Pistol Fuckin' Mama II
crítica de Nymphomaniac. Volumen 2 | de Lars von Trier, 2013
Hey Joe, despierta. Y deja de gruñir palabras ininteligibles. Por fin hemos llegado a Ninguna Parte, en donde el trueque sexual es también moneda oficiosa, y el dolor se hace sentir como agujetas desde el córtex hasta la punta del dedo gordo más flaco jamás visto. Cómo suena, ¿eh, Joe? Ninguna Parte. Ninguna Parte... Oh, vaya, Joe. ¡Oh, vaya! Mira eso, Joe. Un gran danés blanco con gafas y nariz aquilina que inventa escenas "aspirantes a", a —supongo— la sublimación cinematográfica. Debo de estar soñando. El viaje me ha hecho papilla las neuronas, sin duda. ¿Tú también lo estás viendo? ¿Qué? No, yo no me acercaría a esa bestia ni loco. Mira esa orejas proyectadas hacia el cielo... La falsa quietud de su pose altamente inflamable, casi provocativa. Por no hablar de esos ojos entornados, Joe, esos ojos que trasuntan la Gestalt de tiempos más oscuros, allá por las guerras mundiales con bigote circense y tic en el brazo ¿izquierdo o derecho? Ignoremos este pasote... Je-sús, ¿ya estás otra vez? Eres incorregible, me has dejado la tapicería del coche (un Škoda Fabia de plan Pive) hecha unos zorros; por no hablar de ese característico perfume a ti. No te negaré que estoy deseando perderte de vista; porque aburres, Joe, aburres con tus temas de ninfomanía y tu orgullo y el lírico —y no poco elegante— cantar español Soy puta y mi coño lo disfruta, y tus tragedias existenciales que suenan a invenciones claramente sobrevaloradas por tu criterio personal, cercano a la indigestión tras varias lecturas que excedían tu intelecto. Porque, entre tú y yo, y no me mires así (era una mirada sumida en la penumbra, como si quisiera pedir perdón sin saber por qué; dos ojos recostados, muriendo en la oquedad que se abría entre estos y los pómulos, siempre supurantes o con costras a causa de los golpes consentidos), eres un coñazo y no empatizas con nadie. Eres egoísta, fría, impredecible, caprichosa, e incluso con un punto amargo que, lejos de resultar atractivo, sólo repele al que intenta acercarse a ti. ¿Q-q-que soy un producto de la moral imperante hoy día? No me vengas con análisis propios de tertuliano febril recién salido de cualquier talk show extemporáneo. Nos conocemos desde hace cuánto, ¿cien, cinco horas a lo sumo? Lo suficiente, ya lo creo que sí. ¡Y por fin hemos llegado! Esto se acaba, Joe. Y yo, que soy ateo y nunca he ido a misa, doy gracias a Dios por alejarme de ti. Es un milagro, ¿no? He superado mi prueba de fe particular. Aunque los milagros no existen: son excusas para creer en la magia de las buenas historias. Las de siempre, torturadas o no; alegres o tristes; cómicas o trágicas; corales o solitarias o coralmente solitarias; con diálogos intensos. Sí, exacto, con y sin rumbo. De esos que te agarran por la pechera e intentan asfixiarte a base de bien, logrando así que entres en (su) razón. De esos que... ¡No, no y no! Descarta para siempre el rollo de la pesca y la religión y el hermetismo y la coartada del subtexto que podría devenir humo. Y vámonos de aquí, (hoy) no soporto a ese gran danés. Ya está dándole al zoom. Seguro que ha incluido un desenfoque marca de la casa. ¿Tú qué crees? (...) No dices esta boca es mía. Okay. Hazme un último favor: guárdate las manos en los bolsillos. (Elipsis.) Un árbol. Fresno, concretamente. Y una encina. Y una teta. O las dos. Y dos penes flácidos. Y uno titubeante. Que amaga. Que sí que no. Que no que sí. Y el viento azotando un roble.
Rótulo sobre negro: Hey Joe, ¿adónde vas con esa pistola en tu mano?*
A punto de alcanzar el dos en el calendario (hasta el próximo 2015, cuesta de enero prolongada hasta diciembre), un mes después del esperado-a-medias aterrizaje de Nymphomaniac. Volumen 1, se estrena en España la segunda y última entrega de este díptico sobre la adicción o, mejor dicho, mutilación sexual. Acaso no cristalizada, pero sí agónica y filtrada por cada uno de los poros que definen a Joe (Charlotte Gainsbourg), una ninfómana con llagas en la entrepierna y un agujero, no se adelanten, en la mente. Y quizá, no tan rápido, en el corazón. Porque ahí se guarda todo, y también ahí sobreviven las vivencias que nos han forjado desde pequeños. En la centrifugadora que no descansa ni los festivos sin celebraciones, ni ningún otro día porque "queda expresamente prohibido no bombear acompasadamente". Adagio, ma non troppo —argot, todo sea dicho, igual de rimbombante que el café de George Clooney—. Y hasta el final. Siguiendo las arterias al son del Beethoven menos épico. Y después, o previamente al éxtasis, un contrapunto invertido (ajá), el de Von Trier, muy torpe y cuya ejecución palidece aún más que todo el primer movimiento; más andante y, paradójicamente, esperanzador de cara a ese final apoteósico que está a la vuelta de la esquina.
Ni tan siquiera las intervenciones de actores como Jamie Bell o Willem Dafoe añaden músculo a un relato por lo demás tedioso, sin interés. El montaje evoca un cortacésped sobre parquet negro y el fin (definitivo, justo antes de los créditos) es tan ridículamente volátil que no merece ser mencionado. Aunque todavía resulta más insostenible el permanente ping-pong dialéctico que sostienen Joe y el Oráculo de Delfos o Enciclopedia Universal Hecha Hombre, es decir, Stellan Skårsgard. Así como el "trasplante de jeta" (por la física del aquí inverosímil paso del tiempo) al que es sometido Shia LaBeouf. Un BGM-109A Tomahawk hacia la credibilidad: como ver a un cerdo con alas sobrevolando las inmediaciones del ya (y siempre) increíble Ayuntamiento de Madrid.
—Hey Joe, no te lo vas a creer...
—Espero que me llene todos los ( )
—Según los antiguos griegos...
Cuesta de creer que la versión inédita ayudaría a revertir este mal viaje, también, interrumpido. Pues donde hubo una idea polimorfa, sólo subsiste una película informe. | ★★★★★
2| Volumen 2, (II), Volumen 1 (bis), 1+1, 1x2, segundo movimiento, tercer y cuarto punto de inflexión. Lars von Trier no altera el orden (pre)establecido, de tal forma que el 1 precede al 2 como el 3 al 4, y así sucesivamente hasta fundir a negro. Joe levita sobre un ¿campo de amapolas blancas? Tiene ojos sin iris ni punto negro. Al borde del éxtasis, con la steadicam a media distancia y el zoom medio "abierto", Mesalina y la Ramera de Babilonia (sic) la contemplan con gesto impávido. No sabemos por qué, o a santo de qué. Tampoco importa si nada encaja, o si el hecho en sí de encajar resulta imposible. Estamos soñando y las risas NO aducen espontaneidad. Son lo que son, primer y segundo volumen hasta la coda y, más tarde, apenas un lento quejido en modo repeat.
*"Hey Joe, where you goin' with that gun of your hand?". Primer verso de la canción Hey Joe, compuesta por Billy Roberts y popularizada en 1966 por Jimi Hendrix. Este rótulo es una invención muy coherente. Es necesario, eso sí, haber visto la película antes de leer esta reseña.
Juan José Ontiveros
redacción Madrid
Dinamarca, 2013. Guión y dirección: Lars von Trier. Fotografía: Manuel Alberto Claro. Música: Varios. Reparto: Charlotte Gainsbourg, Stellan Skarsgård, Shia LaBeouf, Willem Dafoe, Jamie Bell, Connie Nielsen, Christian Slater, Jesper Christensen, Uma Thurman, Jean-Marc Barr, Caroline Goodall, Charlotte Rampling, Kate Ashfield, Saskia Reeves, Stacy Martin, Jens Albinus, Nicolas Bro, Sophie Kennedy Clark, Mia Goth, Omar Shargawi, Severin von Hoensbroech