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    Crítica | Breathe In

    Breathe In

    Cuando pasa el último tren

    crítica de Breathe In | de Drake Doremus, 2013

    2011 supuso el año de la confirmación de Drake Doremus como uno de los directores independientes más interesantes del panorama cinematográfico actual. Con su tercer trabajo, Like Crazy (crítica), logró el Gran Premio del Jurado en Sundance, dando sobradas muestras de una exquisita sensibilidad a la hora de retratar el lado más doloroso del amor, a la vez que puso en primer plano a su actriz protagonista, una sorprendente Felicity Jones que cosechó varios premios por su excelente interpretación. Todas las miradas estaban puestas en el siguiente largometraje de Doremus, expectantes por comprobar si aquel éxito de Like Crazy no fue fruto de la casualidad y, verdaderamente, estábamos ante un nuevo genio nacido a espaldas de los grandes estudios. Breathe In (2013) es, por ello, la prueba de fuego para el cineasta que, consciente de que se juega la consolidación definitiva, apuesta sobre seguro recuperando a Felicity Jones para un nuevo personaje protagonista, otra de esas heroínas románticas, vulnerables y sufridoras, en las que parece haberse especializado la joven intérprete. Una vez más, Doremus se pone al timón de una historia de amor imposible, tremendamente dolorosa y fatalista para sus personajes. Si en su anterior obra nos describió descarnadamente los estragos de la distancia y la rutina en una relación de pareja y la dureza del desamor, en Breathe In relata la desintegración de una familia aparentemente ejemplar ante la llegada de un agente externo que pone sus cómodas vidas patas arriba, con el tema de la infidelidad como telón de fondo.

    Breathe In

    La familia Reynolds es la viva imagen de la felicidad que, tras su aparente fachada de perfección, esconde sus muchas grietas. Keith, el padre, es un músico frustrado que trabaja impartiendo clases de piano a jóvenes cuando lo que realmente quisiera es tocar el chelo en una orquesta sinfónica. En el fondo, no es feliz con la vida que lleva. Añora Nueva York, pero su esposa Megan prefiere la tranquilidad de un pequeño pueblo a hora y media del bullicio de la gran ciudad. Ambos se desviven por su hija Lauren, una guapa y popular joven de 17 años, ganadora de varias medallas de natación. El frágil equilibrio familiar peligrará desde el momento en que acogen en casa a Sophie, una estudiante inglesa de intercambio de 18 años que sorprende al patriarca por su gran talento para tocar el piano. Desde el primer momento, la tensión sexual flota en el ambiente y el evidente feeling inicial entre ambos pronto dará paso a una prohibida relación adúltera que amenaza con dejar más de una víctima en el camino. Doremus acierta de lleno en la elección de sus actores protagonistas, sencillamente perfectos en sus roles. Guy Pearce ofrece uno de sus mejores trabajos dramáticos hasta la fecha. Su creación del gris y conformista Keith que encuentra en la luminosa Sophie el valor y fuerza suficientes para encauzar su vida de otra manera, es impecable. Felicity Jones, poseedora de uno de los rostros más fotogénicos y expresivos de su generación, le da una réplica perfecta, desbordando ambos una química fuera de toda duda en cada una de las escenas que comparten. En este sentido, destaca el primer acercamiento físico entre Keith y Sophie mientras tocan una pieza musical al piano, todo un prodigio de atmósfera sensual que en nada tiene que envidiar a la similar escena entre Mia Wasikowska y Matthew Goode en Stoker (2013). Otro momento de gran fuerza emocional es aquel en que Matthew, desde el escenario donde está a punto de actuar en un concierto, se encuentra con la mirada de Sophie, que asiste a la función desde el patio de butacas. Estamos ante una de esas películas en las que una mirada furtiva o el leve roce de un dedo dicen mucho más que mil palabras. A la excelente pareja protagonista le acompaña la siempre eficaz Amy Ryan que, con su habitual semblante antipático, borda el papel de esposa engañada.

    Breathe In

    Breathe In es un filme de emociones y personajes, una de esas historias en las que sus protagonistas tienen la oportunidad de dejar atrás una vida de rutina e insatisfacción para correr en busca de nuevas experiencias. Una especie de Los puentes de Madison (1995) en la que Guy Pearce vendría a representar el papel hastiado de la Streep, mientras que Felicity Jones equivaldría al aventurero Clint Eastwood que trastoca todos sus planes. Hay que decir que Doremus no logra acercarse al aliento dramático y calidez de aquella obra maestra de Clint Eastwood. Tal vez porque sea menos dialogada o por el uso algo excesivo de la música de piano, su película sabe crear un turbador clima de sensualidad que, a la hora de la verdad, no acaba de provocar auténticas llamas en la pantalla. Al director, en su búsqueda de la sutileza a la hora de mostrar la intimidad entre los amantes, le ha quedado una obra algo más fría que Like Crazy, que sí dejaba completamente devastado al espectador sin necesidad de recurrir a acontecimientos previsibles y tópicos como los que invaden el tramo final de Breathe In. Estas leves concesiones tiran por tierra la oportunidad de que sea la gran película que prometía en su primera mitad de metraje pero no son suficiente obstáculo para reconocer que estamos ante un magnífico director de actores y un título muy recomendable para los amantes del cine romántico despojado de sensiblería. ★★★

    José Antonio Martín
    redacción Canarias

    Estados Unidos. 2013. Título original: Breathe In. Director: Drake Doremus. Guión: Drake Doremus, Ben York Jones. Productora: Indian Paintbrush / Super Crispy Entertainment. Fotografía: John Guleserian. Música: Dustin O'Halloran. Montaje: Jonathan Alberts. Intérpretes: Felicity Jones, Guy Pearce, Amy Ryan, Mackenzie Davis, Matthew Daddario, Kyle MacLachlan, Hugo Becker, Alexandra Wentworth.

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