Los sexoadictos
crítica de Amor sin control | Thanks for Sharing, Stuart Blumberg, 2012
En 2011, el polémico director Steve McQueen sorprendió a todo el mundo con Shame, el brutal y descarnado retrato de un adicto al sexo, magistralmente interpretado por Michael Fassbender. Guste más o menos, es imposible negarle a aquella película su valentía a la hora de tratar una problemática tan delicada con semejante honestidad y realismo, algo que la convirtieron en un título de referencia obligada en su género. Tan solo un año después de este éxito, el cineasta independiente Stuart Blumberg elige esta misma adicción como eje central del argumento de su debut como director, Amor sin control, pero lo hace desde una perspectiva mucho más ligera y accesible, capaz de llegar a un público más amplio que no guste de experiencias tan impresionables. De hecho, si obviamos el leitmotiv del sexo, nos encontramos con una típica comedia dramática de aires indies y protagonismo coral a cargo de un puñado de estrellas de Hollywood que se toman unas vacaciones de los habituales blockbusters en los que se suelen mover. Tim Robbins, Mark Ruffalo y Gwyneth Paltrow son los rostros más conocidos del reparto, sobre quienes descansan los personajes más dramáticos y torturados de la historia, mientras que los gags hilarantes corren a cargo de la revelación cómica de la cinta, un Josh Gad que roba todas las escenas en las que aparece. La nota exótica de la función la pone Alecia Moore –verdadero nombre de la cantante Pink– en su debut como actriz, un reto que la artista solventa con inusitada frescura y desparpajo, sin achantarse ante sus experimentados compañeros.
Amor sin control narra las desventuras cotidianas de un grupo de adictos al sexo que asisten a una terapia de grupo para vencer esta enfermedad. Dirigidos por Mike (Tim Robbins), un padre de familia que lleva bastantes años “sobrio”, tienen que evitar día tras día las tentaciones de la carne que parecen amenazarles en cada esquina de la ciudad de Nueva York. Entre estos compañeros de charlas están Adam (Mark Ruffalo), que lleva 5 años con esta conducta sofocada, pero que ve como su mundo se pone del revés cuando se enamora de Phoebe (Gwyneth Paltrow), una mujer muy ardiente; Neil (Josh Gad), un joven médico que pierde su empleo por no saber contener su ansiedad lujuriosa y Dede (Pink), una alegre peluquera que arrastra un currículum sexual de lo más nutrido desde que acosara a su primo con sólo 5 años. Los conflictos sentimentales y familiares, así como las alianzas que se establecen entre estos personajes, apoyándose unos en otros para vencer sus momentos de debilidad (incluso recaídas), son la base sobre la que se sostiene un filme en el que predomina un tono amable y divertido, donde queda patente el cariño que el director profesa hacia sus criaturas. Personas de carne y hueso, antítesis de la perfección, cargadas de inseguridades y con serios problemas para llevar una vida ordenada y estable, pero que consiguen llegar al espectador gracias al buen trabajo de todos sus actores, sin excepción. Aun cuando caigan en más de un arquetipo y no pocos lugares comunes.
Estamos ante un filme con encanto, acentuado por el bullicioso paisaje urbano neoyorquino en el que se mueven estos personajes de indudable carisma, al que solo cabría achacarle ciertos problemas de su director para encontrar el tono adecuado de la narración. Blumberg muestra todo el tiempo una clara indecisión entre limitarse a facturar una típica comedia de carácter comercial (aunque salpicada de momentos picantes) o intentar ir un paso más allá a la hora de profundizar (levemente, eso sí) en el lado más sórdido y triste de la problemática de los adictos al sexo. Es por eso que algunos comportamientos y situaciones que conciernen al personaje de Adam en el tramo final de la película, desconciertan al espectador por romper la armonía de un conjunto que hasta ese momento se había movido en unas coordenadas mucho más descafeinadas. En estas escenas, el personaje de Ruffalo se acerca lo suficiente al Brandon de Shame como para dejarnos ver que Amor sin control podría haber sido una estupenda obra dramática si sus responsables se lo hubieran propuesto. Tal vez por cobardía o por falta de ambición, esta ópera prima se queda, en este sentido, un poco en tierra de nadie y no logra trascender como sí lo hiciera la película de McQueen. Lo que queda es un producto independiente que apunta buenas maneras, pero que se disfruta con la misma facilidad con la que desaparece de nuestra memoria después de su visionado. | ★★★★★
José Antonio Martín
redacción Canarias
Estados Unidos. 2012. Título original: Thanks for Sharing. Director: Stuart Blumberg. Guión: Stuart Blumberg, Matt Winston. Productora: Class 5 Films / Olympus Pictures. Fotografía: Yaron Orbach. Música: Christopher Lennertz. Montaje: Anne McCabe. Intérpretes: Mark Ruffalo, Tim Robbins, Gwyneth Paltrow, Josh Gad, Alecia Moore, Joely Richardson, Patrick Fugit, Carol Kane, Emily Meade, Isiah Whitlock Jr.