Rust Cohle, es un hábil investigador tejano de tortuoso pasado y aun menos esperanzador presente, reconcomido por la culpa y por una empírica idiosincrasia vital. Un cóctel molotov que, en forma de diálogos, estalla de lleno en la mente del espectador.
Las conversaciones entre ambos y los extensos monólogos de Cohle, son el gran atractivo de una producción que lleva las marcas del canal a fuego. Cocción lenta, narrativa desestructurada enfocada en forma de largos flashbacks y pequeños giros que logran que los 55 minutos de duración del episodio sean una experiencia que aturde e hipnotiza. The Long Bright Dark, es una perfecta presentación de personajes y trama que dejan alguna de las imágenes más potentes del audiovisual reciente. El uso de la información sesgada, si bien otorga una información futura relevante que deja al espectador en una ficticia situación de ventaja, sólo hace instaurar las bases de un guion que se irá desplegando en las siete entregas restantes. Un movimiento inteligente de Pizzolatto, que ofrece a nuestros ojos ese material de forma celérica y lo retira en los dos episodios siguientes. Con probabilidad, llegará un momento en la memoria sea la mayor de las protagonistas en True Detective. Tanto o más que la labor de un McConaughey que ofrece un retrato de la desesperación y la brillantez que lleva el marchamo de icono televisivo.
Es el hombre del momento. Con su primer Óscar en el bolsillo, el paso dado por el interprete de Uvalde de 44 años en estos últimos dos años refrendan todo lo apuntado en su estupenda interpretación hace casi 20 años en Tiempo de matar (Time to Kill, 1996). A partir de ahí, una historia sobradamente conocida: rom-coms, aventuras de medio pelo, mucho papel cuché y otro juguete roto a la caja. Por suerte, recompuesto a tiempo para brindarnos una serie de personajes como el Rust Cohle de True Detective. Un poderoso acento y la extrapolación de aristas emocionales que convierten cada mueca o guiño en algo auténtico. Un poderío del que es imposible escapar, como demuestran los minutos finales del piloto de un serial llamado a convertirse en un clásico de culto. Diseñada para paladares exigentes, su atmósfera recoge lo mejor de Hannibal (NBC) y ese extraño fracaso de Atom Egoyan titulado Condenados (Devil´s Knot, 2013). Deudora del mejor Fincher –el de Zodiac—, True Detective es una maravilla cuyo primer fascículo se posa en una mente que, adicta, implora de forma desesperada más información. | ★★★★★
Emilio Luna
redacción Extremadura