Orientalismo para multisalas
crítica de La leyenda del samurái (47 Ronin) | 47 Ronin, de Carl Rinsch, 2013
Como ha ocurrido con varios títulos recientes que no han sido capaces de encontrar su público (R.I.P.D., El llanero solitario, Cowboys & Aliens, etc.), La leyenda del samurái (47 Ronin) viene lastrada por una reputación de producto fallido desde antes de su estreno. Y ese, sea cual sea la calidad de la película en cuestión, es un escollo que, salvo excepciones, ninguna puede saltar y que las condena inexorablemente al fracaso comercial y al desprecio crítico. Con rumores sobre un presupuesto descontrolado que podría ascender a los 225 millones de dólares, el rodaje de secuencias adicionales y remontajes en los que no ha tenido nada que ver su director (el debutante Carl Rinsch), el regreso al cine de Keanu Reeves no es el desastre pronosticado desde un punto de vista cualitativo, pero sin duda alguna es una de esas películas que se quedan en tierra de nadie. Al público japonés (o con filia nipona) le sabrá a poco y le perturbará la cantidad de elementos fantásticos introducidos en una trama que se sabe de memoria. La leyenda de los 47 Ronin (samuráis que han perdido a su señor) es una de las historias más populares de Japón y ha sido llevada al cine en numerosas ocasiones, siendo una de las versiones más conocidas la que Kenji Mizoguchi dirigió en 1941: La venganza de los cuarenta y siete samuráis (The 47 Ronin / Genroku Chûshingura). Por supuesto, en esta historia no había ningún héroe interpretado por una estrella de Hollywood ni monstruos con reminiscencias a las criaturas de Hayao Miyazaki. Elementos que sí están en la superproducción que nos ocupa… pero también una buena ración de instantes reflexivos, momentos que hacen que la acción se ralentice y que pondrán nerviosos a los espectadores más inquietos y acostumbrados al ritmo incesante de los blockbusters. Además, resulta algo desconcertante comprobar cómo el protagonismo va pasando de Keanu Reeves a Hiroyuki Sanada sin centrarse totalmente sobre ninguno de los dos, cambiando el foco narrativo de uno a otro según el fragmento de la historia en la que nos encontremos y generando la sensación (acertada) de que esto responde más a cuestiones de post-producción que de guión. Por lo tanto, y generalizando un poco, La leyenda del Samurái resulta demasiado artificiosa para el público oriental y demasiado lenta para el occidental.
Ese problema de indefinición es el mayor de los lastres, aunque no es el único: a pesar de que lo intenta en varias ocasiones mediante el uso de la banda sonora y de la representación heroica de los personajes, la película no consigue encontrar la épica necesaria para emocionar al espectador del modo en el que pretende hacerlo. Esto provoca esa sensación incómoda en la que nos damos cuenta de que están intentando arrancarnos la lágrima sin acercase siquiera a conseguirlo. La culpable es esa falta de unidad a la que aludía antes, la poca cohesión entre el intimismo y la fantasía desaforada, también entre la acción física y más o menos realista que dejan entrever algunas secuencias y el festival de efectos digitales en los que se convierten otras (efectos impecables, todo hay que decirlo). Pero antes decía que La leyenda del samurái no es un desastre absoluto y lo voy a justificar. Si uno consigue desligarse de toda esa información previa al visionado de la película, si somos capaces de verla sin tener en cuenta que ha sido una hecatombe económica y que introduce detalles circenses que desdibujan la pureza de la historia original, la película no deja de ser un efectista y, a veces, efectivo entretenimiento perfecto para la época navideña y muy adecuado para las multisalas. A fin de cuentas, ofrece dos horas de espectáculo bastante potable, con buenas secuencias de acción como la del asalto a la fortaleza o la fuga de la isla de los holandeses. Y de propina tenemos algo de mitología japonesa para todos los públicos. Asimismo, el reparto asiático aporta buenas dosis de carisma y de credibilidad que le sientan de maravilla al filme, del mismo modo que ocurría en la salvable El último samurái (The Last Samurai, Edward Zwick, 2003). Y, qué demonios, a un servidor Keanu Reeves siempre le ha caído bien, por mucho que a veces ponga cara de palo y sea incapaz de imprimir cualquier sentimiento a sus escenas románticas. Así que, lejos de suponer un suplicio, el visionado de La leyenda del samurái ha resultado ser una experiencia menos satisfactoria de lo que me gustaría, pero no tan lamentable como podría ser para espectadores más exigentes e intransigentes con la hibridación multigenérica y transoceánica que propone este fracaso anunciado. Ustedes deciden. | ★★★★★
Pedro José Tena
redacción Badajoz
Estados Unidos, 2013, 47 Ronin. Director: Carl Rinsch. Guión: Chris Morgan, Hossein Amini. Productora: Universal Pictures, H2F Entertainment, Mid Atlantic Films, Moving Picture Company (MPC), Stuber Productions. Montaje: Stuart Baird. Fotografía: John Mathieson. Música: Ilan Eshkeri. Reparto: Keanu Reeves, Hiroyuki Sanada, Ko Shibasaki, Tadanobu Asano, Rinko Kikuchi, Min Tanaka, Jin Akanishi, Masayoshi Haneda, Hiroshi Sogabe, Takato Yonemoto, Hiroshi Yamada, Shu Kanajima, Cary-Hiroyuki Tagawa Duración: 119 minutos.