La gran novela americana
crítica de Treme (2010-2013) | balance de las 4 temporadas
HBO / Serie / 4 temporadas: 36 capítulos. | EEUU, 2010, 2011, 2012, 2013. Creadores: David Simon & Eric Overmyer. Directores: Anthony Hemingway, Ernest Dickerson, Agnieszka Holland, Jim McKay, Bran Anderson, Simon Cellan Jones, Adam Davidson, Roxann Dawson, Tim Robbins, Alex Hall, otros. Guionistas: David Simon, Eric Overmyer, George Pelecanos, Anthony Bourdain, Lolis Eric Elie, Tom Piazza, David Mills, Mari Kornhauser, James Yoshimura, otros. Reparto: Khandi Alexander, Kim Dickens, Melissa Leo, Wendell Pierce, Steve Zahn, Clarke Peters, Lucia Micarelli, Rob Brown, Michiel Huisman, India Ennenga, David Morse, Jon Seda, Chris Coy, Phyllis Montana LeBlanc, Lance E. Nichols, Ntare Guma Mbaho Mwine, Davi Jay, Otto DeJean, Edwina Findley, Sean-Michael Bruno, Renwick D. Scott II, Venida Evans, Elizabeth Ashley, Sam Robards, John Goodman, Jim True-Frost, Michael Cerveris. Fotografía: Ivan Strasburg, Irek Hartowicz, Tim Ives.
El hecho de que Treme haya finalizado de la forma en la que lo ha hecho: con una cuarta temporada de cinco capítulos y un desenlace (magnífico) emitido el 29 de diciembre, funciona casi como una metáfora de la peleona existencia de una serie extraordinaria que merece pasar a la historia de la televisión. Que ha vivido de prestado casi la mitad de su vida en la pequeña pantalla (la renovación por una tercera temporada fue toda una sorpresa, no digamos por una cuarta) y que tiene muchos puntos para ser llamada “la anti-serie”. No existen en ella atrevidos asideros argumentales a los que engancharse, la violencia y el sexo no son reclamos con los que publicitarla, y ninguno de sus personajes en uno de esos secundarios roba-escenas. No. Los méritos de Treme son otros, y mucho más difíciles de alcanzar: refleja la vida humana en toda su contradictoria y rabiosa verdad. Nada, absolutamente nada, suena impostado en una creación audiovisual que quiere ofrecernos, como el mejor periodismo que ejerció el co-creador David Simon, un grupo de historias de interés humano. Sin morbo creado para suscitar algo en el espectador. Con una estructura coral que avanza a base de pequeños saltos temporales y que confía en la inteligencia y atención de la audiencia para poder seguir cada hilo narrativo.
Aunque parezca difícil de creer, no hay relleno ni puntos débiles en estos 36 episodios. Hay un plan claro, y la meticulosa ejecución de un grupo de guionistas –combinación de profesionales con asesores que dan credibilidad y conocimiento de causa a todo lo plasmado– ayuda a que ese plan evolucione sin que se noten las costuras. De forma limpia y con un sendero de momentos que cobrarán sentido cuando toque. Nada es baladí en Treme, sino el resultado de una hoja de ruta minuciosa. Es cierto que en ocasiones se flirtea peligrosamente con una estructura cíclica más propia de las series en abierto (Toni tiene un nuevo caso cada temporada), pero la balanza cae a su favor cuando la pieza encaja. Lo que es en realidad es un ejercicio de humanismo asombroso, que revela a un grupo de personas interesadas en ofrecer algo muy diferente al mundo. Dejar huella sin ser pretencioso, solo con talento. A veces el lenguaje de una crítica, o del crítico mismo, puede pecar de hiperbólico. La respuesta se encuentra en la dificultad de hacer justicia a tal torrente de talento. Hay que dejar, por lo tanto, que los hechos hablen.
Treme cuenta la historia de una amplia galería de personajes en relación más o menos directa con el Huracán Katrina. En 2004 Nueva Orleans fue sacudida por un desastre natural que hizo mucho daño. La serie comienza poco después del fin del huracán, y cada temporada retomará la cuenta temporal tomando esa fecha como referencia. Uno de los puntos más interesantes del asunto es que los espectadores sabemos, a grandes rasgos, lo que pasó tras el Katrina. Qué se hizo y qué no se hizo. Una estrategia similar a la que Aaron Sorkin usa en The newsroom (2012-), con la diferencia de que David Simon & Eric Overmyer no reescriben la historia ni un poco. El tiempo ha revelado que varios de los personajes que la audiencia ha seguido desde 2010 están basados en personas reales, cuyas historias servían a los creadores para decir algo sobre el estado de las cosas. Es una opción honesta que crea un clima de humanidad.
Ayuda a esta sensación de realismo cinematográfico, que no afán documental, la elección de un grandioso reparto (en especial Kim Dickens). Es una combinación de actores no profesionales para roles más secundarios con intérpretes de contrastado talento y ante todo aspecto normal. Gente que pasa con personas de la calle. A eso se une la constante presencia de músicos oriundos que se interpretan a sí mismos y que enseñan algo sobre la historia de lugar. Son las estrellas invitadas de la serie. El mérito de los creadores es hacer esto sin asomo de paternalismo ni caer en la lección espesa. Treme ha seguido esta apuesta durante toda su andadura, lo cual no ha puesto nada fácil a la serie el poder ganarse un público fiel. Hay que admirar el valor de HBO, Simon y Overmyer por querer hacer algo distinto, pero a la vez muy cercano. Una serie que se sigue como una novela río y que habla de la épica que reside en el ciudadano de a pie. Las batallas en las que se meten los personajes de Treme les quedan grandes, pero eso no les detiene. Un sistema corrupto, la imposibilidad de hacer que el trabajo se respete, un cáncer, el lento devenir de la justicia y las adversidades de la vida son los enemigos a batir. Pero la resignación es la pose, y en esta serie se saborean las pequeñas victorias. Valores universales y un tratamiento nada ingenuo como grandes armas para contar todas esas historias.
La elección de la polaca Agnieszka Holland para dirigir Sabes lo que significa (1.1) supuso la primera de las muchas llamativas y acertadas decisiones que se tomaron respecto a la serie. Holland –que volvió para cerrar la serie, algo que la honra– marcó la pauta de la mínima intervención de una cámara que es testigo de la materialización de la vida. Y también sentó las bases en cuanto a cómo rodar las actuaciones musicales. Treme es una verdadera lección de cómo filmar la música, haciendo que la melodía fluya y que el sentimiento puesto detrás de las canciones se sienta. A través de un montaje sosegado y una cámara que se desliza. La progresiva entrada de Annie (espléndida Lucia Micarelli) en la industria o los intentos de Davis de crear la ópera rock definitiva, usando a los músicos más famosos de la zona, son algunos ejemplos de la capital importancia de la música en la serie. Habla por los personajes, y somos testigos de todo el proceso –tanto creativo como industrial– alrededor de su difusión.
Aunque es innegable que el tiempo hace que la serie se asiente mejor en el espectador, no hay una progresión de calidad entre temporadas. Hay historias que se introducen cuando toca. Cuando tiene sentido. Como el policía honrado que interpreta David Morse, que entra en escena a finales de la primera temporada; Nelson Hidalgo –un “malvado” que es retratado con tridimensionalidad–, que llega a Nueva Orleans 14 meses después del Katrina o el periodista L.P. Everett, que entra en la serie en el otoño de 2007. Todo es parte del plan definitivo, piezas de un gigantesco puzzle. Que una serie logre algo así sin que la audiencia levante la ceja es reseñable. La intención final de Treme es transmitir el sentir de una ciudad tan peculiar como Nueva Orleans. Cada uno de los cuatro Mardi Gras que la serie recrea se siente real. El choque entre tradición y modernización, sangre vieja y sangre nueva, está contado desde las entrañas. Eric Overmyer vive durante parte del año en la ciudad, lo que unido a la presencia de asesores locales garantiza un sabor genuino. Un sabor que atrajo al mismísimo Tim Robbins, que se involucró con la serie al pillar la primera temporada en la televisión durante el rodaje en la ciudad de Linterna verde (Green lantern, Martin Campbell, 2011). Impresionado con la fidelidad de Treme, Robbins se puso en contacto con David Simon y así surgió la idea de que el actor/director dirigiera un par de episodios.
Pero no terminan ahí los méritos de la serie. Busca (y logra) ofrecer una mirada desde dentro a un conjunto de realidades (los tratos de las constructoras, una investigación interna de la policía, la tradición india de Nueva Orleans) descritas con sencilla complejidad. Los personajes hacen avanzar las tramas con sus acciones, y los responsables enseñan escenas de sus vidas cotidianas que nunca resultan intrascendentes. La admirable capacidad de Simon y Overmyer para usar la elipsis y una opción dramática que nunca carga las tintas –ni siquiera con temas tan peliagudos como la adicción a las drogas, el suicidio o una violación– obran el milagro. Para cuando llega el desenlace, los personajes forman parte de nosotros y se van a echar menos. Seguir sus andanzas durante cuatro años ha sido una experiencia fascinante. A veces costosa (cuesta empatizar con los personajes de Albert, Davis o Sonny, en el límite de lo cargante en varias ocasiones) pero en el fondo reconfortante. El final no depara ninguna gran sorpresa. Ni falta que hace. Comienza con la euforia de la victoria de Obama, toda una perla envenenada. La última temporada se adapta a las difíciles circunstancias como puede y no se percibe ningún bajón de calidad. Como llevan haciendo desde el cierre de la segunda temporada, un espléndido barrido musical nos permite echar un vistazo al destino de los personajes. La diferencia es que este será el último barrido. 10 minutos que cierran en mayor o menor grado las historias contadas. Historias que forman un conjunto que no podía suceder en ninguna otra parte. Un relato puramente americano que finaliza en una poderosa imagen simbólica. ¿Cuál? Ese es un secreto que cada uno debe descubrir. Adiós, Treme. Gracias por todo. | ★★★★★
Adrián González Viña
redacción Sevilla