Jodorowsky se desnuda con un realismo mágico
crítica de La danza de la realidad | de Alejandro Jodorowsky, 2013
«Prefiero dar al espectador una pizca de LSD que 50 litros de Coca-Cola; prefiero lanzarme y adentrarme en las profundidades del océano hasta tocar el fondo, que caminar sobre la superficie del océano; y finalmente me pregunté: hago una película para ganar dólares o hago una obra artística. Sacrifiqué los dólares.» Con estas breves palabras el director, quien ya había mostrado su cara más divertida y alocada vertiente en su odisea sobre Dune hacía dos horas, se ganó una vez más al público del festival de Sitges. Después de 23 años sin dirigir ningún largometraje, Jodorowsky presentaba La danza de la realidad, una película parcialmente autobiográfica sobre su niñez y sobre la influencia de la figura de su padre en su vida. Sin duda, estamos, posiblemente, ante su filme más personal. Impregnado con las marcas de autor y estilo clásicas del realizador chileno. Una obra donde se desnuda emocionalmente y nos muestra todas las inquietudes que le han perseguido durante su vida.
La danza de la realidad se cimenta en dos partes diferenciadas, una más próxima a sensaciones reales y la otra más alejada, una entelequia que le sirve como redención y perdón hacia la figura de su padre. En el primer segmento, el protagonista es Alejandro, un joven alter ego del director, guionista y artista que, curioso, empieza a descubrir las maravillas y las decepciones del mundo que le rodea. Profundiza sobre la relación con una estricta figura paterna que está dispuesta a pisotear a quién haga falta para mantener su estatus, y a la vez quiere mostrarse compañero fiel de las clases más bajas. En la segunda parte, sin embargo, hay un cambio de protagonismo, el peso vira de la figura del niño a la figura del padre y su intento de conspiración sobre el gobierno como parte de una campaña comunista. Nos hace un minucioso retrato de la contradicción y la profundidad emocional de la mente humana. En esta película vemos una clara evolución con el estilo cinematográfico de Jodorowsky. El filme está impregnado de realismo mágico. Y es que, a diferencia de creaciones como El topo o La montaña mágica, en esta ocasión las metáforas comparten protagonismo con las vivencias de su niñez y la cariñosa y redentora visión de su propio padre. Unas vivencias que gracias a la colorida fotografía nos alejan del realismo documental, y se convierten en ficción. Una ficción trufada de sus marcas de estilo: enanos, gente con deformaciones como metáfora de degradación humana, desnudos y escenas metafóricas parcialmente desligadas a la trama principal que producen un extrañamiento al espectador. Jodorowsky no se esconde bajo escenarios para transmitir una idea, una creencia, sino que vuelve a su Tocopilla natal, o a una representación de ella como punto de partida.
Se rodea de los suyos para presentarnos este retrato tan íntimo. Su hijo Brontis interpreta a su padre. Una actuación que va de menos a más, para acabar siendo el protagonista en toda regla y brindarnos una caracterización de primerísimo nivel. Un duelo de tú a tú con el propio Jodorowsky director que le exige hasta el límite, y consigue romperlo como personaje hasta darlo todo. Una sobrecogedora, poderosa y agotadora performance. A éste le acompaña con una interpretación llena de vitalidad y naturalidad Jeremías Herskovits como Alejandro y Pamela Flores como madre de Alejandro. El propio director y guionista se guarda un pequeño papel de narrador omnisciente. Y es que si en El topo después de matar a uno de sus enemigos proclama «Yo soy dios», aquí lo pone en práctica, y se convierte en la voz de la conciencia del chico, así como su guía. La danza de la realidad es la cinta menos accesible del director hasta la fecha, algo que no le resta un ápice de interés. Ha conseguido mediante el cine expresar un trauma infantil que le ha perseguido durante más de seis décadas sin perder su marca de autor, haciendo reflexionar de la misma manera al espectador y desnudándose él mismo, no solo físicamente como ya hacía en otras películas anteriores, sino interiormente. Es un profundo análisis a los anhelos humanos y a las frustraciones que conllevan. Una manera de perdonar a su padre por el abandono durante un periodo de su niñez y de pasar página. Jodorowsky, quizás debido a su edad, ha conseguido reconciliarse de alguna manera con la figura paterna creando a una figura tan heroica como llena de patetismo. Estamos ante un reto, un relato metafórico articulado bajo una verdad convertida en trasfondo vital de uno de los cineastas más inclasificables y admirables de la Historia del Cine. La decisión está en el espectador de decidir entrar en su mundo y dejarse llevar por sus fascinantes pensamientos o quedarse fuera. Los valientes tienen premio. | ★★★★★
Ginebra Bricollé Nadal
Festival de Sitges 2013
Chile, Francia, 2013, La danza de la realidad. Dirección y guion: Alejandro Jodorowsky. Productora: Le Soleil Films / Camera One. Presentación Oficial: Quincena de Realizadores de Cannes 2013. Música: Adan Jodorowsky, Jonathan Handelsman. Fotografía: Jean-Marie Dreujou. Intérpretes: Brontis Jodorowsky, Jeremías Herskovits, Pamela Flores, Alejandro Jodorowsky, Axel Jodorowsky, Adan Jodorowsky.