Llagas y moscas
crítica de Halley | de Sebastián Hofmann, 2012Alberto, apodado Beto, es un hombre de mediana edad que trabaja en un gimnasio como vigilante nocturno con aparente normalidad. Sin embargo, comienza a ser consciente de que se haya en un insólito estado de putrefacción progresiva, muerto en vida y con el cuerpo plagado de heridas, llagas y desperfectos propios de un cadáver y no de un varón normal. Así pues, decide ocultar a duras penas estos abandonar su puesto laboral en una semana, fracción de tiempo de la que se ocupa este filme mexicano denominado Halley, estrenado en su territorio nacional el pasado año y presentado en el actual 2013 en las filas de largometrajes del Festival de Rotterdam.
Halley da comienzo de una manera pausada, con pretensión de encomendarse a una estética claustrofóbica y agobiante, (dado que meterla de lleno en el saco del género de terror es quizás, exagerar su atmósfera y presuponer que habrá sustos, cosa que no acontece durante la hora y media de metraje), de trasfondo supuestamente existencialista, y tensión más centrada en el silencio que en diálogo, pues la conversación abunda menos que la ausencia de ella. La temática un tanto pesada, basada fundamentalmente en la descomposición del cuerpo, la mortalidad humana o la trascendencia del alma es un reflejo de las obsesiones que asolan a su director, Sebastian Hofmann, que con voluntad de facturar una obra de cine de autor original entre el drama, el terror psicológico y la angustia existencialista, erra en la trama, el diálogo y la duración. Nos hallamos ante un filme del que poco o nada podemos extraer de positivo o novedoso, cuya extensión es excesiva si tenemos en cuenta su escaso ritmo y su falta de nudos de acción, por no mentar la nula evolución de sus dos personajes. Beto entabla amistad con Luly, la gerente de su gimnasio antes de abandonar su trabajo, y ella, aunque sospecha que tiene alguna clase de enfermedad atípica, desconoce su verdadera situación e intenta mejorar su ánimo y entablar diálogo con él. Ambos resultan personajes completamente planos cuya personalidad no llegamos a ser capaces de conocer por la ausencia de datos: él permanece impasible desde el comienzo al final de la película, con una actitud pasiva, mecánica e indolente que colma la paciencia, y la mojigatería y sobreactuación de ella acaban por resultar exasperantes.
A lo largo del largometraje abundan escenas cuyo fin es mostrar la paulatina descomposición corporal de Beto, con planos cercanos e inquietantes que pegan al objetivo de la cámara pústulas, costras, llagas, y demás secuelas de la muerte en vida del protagonista: las labores de maquillaje si merecen ovación puesto que, aunque no se trate de una película gore, llega a resultar realmente asqueroso (a mi parecer, excesivamente) presenciar una galería de detalles tan escatológicos. El día a día de Beto, que se maquilla, perfuma e higieniza para esconder su estado de putrefacción, es aburrido por extensión al no incluir novedades interesantes, y al margen de la atmósfera opresiva no existen elementos de sorpresa o de clímax que enganchen al espectador al eje de la trama. A mi juicio, la idea inicial de Sebastian Hofmann hubiese sido mejor plasmada en un formato más breve y menos agotador para el espectador, y tanto un corto como un mediometraje hubiesen representado mejores moldes para transmitir los presuntos terrores y angustias de su director sin bostezos ni pausas. La interpretación de Alberto Trujillo y Lourdes Trueba no tiene un amplio espectro de matices, y las conversaciones carecen de subtexto, trasfondo, pecando de lineales e insustanciales. En definitiva, lo más enigmático de Halley termina por ser su título, que si obtiene explicación, y las promesas o esperanzas de hallar en ella intriga, pánico, existencialismo o repulsión se quedan en humo, dando como resultado una cinta aséptica, intrascendente y completamente prescindible. ★★★★★
Andrea Núñez-Torrón Stock
redacción Galicia | enviada especial al Festival Cineuropa de Santiago de Compostela.
Mexico, 2012, Halley. Director: Sebastian Hofmann. Guión. Sebastian Hofmann, Julio Chavezmontes. Productora: Mantarraya ProduccionesMúsica: Akira Rabelais. Fotografía: Matias Penachino. Reparto: Alberto Trujillo, Lourdes Trueba, Hugo Albores. Presentación oficial: 2013: Festival de Rotterdam: Sección oficial largometrajes a concurso.