La sicalíptica del alumno
crítica de A Teacher | de Hannah Fidell, 2013
Suelen producir reacciones alérgicas, arcadas y vergüenza ajena. Me refiero a esas biografías prematuras de deportistas, cantantes o vividores de turno que no alcanzan las dos décadas. Obedecen a una obsesión: rentabilizar al máximo un éxito que se presume efímero. ¿Qué tienen que contar? ¿La edad a la que abandonaron el chupete? Muy poco. Nada. Eso mismo, nada o muy poco, es lo que nos cuentan algunos cineastas. Por exceso o por defecto de primaveras. Unos quemados, los otros sin mecha. Con abundantes y gratificantes excepciones. Que se te supongan ciertas destrezas en el manejo del lenguaje audiovisual, no quiere decir que estés preparado o preparada para hacer una peli. Entiendo que uno se foguee haciendo cortos. Que quiera hacer un largo. Pero la precipitación se paga. Las prisas pueden arruinar a directores con proyección. Una película precoz puede condicionar una carrera. Lo bueno de la infancia es lo malo de la juventud ¡Ay la inocencia! Para contar historias, primero hay que vivir. Las estupideces "teenager" con vocación trascendental no interesan a nadie. O sí, pero no a mí. Alguien debería habérselo advertido a Hannah Fidell antes de rodar A Teacher (2013): un mediometraje alargado hasta los 75 minutos, almibarado por la nebulosa de una quinceañera que ha leído Jane Eyre. La directora americana a sus no tan tiernos 27 años podría destilar algo más maduro, que no trascendente. Su ópera prima revela dos cosas: que sigue forrando sus carpetas con fotos de famosetes y que no tiene destreza narrativa.
Al grano. Lindsay Burdge interpreta a una profesora de una escuela secundaria de Texas. Una chica ordinaria cuya excepcionalidad reside en su pareja, uno de sus alumnos. Hannah Fidell revisa el "mito erótico del docente" y juega con el concepto de amor prohibido. Con un guion excesivamente condescendiente, que da lugar a distintos subrayados que hacen hincapié en lo ilícito (como en la escena de la fiesta, en la que uno de los invitados hace un chiste al saber la profesión de la protagonista). Leitmotiv harto socorrido al que intenta dar una vuelta de tuerca. Loable el intento, reprochable el resultado. La intencionalidad provocadora peca de ingenua, torpe, desmedida y estúpida. Existe una deriva, que no evolución, de la atracción física a la adicción sentimental. Con ella se busca ir de fuera a dentro. De lo carnal al fanatismo de los sentimientos. Eros y Thanatos como instintos básicos que influyen en el ser humano, que condicionan su vida; y por extensión, la vida en pareja. Una decisión que conduce irremediablemente –por lo anoréxico del conflicto dramático– al fracaso argumental. No extraña, por lo tanto, que el producto resultante parezca fruto de unas hormonas alteradas, un amor platónico mal superado y lecturas penosamente asimiladas. Flirtear con los anhelos de pubertad es peligroso, puedes embarrarte al mínimo descuido. Pero tienen su mística. En estrecha relación con la sicalíptica. La del cartabón y la escuadra, la del pupitre, la de la tarima, la de la pizarra, la erótica del instructor. ¿Quién no ha tenido un/a profesor/a que le transportaba a ensoñaciones libidinosas? Sentimientos que poco tienen que ver con el amor, sí con la obsesión, lo carnal, lo pasional, lo cochino. Variables presentes en el filme, retratadas con desenfrenado acierto. Y ya. Podría ser suficiente, pero no lo es.
Tampoco se hiló fino en la confección de los personajes. Escuálidos, meros esbozos inflados con un background dramático cogido con pinzas ¿Acaso alcanza con un fugaz desencuentro fraternal para justificar un carácter atormentado? A veces funciona mejor una insinuación que una alusión mediocre ¿no? En esa misma línea –sintética y fallida– se encuentra el argumento. Primero el vicio, luego la fermentación y más tarde las consecuencias, serán los jalones de esta frágil estructura. Profesora y alumno, alumno y profesora fornican ¿y? ella se siente culpable, el riesgo a ser descubiertos –con farol mediante–, poco más ¿Dónde se marca la diferencia? ¿Cómo se esquiva el cliché? La directora se decanta por el cambio de roles. La maestra empieza a comportarse como una adolescente –escena vergonzante incluida, él sobre fondo blanco, cual ángel– y al estudiante se le confiere una madura y afectada dignidad. A Teacher no es más que una descafeinada emulación, minimalista y afligida, de los telefilmes de sábado por la tarde. Eso sí, encubierta con lo peor del cine independiente. Un amago, mal tirado, de La pianista (2001) de Haneke. Un escarceo amoroso con voluntad de drama psicológico. En cualquier caso, relativicemos la valoración subjetiva hilvanada en esta crítica. Si la hubiese hecho una quinceañera, el resultado sería estimable. Como sí lo es el trabajo de la actriz protagonista. Único puntal rescatable de una ópera prima que evidencia el amplio margen de mejora que tiene su autora. | ★★★★★
Andrés Tallón Castro
Andrés Tallón Castro
redacción Madrid
Estados Unidos, 2013, A Teacher. Director: Hannah Fidell. Guion: Hannah Fidell. Productora: Flaneur Films. Fotografía: Andrew Droz Palermo. Música: Brian McOmber. Reparto: Lindsay Burdge, Will Brittain, Jennifer Prediger, Jonny Mars, Julie Phillips, Chris Dubeck. Presentación oficial: Sundance 2013.