Caninos marinos
crítica de Alí ojos azules | Alì ha gli occhi azzurri, Claudio Giovannesi, 2012
Este segundo largometraje del realizador italiano Claudio Giovannesi fue presentado con cierto éxito en el festival de Roma del año pasado, alzándose con un premio especial del jurado y el premio principal de su categoría específica de primeras y segundas películas. Y es que tanto su estética como su narrativa se insertan claramente en el tipo de neorrealismo que últimamente suele gustar mucho en casi todos los certámenes cinematográficos. Historias dramáticas con actores semi o no profesionales que transcurren en decorados naturales y sobrios, poblados por personajes trágicamente deprimidos o conflictivos y fotografiados de manera áspera y a menudo desesperanzada, aunque en este caso particular un bonito y esperanzador detalle es el de los ojos azules del protagonista que dan título a la película. En realidad tienen ese color porque lleva lentillas, pues dado su origen árabe no era de esperar que fuesen naturalmente azules, y no está de más entretenerse en esta ocurrencia porque con muy poco dice mucho y deja muy claro el mensaje de la película: la buena voluntad pero a la vez las dificultades de integración con las que se encuentran los inmigrantes en sociedades como la nuestra. En este caso un joven que quiere ser uno más entre sus compañeros, aunque para ello recurra a un engaño innecesario, ya que precisamente entre los latinos tampoco abundan los ojos claros.
Queda claro: los ojos azules de Nader (pues así se llama el protagonista, no Alì, nombre genérico que pretende generalizar su suerte a casi toda la población inmigrante) dan mucha información, y como Giovannesi es consciente de ello, así titula su película. Pero esto también puede ser fuente de recelo, ya que si este ingenioso punto de caracterización del personaje debe explicitarse para que no se pase por alto, anticipa que el resto del metraje no rebosa de ingenio precisamente. En otras palabras, no hay que rascar mucho por debajo de su oportunamente prestigiosa superficie neorrealista para darse cuenta de que la trama de la cinta es bastante hueca, y que en el fondo la película no resulta especialmente memorable ni por su narrativa ni por su estética, pues tantas otras cintas con similares pretensiones, dirigidas a un público “serio” y la vez “moderno”, ya lo han hecho antes y mejor. La crítica por tanto es la siguiente: que un director con poco bagaje, rodeado de unos actores con aún menos experiencia, decida rodar de la manera más competente posible una historia que sabe que va a tener el beneplácito de su limitado público, y el consecuente elogio por ser capaz de rodar, pese a su falta de madurez, de esta manera tan prestigiosa y tan seria. En realidad, esto supone una falta de riesgo y de inventiva mayor, y por consiguiente menos elogiable, que la de un director joven que intenta hacer algo nuevo y que se estrella en algunas partes pero consigue sacarle jugo a otras: que realiza un producto irregular pero estimulante.
La juventud y el tema callejero de Alí ojos azules también debería estimular ese valor, pero desgraciadamente no es así. El caso es que Giovannesi desarrolla la narrativa con paciencia y sentido común, confiando en la emoción que pueda emanar de sus personajes y en la sutil intensidad que proporciona su retrato gris y perceptivo. Y ello permite dotar de verosimilitud y ocasional tensión a la trama, como, por ejemplo, en esa escena en la que Nader decide resolver el conflicto y acude en busca de los brutos que van a por él y a por su amigo Stefano: una escena en la que dicha tensión es palpable, especialmente gracias al as en la manga que se guarda el protagonista (cuando hay dos frentes abiertos, el suspense y la consiguiente satisfacción del espectador también son dobles), pero que se resuelve de un modo un tanto anticlimática. Algo similar ocurre con una escena anterior, que es la que plantea dicho conflicto, en la que el mencionado Stefano, un chico paradójicamente (o no) más rebelde que Nader, apuñala a otro chaval en una discoteca porque está bailando con su ex novia. El tratamiento de esta acción es, de forma afortunada, confuso y precipitado, pero su desenlace, tristemente, también lo es un tanto, embarrando la narración.
Con ello, podemos volver a la parte más crítica; y es que Giovannesi no acierta a veces a dotar del ritmo adecuado a sus secuencias, acortando o alargando con poca habilidad algunas segmentos y desviando un poco el rumbo del que se supone que es el mensaje que quiere transmitir. Tras el citado accidente de la discoteca, los compatriotas de la víctima planean la venganza que fuerza a Nader y Stefano a abandonar temporalmente sus hogares. Y es entonces cuando aparece el calado social más significativo de esta cinta, que casi sin pretenderlo nos está hablando de varios temas calientes del mediterráneo europeo como son su inmigración, su marginada pobreza o sus minorías religiosas. Pero, como ya hemos adelantado, faltan elementos, novedosos o no, que apoyen este objetivo, que refuercen este contexto… Que en definitiva nos enseñen algo nuevo, que es lo que pretenden normalmente las películas y lo que debería pretender especialmente ésta. Sin más ánimo de exagerar unos defectos que fácilmente se podrían ignorar, queda un trabajo recomendable siquiera para estar en la onda de los que hoy en día son los responsables de alzar o bajar el pulgar cuando llegan los créditos… Los cuales además nos confirman un dato quizás más irrelevante que el de los ojos pero también digno de mención: que los nombres de los personajes principales coinciden con los de sus actores. Un recurso relativamente común que facilita la identificación entre ambos e incluso con el espectador, lo cual demuestra que, al fin y al cabo, para hacer las cosas bien a veces tampoco hace falta darle tantas vueltas. ★★★★★
Ignacio Navarro
enviado especial a la 19ª edición del Festival de Sarajevo.
Italia, 2012. Director: Claudio Giovannesi. Guion: Claudio Giovannesi & Filippo Gravino. Productora: Acaba Produzioni / Rai Cinema. Presentación: Festival de Roma 2012. Fotografía: Daniele Ciprì. Montaje: Giuseppe Trepiccione. Intérpretes: Nader Sarhan, Stefano Rabatti, Brigitte Apruzzesi, Marian Valenti Adrian.