Los amores enfermizos
crítica de Vic+Flo Saw a Bear | Vic et Flo ont vu un ours, de Denis Côté, 2013
Entre la más profunda de las dulzuras y la más bruta de las perversiones ha oscilado el canadiense Denis Côté a la hora de sentar las bases para un nuevo drama crudo y a todas luces extravagante; salpicado de pinceladas de otros muchos géneros, que tiñen los colores de esta original Vic+Flo Saw a Bear de desgarro, tensión, ironía, y un halo macabro inyectado en nuestra vena conforme avanzan los posos de la historia. En lo que a mi respecta y para ser sinceros, comenzando por ese enigmático título que a priori puede resultar tanto un inteligente reclamo de atención como el preámbulo de un experimento farragoso, Vic+Flo Saw a Bear funcionó en mí como una droga primero desagradable y luego poderosamente adictiva. Desde su óptica de personajes ariscos en gran medida ajenos al orden social. En una primera toma de contacto provoca un rechazo irracional a causa de su atmósfera calmada pero invasiva, a una Madame Champagne (Vic) cuyo amor rabioso y frialdad social provocan nerviosismo e incluso irritación, pero poco a poco se convierte en interesante, rica en matices, profunda y, sin lugar a dudas, en absoluto semejante a cualquier otro filme visto con anterioridad.
Esta atípica historia de amor y otras pulsiones humanas se basa en la nueva vida que emprenden en una tranquila cabaña situada en los bosques Canuck, Vic, una convicta de 61 años condenada a cadena perpetua que dispone del privilegio de poder cumplir la pena fuera de prisión pero bajo vigilancia, y su amante Florence, una mujer más joven y hermosa de pasado también abrupto y carácter desordenado. Vic y Florence se trasladan a este pequeño hogar de madera donde vive el tío de Vic, anciano y enfermo de diabetes y parálisis, al que comienzan a cuidar sin demasiada dedicación ni acierto. Ambas reciben la visita periódica de Guillaume, un oficial de los servicios sociales que realiza informes de la conducta de Vic para dar parte a los directivos carcelarios, y cuya presencia enquista la intimidad de las dos mujeres. Mientras Vic, un personaje que rodea sus tremendas inseguridades y su fuerte dependencia emocional de seriedad, aislamiento y en ocasiones grosería, se encierra más en sí misma y en su huerto, una amable jardinera se presenta para utilizar su lavabo y ofrecerle abonos que mejoren sus cultivos. Florence, claustrofóbica ante la quietud del bosque y la poca presencia humana, baja de vez en cuando a empinar el codo al inquietante bar del pueblo, donde jugadores de billar y almas solitarias empuñan jarras de cerveza para matar el tiempo. Todo un esperpento.
Esta, y es una advertencia para los que crean de antemano que se encontrarán ante un el drama de un romance poco convencional, no es una película que transmita comodidad. Ni siquiera que sugiera empatía con los personajes que van apareciendo con el paso de la trama. Sin embargo, y lo que resulta mucho más meritorio, explora de manera honda y visceral el laberinto de las emociones humanas y el espectro de reacciones de Vic, Flo y el resto de solitarios habitantes de Canuck. Abarca la comprensión y la soledad aberrante, las crueldades y las mentiras, las revanchas y los desasosiegos e, inevitablemente, acaba por sacar a la luz los recovecos más desagradables y enfermizos de sus seres. Pretende así un soberbio Denis Coté dibujar en el filme una poética grotesca del amor insano y la venganza sórdida, recordando las bajezas y secretos que yacen en el fondo de la identidad de cualquiera. Lo consigue gracias a una estética elegante y bella, azulada, verdosa y abundante en travellings, que encaja a la perfección esa atmósfera opresiva en la que se mueven los personajes. El anciano sin voz postrado en una silla, la música desafinada del saxofón de un niño o la tranquilidad que sugiere cultivar un huerto son elementos simbólicos a los que más tarde, podremos otorgar su justa importancia. En el vasto bosque de Canuck, bajo una tensa música de tambores, aguardan recuerdos desagradables, pasiones macabras y alguna que otra secuela del pasado de sus personajes, cada cual dominado por sus propios monstruos y obsesiones que los carcomen por dentro. La turbia relación amorosa entre Vic y Flo, nos deja en los labios un extraño desasosiego que no finaliza con el remate de la película, sino que se instala mucho más allá de ella, convirtiendo así esta obra en una rara avis única en su especie, que aún a expensas del rechazo o la alabanza posterior, merece la pena ver con propios ojos. ★★★★★
Andrea Núñez-Torrón Stock
redacción Galicia | enviada especial al Festival CineEuropa de Santiago de Compostela
Canadá, 2013, Vic et Flo ont vu un ours (Vic+Flo Saw a Bear). Director: Denis Côté. Guión: Denis Côté. Productora: Metafilms Música: Melissa Lavergne. Fotografía: Ian Lagarde. Reparto: Pierrette Robitaille, Romane Bohringer, Marc-André Grondin, Inka Malovic, Marie Brassard, Olivier Aubin. Presentación oficial: 2013: Festival de Berlín (Premio Alfred Bauer).