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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica (II) | Oslo, 31 de agosto

    Oslo, 31 de agosto, de Joachim Trier

    El vacío

    crítica de Oslo, 31 de agosto (Oslo, 31. august, Joachim Trier, 2011)

    Te has quedado fuera de la vida, fuera del discurrir normal del mundo y de todas las cosas y ahora debes volver a integrarte, a ser uno más, a reencontrarte con lo que dejaste atrás y no sabes si deseas hacerlo o no. Tu existencia se ha vaciado y volver a llenarla cuando sientes que no hay razones para ello se torna una tarea imposible. Así encontramos a Anders al principio de Oslo, 31 de agosto (Oslo, 31. august), la película dirigida por Joachim Trier en 2011 y que ahora se estrena en las pantallas españolas. Anders está ingresado en un centro de desintoxicación y por primera vez desde que llegara allí tendrá la oportunidad de salir. Debe viajar a Oslo porque ha tenido una oferta de trabajo y se enfrentará a su primer día de “libertad.” Volver a ver a su hermana, a los viejos amigos, tomar contacto con lo que fue su día a día cotidiano con la sombra de la heroína supone encontrar una razón poderosa que te impulse a luchar cuando el primer paso está dado, pero aún quedan muchos más para que en tu corazón la vida te anime a seguir. Porque una vez que estás fuera tu primer impulso al tener un poco de dinero en el bolsillo y pasear por las calles de antaño es comprar un cuarto. Porque eso era lo cotidiano entonces y se ha convertido ya en un acto atávico contra el que hay que luchar a cada segundo de tu nueva existencia. Y sabes que es un deseo que estará ahí siempre, acompañándote, aferrándose a ti, obligándote a mantenerte lejos del mundo que llegaste a conocer porque si vuelves te llamará a gritos. Esa es la maldición: debes volver a la vida, pero la vida te empuja a la autodestrucción. Hay que tener una gran fuerza interior para luchar y vencer día a día la llamada del abismo.

    Oslo, 31 de agosto, de Joachim Trier

    Inspirada en la nihilista y tan destructiva como fascinante novela de Pierre Drieu la Rochelle El fuego fatuo (Le feu follet, 1931), que ya gozara de una magnífica adaptación cinematográfica de la mano de Louis Malle en 1963 bajo el mismo título, Joachim Trier se lanza sin red a realizar su propia versión de esta desesperanzadora historia. Sabe llevarla a su terreno, justo allí donde le interesa para lo que quiere contar, y en este sentido esto es todo un logro porque los referentes son dos obras maestras indiscutibles y poderosas. Con una sencillez y una sobriedad que ayudan notablemente a que nos olvidemos de sus predecesoras, Trier se vale de una cámara cercana y un tono intimista para relatarnos el devenir de Anders en ese día de agosto del título en el que caerá de lleno entre los fantasmas de su pasado. La soledad, el no encontrar razón a una existencia que él cree perdida y desperdiciada, y las drogas como ese enemigo constante, le llevarán en un viaje sin retorno hacia el corazón de ese lugar donde arden los deseos humanos. Pero arden con una intensidad que nos convierte en fuegos fatuos luchando por la corporeidad de nuestros sentimientos más profundos. La vida es una batalla y en su fragor pasamos como fantasmas ante ella.

    Trier vence en su forma de dar vida real a sus personajes, sin afectaciones ni dramatismos vacuos, y el carrusel de rostros que vemos deambular por la película tienen todos una existencia que sentimos vívida tras cada uno de ellos. Su nihilismo no es tan salvaje como el de Drieu la Rochelle, pero sí semejante en su desesperación. Un callejón sin salida por el que acompañamos a Anders, con sus aciertos y sus errores, deseando que logre la victoria en tan solo veinticuatro horas. Queremos gritarle que podrá, que no se rinda, como haríamos con un amigo cercano al que daríamos nuestra vida por poder ayudar. Y en esto quizá resida el gran acierto de esta excelente película a la que asistimos emocionados pero impotentes. Porque uno atraparía por la pechera a Anders y le sacudiría para mantenerlo en pie. Pero no estamos allí para ayudarle. Y si pudiéramos estar, siempre nos asaltaría el desánimo de no saber si tal vez hubiéramos podido lograrlo. Trier nos lleva en un viaje al corazón de una llama que se extingue débilmente pero que logra que brille ante nuestros ojos con toda la fuerza de la mayor de las hogueras. Solo quisiéramos entonces que no existiera fuego alguno, pero el mundo nunca dejará de arder en silencio. | ★★★

    José Luis Forte
    redacción Extremadura

    Noruega, 2011. Título original: Oslo, 31. august. Director: Joachim Trier. Guion: Joachim Trier y Eskil Vogt, basado en la novela de Perre Drieu la Rochelle. Productora: Don’t Look Now y Motlys. Productores: Hans-Jørgen Osnes e Ingve Sæther. Estreno: 18 de mayo de 2011. Fotografía: Jakob Ihre. Música: Torgny Amdam y Ola Fløttum. Montaje: Olivier Bugge Couyyé. Intérpretes: Anders Danielsen Lie, Hans Olav Brenner, Johanne Kjellevik Ledang, Ingrid Olava.

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