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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Un cerdo en Gaza

    Un cerdo en Gaza

    El cerdo que surgió del mar

    crítica de Un cerdo en Gaza | Le cochon de Gaza, de Sylvain Estibal, 2011

    Tocar temas espinosos, tales como enfermedades o conflictos bélicos, desde una óptica cómica suele ser una opción controvertida y que se presta a numerosos debates. Hay quienes piensan que no se debería hacer comedia con según qué temas y quienes defienden que es otra manera legítima de acercar problemáticas a un mayor número de espectadores. Tirando de videoteca podremos darnos cuenta de que, si existe un buen guión detrás, el mensaje de una comedia puede llegar al espectador con la misma fuerza y contundencia que si se tratara de una obra dramática. Ahí están los Óscar a mejor película de habla no inglesa de películas como En tierra de nadie (2001) –con la convivencia entre un bosnio musulmán y un serbobosnio en una trinchera abandonada en pleno conflicto bélico– o La vida es bella (1997) –inolvidable parábola de Roberto Benigni enmarcada en el genocidio judío perpetrado por los nazis– para dar fe de ello. Eso sí, para que la ecuación funcione sin herir demasiadas sensibilidades, se necesita la mano firme de un director que sepa dosificar el humor sin caer en lo obsceno. Con Un cerdo en Gaza, el escritor y fotógrafo de prensa Sylvain Estibal debuta en la dirección, atreviéndose a tocar el conflicto israelí-palestino desde una perspectiva humorística. El germen de esta película tuvo lugar en 2004, cuando Estibal viajó a Hebrón (Cisjordania) en un trabajo para la agencia Francia Presse, donde prestó unas cámaras a una familia palestina y a otra israelí, separadas por la valla, para que retrataran su día a día, descubriendo que tenían vidas mucho más parecidas de lo que ellos creían. El Premio César a la Mejor ópera prima testifica que estamos ante un interesante realizador con muchas cosas que decir en el futuro.

    Un cerdo en Gaza

    Un cerdo en Gaza tiene como protagonista a Jafaar, un humilde pescador palestino de la franja de Gaza con muy mala suerte, ya que únicamente consigue que caiga en sus redes sandalias viejas o pequeños peces que luego no puede vender. Su existencia cambiará de la noche a la mañana cuando en estas redes aparece misteriosamente un cerdo, animal impuro para los musulmanes del que intentará desprenderse de mil maneras, sin ninguna suerte. Ahogado por las deudas económicas, decidirá intentar sacarle rendimiento al animal vendiendo su semen a una chica israelí del otro lado de la reja, lo que le traerá muchos más quebraderos de cabeza cuando sea tomado por un informador por las autoridades islamistas. Ciertamente, el drama y la realidad están aquí muy presentes en el fondo de la historia. La pobreza de una gente, el pueblo palestino, que tiene que vivir en Gaza como si estuviera en una inmensa cárcel al aire libre, oprimido por los militares israelíes que controlan cada salida o entrada, queda hábilmente reflejada en pantalla, por encima de los numerosos chistes. También tienen cabida en la trama el fundamentalismo islámico de las autoridades que controlan el interior de la zona o esos “héroes mártires palestinos” que se inmolan en nombre de la religión y la libertad de su pueblo. La eterna enemistad entre israelíes y palestinos está, no obstante, reflejada con una mirada amable y ligera, salpicada de un fresco sentido del humor que parece beber del Roberto Benigni de la antes citada La vida es bella.

    Un cerdo en Gaza

    La mayor baza de que el filme funcione como divertida comedia –con leves apuntes trágicos y mucho de sátira– es la actuación estelar de un sobresaliente Sasson Gabai en el papel de Jafaar, uno de esos personajes que se ganan instantáneamente la complicidad del espectador a fuerza de humanidad, simpatía y torpeza. Tras él encontramos a una nutrida fauna de personajes secundarios (la sufrida esposa, el amigo peluquero, los militares que viven instalados en el tejado de la casa de Jafaar, la chica judía), estupendamente interpretados y que contribuyen a enriquecer la historia. Hay lugar también para algunos gags cómicos tremendamente efectivos, como cuando los protagonistas disfrazan al cerdo de oveja para que pueda pasar desapercibido a los ojos de los soldados o cómo uno de los estos soldados israelíes que ocupan el techo de la casa, comparte amenas tardes junto a la esposa de Jafaar, sentados ante el televisor, siguiendo una enrevesada telenovela brasileña (una pequeñez que, durante un rato, une a ambos pueblos en paz). Estamos ante una obra bienintencionada, que apuesta por la utopía de un acercamiento entre ambos bandos –la animadversión que israelíes y palestinos sienten por el personaje del cerdo, indigno de tocar con sus patas la tierra de Israel (por lo que le calzan unos graciosos calcetines) es algo que tienen en común– y lo hace en forma de certera parábola, a través de la inspiradora odisea del desafortunado Jafaar y el orondo puerco. Aunque se trate de dos títulos bien distintos, Un cerdo en Gaza podría formar parte de una curiosa sesión doble junto a un estreno español de este mismo año, Somos gente honrada, en la que una pareja de amigos inmersos en la crisis económica deben replantearse sus principios cuando pescan un paquete con diez kilos de cocaína. Dos historias de buenas personas, viviendo en condiciones complicadas, que deben tomar elecciones difíciles con tal de sacar a sus familias adelante. ★★★★

    José Antonio Martín
    redacción Canarias

    Francia. 2011. Título original: Le cochon de Gaza (When Pigs Have Wings). Director: Sylvain Estibal. Guión: Sylvain Estibal. Productora: Coproducción Francia-Bélgica-Alemania; Marilyn Productions / StudioCanal / Saga Films / Rhamsa Productions / Barry Films. Fotografía: Romain Winding. Música: Aqualactica, Boogie Balagan. Montaje: Romain Winding. Intérpretes: Sasson Gabai, Baya Belal, Myriam Tekaïa, Ulrich Tukur.

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