La reválida americana de López-Gallego
crítica de Tumba abierta | Open Grave, de Gonzalo López Gallego, 2013No deja de sorprenderme el imparable desembarco de jóvenes y talentosos realizadores españoles en Hollywood, sin duda, una fuga de cerebros en toda regla. Y lo que resulta más curioso es que prácticamente todos lo han hecho cultivando un impecable cine de género (fantástico), con unas formas que en nada tienen que envidiar a los directores norteamericanos más comerciales. Juan Carlos Fresnadillo -28 semanas después (2007)–, Álex y David Pastor –Infectados (2009)–, Jaume Collet-Serra –La huérfana (2009)– o, próximamente, Juan Antonio Bayona –Guerra Mundial Z 2 (2014)– han demostrado con creces estar sobradamente preparados para jugar en primera división, más aún cuando disponen de los presupuestos adecuados para plasmar sus historias con mayor brillantez técnica. Gonzalo López-Gallego dio lo mejor de sí en su tercera película rodada en España, El rey de la montaña (2007), un angustioso vehículo de suspense rodado casi íntegramente en escenarios naturales. Ya en aquella obra protagonizada por Leonardo Sbaraglia y María Valverde, el director hizo gala de una gran sabiduría para jugar con su público, gracias a un virtuosismo técnico poco común y un ritmo narrativo intachable. Era solo cuestión de tiempo que se fijaran en López-Gallego desde el otro lado del charco. Su debut americano con Apollo 18 (2011), aventura de ciencia ficción que se apuntaba al carro de la moda sobre material encontrado que últimamente inunda las pantallas, pasó con más pena que gloria a su paso por los cines, además de cosechar unas críticas unánimemente nefastas. Open Grave (2013) supone su segunda oportunidad para demostrar su talento y, ciertamente, ha sido mucho mejor aprovechada que la anterior.
Ya desde la primera (y magnífica) escena, aquella en que un desconcertado Sharlto Copley se despierta en una enorme fosa común, rodeado de multitud de cadáveres, sin recordar quién es o cómo ha llegado hasta allí, López-Gallego agarra al espectador por el cuello para no soltarlo durante la siguiente hora y media de metraje. A continuación, comienza un inquietante juego en el que distintas personas sin aparentes lazos de unión entre sí tienen que averiguar qué les ha llevado a despertarse en una casa en medio del bosque, sin memoria –apenas recuerdan sus propios nombres– y con unos extraños trastornos de comportamiento. Cuatro hombres y dos mujeres (una de las cuales es una enigmática asiática que no puede hablar) puestos al límite en unas circunstancias bastante similares a las vistas en otros pasatiempos del estilo de Cube (Vincenzo Natali, 1997), Identidad (2003), Saw (James Wan, 2004), Exam (Stuart Hazeldine, 2009) o la popularísima serie de televisión Perdidos, con la que guarda no pocas similitudes en la dosificación de las pistas que van desgranando poco a poco el rompecabezas. El cada día más en alza Sharlto Copley, que parece haberse especializado en cine fantástico tras sus intervenciones en District 9 (2009) y Elysium (2013), ambas de Neill Blomkamp o Europa One (2013) de Sebastián Cordero, encabeza el reparto del filme, ofreciendo una lograda interpretación. Del resto de actores, menos conocidos, destaca el trabajo de Josie Ho, capaz de transmitir muchísimas emociones únicamente con la mirada.
El guión de Chris Borey y Eddie Borey juega a la indefinición de género, con un ambiguo planteamiento argumental donde el público tardará en saber si se encuentra ante el típico thriller con asesino psicópata que va acabando uno a uno con todo el elenco o la enésima vuelta de tuerca del subgénero zombie. Claramente, el objetivo de director y guionistas es el de llevarnos engañados hasta uno de esos finales con “sorpresa” sin los que cualquier filme de estas características parece no ser nada en los últimos años. Previsible o sorprendente, el calificativo que se le puede aplicar al desenlace de Open Grave puede variar de un espectador a otro (ayuda a desentrañar sus trampas el haber visto mucho cine de género, sin duda), pero lo que no se le puede negar es un impactante último plano cenital, capaz de elevar en muchos enteros el nivel de la obra. Porque también es cierto que a mitad de metraje, cuando algunas respuestas comienzan a aparecer, la aventura se vuelve algo previsible. Sin duda, por encima de la considerable carga de violencia explícita de algunos momentos, el mayor atractivo de Open Grave reside en la utilización de la falta de memoria como elemento perturbador en la historia. En estos pasajes, cuanto más se sumerge en los terrenos ya explorados por la magna Memento (2000) de Christopher Nolan, es donde la cinta de López-Gallego alcanza sus más altas cotas de amarga poesía. Y sí, parece que en esta ocasión el realizador español ha logrado su mejor película, un notable ejercicio de terror psicológico que demuestra que la eficacia de El rey de la montaña no fue fruto de la casualidad. | ★★★★★
José Antonio Martín
redacción Canarias
Estados Unidos. 2013. Título original: Open Grave. Director: Gonzalo López-Gallego. Guión: Chris Borey, Eddie Borey. Productora: Atlas Independent. Fotografía: José David Montero. Música: Juan Navazo. Montaje: Gonzalo López-Gallego. Intérpretes: Sharlto Copley, Joseph Morgan, Erin Richards, Josie Ho, Thomas Kretschmann, Max Wrottesley.