Aquellos seductores años 60
crítica de The Look of Love | de Michael Winterbottom, 2013Oh, Swinging London. Aquellos maravillosos 60, las pegadizas melodías de los Beatles, los guitarreos de los Rolling, la psicodelia de Hendrix; los años de la revolución cultural, la recuperación económica, el boom explosivo de las revistas, el despegue de la moda, el auge publicitario, la fiebre del consumismo; la década de la invasión pop británica, de los movimientos pacifistas, de Los Vengadores y Casino Royale, de Blow up y Private Eye, de cine, pasarela y discoteca, de carpe noctem, la década en la que una juventud ambiciosa y optimista enarboló el hedonismo como modus vivendi. Hasta ese Swinging London atractivo, opulento y seductor, de estética pop y fastuoso espectáculo, de noches ávidas, drogas y liberaciones sexuales en confrontación al puritanismo tradicional, viajamos a través del celuloide para adentrarnos en los entresijos de la vida de Paul Raymond, el más archiconocido magnate de la industria X británica de su tiempo. Este cuidado biopic dirigido por el prolífico Michael Winterbottom convierte a Steve Coogan en la leyenda del imperio pornográfico fallecida hace un lustro, haciendo de esta cuarta colaboración entre Michael y Steve la más dramática y rica en matices.
“Mi nombre es Paul Raymond. Bienvenidos al mundo del erotismo”. Así presenta sus shows el mágico Paul, un hombre de fuertes pulsiones sexuales, contradicciones internas, convicciones inamovibles, gustos caros y refinados y enorme visión empresarial: fino y elegante, mujeriego y narcisista, inteligente y magnético, irónico y astuto, frío y locuaz. Todo este filme, gráfico y de exquisita manufactura, se supedita a este hombre arrollador con el fin de contarnos a todos cómo fueron sus decisiones y debilidades, cómo transcurrió su agitada vida, eso sí, con una distancia de cámara que dota a la narración de un aura periodística y menos subjetiva que otras biografías cinematográficas de los últimos tiempos. Paul Raymond, de auténtico nombre Geoffrey Quinn, era un humilde muchacho de Liverpool, criado entre mujeres y educado posteriormente por monjas de Notre Dame, que llegó a la ciudad del Támesis con cinco chelines en el bolsillo y muchos sueños de futuro, y lo cierto es que los cumplió casi todos, algunos a costa de grandes pérdidas y errores. Muy lejos de vivir una existencia estable, sencilla o convencional, la cinta comienza en un punto clave de la historia de este cuestionado pornógrafo, dueño de una inmenso imperio inmobiliario, al abrir el primer club de striptease de todo el país; el Paul Revue´s Bar, “para algunos la meca y para otros Sodoma y Gomorra”, donde se realizaron múltiples shows musicales y eróticos, de cariz teatral pero atrevido y antepuesto a su tiempo en lo que a desnudos se refiere. Y es que, gracias a una sobresaliente actuación de Steve Coogan, más dramático y versátil que en otros de sus trabajos, la película cuestiona la controversia ligada a la vida de Raymond. ¿Un ser amoral, misógino y vivalavida, o el rey de los espectáculos glamurosos, agudo empresario de la industria sexual, héroe británico por excelencia, precursor del divertido, picante y popular barrio del Soho londinense? La pregunta por supuesto, queda abierta a la mirada del propio espectador, y en lo que a mi respecta, Paul Raymond fue una figura plenamente ambivalente; de ideas brillantes y mordaz humor inglés, pero otras veces frío y distante en sus relaciones personales, sobre todo familiares, pecando muchas veces de excesiva indolencia y abusando de una mala vida que fueron sellos personales a lo largo de su carrera.
El filme condensa muchos acontecimientos clave en la vida de Paul Raymond, alternando sus primeros triunfos en el universo de las publicaciones y los espectáculos sexuales, y una madurez mucho más meditabunda y reflexiva, que muestra su lado más humano, y tal vez, más triste. La historia cuenta con un reparto de secundarios de tintes emocionales muy distintos, en el que despunta la actuación de Tamsin Egerton, encarnando a su amante Amber, una chica alegre y seductora, y de Imogen Poots, convertida en la hija de Paul, volátil y enganchada a la cocaína. Con ellas suceden los momentos vitales más intensos: la fundación la revista erótica Men Only, en la que se publican relatos y fotografías estimuladoras de la imaginación, y el show de variedades Follies, convertida en la gran producción de teatral de la esfera londinense. Dos negocios que provocarán el odio de la sociedad conservadora y severos cambios familiares. La fuerte relación con su hija es el eje dramático más importante de la obra, ambos tienen una fuerte dependencia del otro, y tienen vidas personales caóticas y nocturnas, son consumidores habituales de alcohol y de drogas, y se quieren en ocasiones de una manera destructiva. En este sentido, la película abre debate acerca de la frivolidad y las exigencias de la industria publicitaria, el cierto machismo que impregna la mayoría de publicaciones de carácter erótico en cuanto a la cosificación de la mujer, y muestra de manera fiel la liberación de las generación británica de los sesenta con respecto al conservadurismo y la austeridad económica de los cincuenta. The Look of Love es, en síntesis, un homenaje colorista y entretenido a, si bien para unos un héroe publicitario y teatral y para otros un infiel y superficial pornógrafo, uno de los más cautivadores, importantes y controvertidos personajes de los seductores años sesenta británicos. ★★★★★
Andrea Núñez Torrón-Stock
redacción Galicia
Reino Unido, Estados Unidos, 2013, The Look of Love. Director: Michael Winterbottom. Guión: Matt Greenhalgh. Productora: Film Four / Revolution Films. Fotografía: Hubert Taczanowski. Reparto: Steve Coogan, Anna Friel, Imogen Poots, Tamsin Egerton, Stephen Fry, Matt Lucas, David Walliams, Vera Filatova, Peter Wight, Kieran O'Brien, Chris Addison. Presentación oficial: Sundance 2013.