Nuevo mundo, viejas costumbres
crítica de New World | Sin se gae, de Park Hoon-jung, 2013 | por Pedro José Tena
Ya sea japonés, hongkonés o coreano, por citar sólo las tres cinematografías que nos han llegado con mayor regularidad del lejano Oriente, el cine asiático lleva décadas demostrando una innegable fascinación por la figura del gánster. Desde el Yakuza Eiga de autores como Seijun Suzuki o Kinji Fukasaku, Japón ha fantaseado con la idea de románticos y amorales delincuentes regidos por inamovibles códigos de honor e inmersos en dramáticas historias de finales poco halagüeños. Décadas después, nombres tan populares como Takashi Miike o Takeshi Kitano reincidieron en dicha temática para reverdecer los laureles del género gansteril en su variante ojos rasgados, a veces ahondando en la violencia como máximo rasgo expresivo, otras abundando en el destino trágico de quienes se saben condenados a pagar la sangre derramada con más sangre… la suya. Moviéndose en un mundo en el que la lealtad entre hombres, ya sea entre amigos o entre antagonistas letales, tiene tanto valor como la más pesada de las piedras preciosas, directores como John Woo o Ringo Lam dieron desde Hong Kong un gran empujón a la temática (y a la exportación de talento chino) gracias al triunfo internacional del Heroic Bloodshed, género compuesto por melodramas hemoglobínicos en los que actores como Chow Yun-Fat o Andy Lau disparaban tantas balas como lágrimas.
A medio camino entre el hieratismo del cine de gánsteres japonés y la hipérbole súper coreografiada del hongkonés, el thriller criminal producido en Corea del Sur se presenta como una interesante intersección entre ambos puntos: posee la cadencia reposada del cine japonés, a veces incluso demasiado, pero cuando llega el momento de la acción no se limita a mostrar fugaces estallidos de violencia, sino que también puede recrearse en la construcción y exhibición de aparatosas secuencias de acción que tengan entidad por sí mismas y funcionen casi como secuencias completas y no como abruptos puntos finales a las mismas. Es decir, sin llegar a los extremos de auténticas filigranas balísticas como cualquiera de los mejores momentos de The Killer (Dip huet seung hung, John Woo, 1989) o Hard Boiled (Lat sau san taam, John Woo, 1992), pero sí tomándose más tiempo para plantear set-pieces que el empleado en obras como Dead or Alive (Dead or Alive: Hanzaisha, Takashi Miike, 1999) o Sonatine (Sonatine, Takeshi Kitano, 1993). O, explicado con vídeos, un punto intermedio entre esto y esto (aunque, por supuesto, esto no deja de ser una generalización expuesta a ser rebatida con varias excepciones en cualquiera de las tres cinematografías mencionadas). New World sería un ejemplo meridiano de todo esto: un reposado thriller protagonizado por personajes que se encuentran en una difusa línea entre ambos lados de la ley y que, cuando llega el momento de ponerse expeditivo, no renuncia a la espectacularidad más explosiva.
En su presentación en Sitges 2013, el director Park Hoon-jung definía su filme como un cruce entre El Padrino (The Godfather, Francis Ford Coppola, 1972) y Juego sucio (Infernal Affairs / Mou gan dou, Lau Wai-keung, Alan Mak, 2002), la interesantísima película hongkonesa en la que se basó Martin Scorsese para la no tan lograda, aunque sí muy laureada, Infiltrados (The Departed, 2006). Puede que esto sea una manera demasiado fácil para resumir la cinta, un modo sencillo de etiquetar su obra que parece más propia de un publicista que de un autor, pero el también guionista de la imprescindible Encontré el diablo (I saw the Devil / Akmareul boatda, Kim Jee-won, 2010) no andaba para nada desencaminado. Al igual que en la adaptación de la novela de Mario Puzo, New World habla sobre la sucesión de poder entre varias generaciones de criminales, si bien en este caso no hay lazos sanguíneos de por medio. Y, como ocurría en la película de Lau y Mak, el guión teje una imbricada telaraña en la que los personajes llegan a dejar de tener claro en qué lado de la ley están y cuáles son sus verdaderas personalidades.
Nada nuevo bajo el Sol: la clásica historia en la que un policía infiltrado en una banda de gánsteres lleva su mascarada demasiado lejos y termina olvidando el origen de su misión y su propio yo, para pasar a formar parte de los criminales como si hubiera sido, casi desde el principio, uno más en la plantilla. Como suele ocurrir en el subgénero, llegado cierto momento de la trama algunos delincuentes demuestran mayor entereza moral que los policías, quienes están dispuestos a traspasar cualquier barrera ética y borrar cualquier rasgo de humanidad con tal de colgarse una medalla y engordar su ego. El resto ya os lo sabéis de memoria: problemas familiares, conflictos de intereses, dilemas psicológicos, llantos (a los surcoreanos les gusta llorar mucho en el cine, parece ser) y algún que otro momento de acción. No demasiados, eso sí, aunque algunos de ellos se acerquen a lo memorable (verbigracia, la escena dentro del ascensor). No es difícil deducir entonces que la originalidad no es el mayor de los atractivos de New World, pero parece bastante claro que esa no debía ser la intención de Park, sino más bien entregar un producto sólido desde un punto de vista dramático, sustentado principalmente en el buen hacer de sus protagonistas (el algo soso Lee Jeong-jae y los más potentes Choi Min-sik, Hwang Jeong-min y Park Seong-woong), con una factura técnica impecable y un argumento universal fácilmente comprensible por cualquier espectador del globo terráqueo y parte de la galaxia. No es demasiado, de acuerdo, pero es más de lo que desgraciadamente nos solemos encontrar en la cartelera. En el debe, habría que apuntar algo tan recurrente como es el exceso de duración, el ritmo algo moroso de algunos tramos de la cinta y la manera en la que malgasta el carisma de uno de los personajes (el interpretado por Park Seong-woong) relegándole a un plano demasiado secundario, mientras que da mayor protagonismo a un Lee Jeong-jae que, más que compungido, parece directamente aburrido durante la mayor tiempo de metraje.
En resumidas cuentas, New World es un producto recomendable que puede gustar a casi cualquier espectador, independientemente de si está versado o no en el cine de estas latitudes. Pero en ningún caso le parece a un servidor una obra de la magnitud de Crónica de un asesino en serie (Memories of Murder/Salinui chueok, Bong Joong-ho, 2003) o la citada Encontré al diablo, ni servirá para reavivar el boom del cine surcoreano que generaron títulos como Old Boy (Oldeuboi, Park Chan-wook, 2003) o The Host (Gwoemul, Bong Joong-ho, 2006). Si nos hacemos caso de los comentarios tan positivos que sobre ella han vertido algunos críticos y espectadores, resultaría que estoy equivocado, que estoy infravalorando lo que para muchos es una obra maestra y para mí es sencillamente una buena película, que no es poco. Pero me mantengo en mis trece: todavía existe una corriente que tiende a sobrevalorar todo lo que venga de Corea del Sur, al igual que ha pasado antes con otras cinematografías exóticas para nosotros. Pero, en cualquier caso, de esa sobreestimación no tiene ninguna culpa esta agradable y eficaz película, quizá carente de personalidad propia, pero estimable al fin y al cabo. ★★★★★
Corea del Sur, 2013, Sin-se-gae. Director: Park Hoon-jung. Guión: Park Hoon-jung. Productora: Sanai Pictures. Montaje: Moon Sae-kyoung, Nam Na-yeong. Fotografía: Chung Chung-hoon. Reparto: Lee Jeong-jae, Choi Min-sik, Hwang Jeong-min, Park Seong-woong, Song Ji-hyo.