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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Kiss Me, You Fucking Moron

    Kiss Me, You Fucking Moron

    Escandinavia adolescente

    crítica de Kiss Me, You Fucking Moron | Kyss Meg for faen i helvete, de Stian Kristiansen, 2013

    La industria cinematográfica de los países del norte de Europa suele englobarse en una misma sensibilidad. Suecia, Noruega, Finlandia, Islandia y Dinamarca son países que comparten una relación problemática, tanto histórica como socialmente. Si tuviéramos que delinear en unas pocas líneas la posición de cada país con respecto a su cine Noruega es la industria más antigua pero, curiosamente, no es la más fuerte. Ese papel recaería en Dinamarca y Suecia, ambos con representantes ilustres de gran fuerza expresiva que han acabado erigiéndose como canon básico del audiovisual de ambos países: Lars von Trier e Ingmar Bergman, como principales exponentes. Aki Kaürismaki es el equivalente –mucho menos mediático— finés; e Islandia, tras una época de mayor esplendor a lo largo de la década de los 80 –gracias a su mirada documental—, ha retornado a líneas de vanguardia con la emigración a latitudes comerciales de algunos de sus cineastas en ascenso, como es el caso de Baltasar Kormákur (2 Guns, The Deep). El caso es que, aunque cada país ha acabado construyendo su propia identidad personal, es indudable que el cine escandinavo ha ido ligado desde su nacimiento a las principales vanguardias europeas del momento, dirigiendo la idiosincrasia de cada país casi en la misma dirección, aunque con diferencias leves de forma y contenido, amantes de un lenguaje teatral muy marcado, y sobretodo, tendentes a unos ámbitos de intereses, que, en el caso del cine sueco y noruego, casi siempre ha abarcado el mundo de la juventud.

    Kiss me, you fucking moron (traducido como “bésame, maldito idiota”) entra en esta corriente de desenfado juvenil como un torrente de aire fresco recién llegado del norte. La película recibió luz verde por parte del Instituto de Cine noruego después de que uno de sus miembros, Thomas Robsahm, recomendará el apoyo económico de dos cintas dirigidas a un target de público joven, rodadas en verano, y distribuidas en otoño. Y es que aunque la industria noruega haya sabido mantener una salud envidiable en sus propuestas, no es menos cierto que el control que mantienen sobre aquello que les representa es siempre consciente. Si uno se para a investigar descubrirá además que parte de la prosperidad de su cultura audiovisual está en haber sabido encontrar un punto de apoyo con el país vecino, Suecia, con la que mantiene una relación ambigua que, más allá de las coproducciones en cine y televisión, se ha trasladado a los propios discursos de algunas propuestas de ambos países. Sin ir más lejos, la reciente nominada a los premios del cine europeo Come, duerme, muere [crítica], transmitía, a través de su protagonista (Râsa), un resentimiento muy marcado hacia sus vecinos nórdicos. La propia Liv Ullman, mítica actriz del sueco Bergman, era noruega. Es interesante destacar esta colaboración continua, pues ilustra muy bien lo mucho que ambos países se necesitan, a pesar de que social y económicamente parezcan decirnos que están muy lejos. La emigración que tanto odiaba Râsa se intuye como una realidad en Escandinavia.

    Kiss Me, You Fucking Moron

    Teniendo eso en cuenta, uno se para a analizar el trabajo de Kristiansen desde una óptica diferente. Porque se da cuenta de que las relatos de este país esconden unas fricciones muy marcadas en sus personajes, las circunstancias que les rodean o su manera de observar a los demás. Un grupo de adolescentes de entre 15 y 18 años, componentes de un grupo teatral, piden ayuda a un actor profesional en decadencia que está residiendo en la zona, para llevar a cabo la ambiciosa obra de un admirado autor definido como “heredero de Ibsen”. Ante las primeras negativas del veterano intérprete, Tale (la portavoz del grupo) le echa en cara su cobardía y falta de riesgo. Tras lo cual, Lars Nykvist (nuestro actor en crisis), acaba por aceptar el reto que se le avecina. Los primeros veinte minutos trazan el esbozo de la situación. La juventud nueva, ilusionada, cansada de unas ficciones acongojadas e inofensivas, enfrentadas a la filosofía de unas estrellas que parecen haber olvidado lo que significaba arriesgarse en el arte; un concepto interesante a la par que jugoso, que surge de ese enfrentamiento entre generaciones tan diferentes. El problema viene cuando Tale, la protagonista y principal foco de la historia, se enamora del que, por circunstancias ajenas a él, es su compañero de reparto: Vegard. Un jugador de fútbol que para saldar los crímenes de vandalismo y conseguir cerrar el contrato que le asegure su futuro como deportista, es obligado a participar en la obra, por el propio Lars Nykvist, dada la fuerte química que tiene con Tale.

    El componente romántico se introduce en la ecuación de forma algo extraña, despertando recelos en el público, aunque introduciendo un idea, algo desvaída pero presente, que merece destacarse. Para que una interpretación sea real, debe ser honesta, y para que sea honesta debe ser transmitida desde sentimientos auténticos. El momento en el que Tale se enamora de Vegard, las palabras empiezan a fluir con mayor naturalidad. En el proceso el mentor de ambos no dudará en presionarles para hacer que traspasen los límites necesarios. En el camino habrá que hacer sacrificios, parece decir Nykvist. Y lo que en principio Tale se imagina como recorrido fácil, ejecutado desde la superficialidad propia de su edad, acaba con ella asumiendo las mentiras del cine y el teatro. En la evolución del romance, Tale llega a confundir las emociones de la ficción con las de la realidad. Sabe que está enamorada, pero cuando llega el momento de ensayar, no duda en tirar de lo siente de verdad para que su trabajo sea mejor. En consecuencia, las replicas de Vegard son escuchadas como un deseo consciente de lo que anhela, y al final, el amor que sólo existe en el escenario de un teatro, acaba contagiando a sus propios protagonistas. Una doble lectura que impregna la propia naturaleza de Kiss me, you fucking moron. Un simple entretenimiento dirigido a jóvenes con cierto criterio, pero también una investigación en torno a los mecanismos del teatro (y en extensión del cine) y la implicación que hace falta para trascender en ellos.

    Kiss Me, You Fucking Moron

    Tal vez, en mitad de las tribulaciones de Tale, el filme pierda de vista esa semilla rozando el terreno de la frivolidad adolescente, pero sabe encauzarse a través de una sobriedad y unos diálogos que se alejan de la tontería, por más que la protagonista no pueda evitar formular la clásica pregunta de “¿Cómo sabes cuando es el adecuado?”. Son licencias que el director se permite pero no empañan el resultado lo suficiente como para impedirnos apreciar los aciertos de un discurso enmarcado en una heladora sutilidad puramente escandinava. Su mirada suele ser silenciosa, literalmente. Muy observadora y analítica. En ocasiones tendente a la introversión. La falta de expresión verbal la suplen con una mirada a su alrededor. Al microuniverso del que somos espectadores, resaltando ese componente costumbrista como algo que ya forma parte de su concepción del cine. Uno donde la cámara sitúe a los personajes en relación a su entorno, dotando a éste último de identidad propia. Los parques desvencijados de Come, duerme, muere; las calles nocturnas de Fucking Amäl, el paisaje natural en el que vive Tale. El contexto social, en menor o mayor medida, tiene su reflejo en la mirada de estos directores. Y en extensión, en la de gran parte del cine europeo de estos países. Por supuesto, Kiss me, you fucking moron no llega a tales cotas de ambición, pero es algo que está ahí, impreso en la caligrafía de la película. Y en un cine que en esta revista nos interesa explorar, nos parece adecuado reflexionar sobre sus motivaciones y elementos.

    Kyss meg for faen i helvete

    En consecuencia el trabajo de Stian Kristiansen puede ser visto como un mero divertimento de indudable esencia nórdica, humor sutil y actuaciones contenidas. Con su dosis de romance juvenil tratado muy sobriamente, sin aspavientos ni epicidad trágica. Desde la sencillez de dos chicos que se sienten atraídos el uno por el otro y sólo saben expresarlo mediante la ficción. Las decisiones de Tale y Vegard a lo largo de su relación son extrapolables a las de cualquier persona de esa edad que, en vista de la incapacidad de conseguir lo que quiere, y víctima de la frustración, acaba descargando sus errores en otros, evitando enfrentarse a ellos. O lo que es lo mismo, acostarse con alguien por resentimiento cuando el chico que te gusta te ha rechazado. Así lo siente Tale. Y así lo expresa: “lo hace todo el mundo. No me mires así”. El cine escandinavo tiene un talento poco común para retratar las pulsiones y preocupaciones de la gente joven sin caer en una estupidez que resulte vergonzosa. Sabe cómo enfocarlo con inteligencia y respeto sin quitarle importancia. Alejándose de la impostura cool de miradas norteamericanas que generalizan la idea del adolescente como un ser carente de intereses. Demasiado preocupado en buscar la aprobación de los demás aún a costa de las actitudes más estúpidas, sin parar a cuestionar sus propios actos. En ese sentido Kiss me, you fucking moron es una lección de buen gusto. De cómo conciliar conceptos que unan la confusión adolescente, con la inteligencia del discurso (o por lo menos de su ejecución), sin hacer ascos a cierta ligereza de contenido que permita que la cinta sea disfrutada por gran parte de los espectadores. | ★★★

    Gonzalo Hernández Espinosa
    redacción Madrid

    Noruega. 2013. Título original: Kyss meg for faen i helvete. Director: Stian Kristiansen. Guión: Stian Kristiansen. Intérpretes: Eili Harboe, Oyvind Larsen Runestad, Kristoffer Joner, Johanna Knudsen Rostad, Ruben Rosbach, Reno Muren, Kim André Bjorkesset, Tuva Kvale Haseid, Anne Regine Ellingstaeder, Rolf Kristian Larsen, Enja Henriksen, Edvard Nordbo, Tor Arne Vikingstad, Lone Marselia Werness Bekkeheien, Pernille Paulsen, Marko Iversen Kanic. Fotografía: Trond Tonder. Productoras: Motlys. Fecha de estreno oficial: 9 de Agosto de 2013 (Noruega). 

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