Las infinitas posibilidades están a la vuelta de la esquina
crítica de Coherence | de James Ward Byrkit, 2013
El personaje encarnado por Kirsten Durst en Melancholia (Lars von Trier, 2011) sufrió, de la noche a la mañana, un cambio de humor que la dejó en un extraño estado de apatía (o más bien de melancolía). El motivo era de carácter cósmico: un planeta venido de no sé sabe dónde se acercaba peligrosamente a la Tierra. Por supuesto, desconocemos la razón. Lo que es seguro es que se trata de una fuerza incontrolable, impredecible, capaz de dominar el destino de los hombres. El misterio cósmico que se cierne sobre la debilidad y la pequeñez humana. Algo parecido ocurre en la película Coherence, presentada en el Festival de Sitges, que se llevó uno de los mayores elogios recibidos en este certamen (finalmente ha conseguido el Premio al mejor guión para su director). Cualquier rastro, por tanto, de coherencia en la historia es pura casualidad. Ya lo advirtió el director James Ward Byrkit, que se dirigió al público previamente a la proyección para, entre otras cosas, advertir que el título era irónico. El motivo que supuestamente provoca los extraños acontecimientos que sufren los ocho personajes de la narración es un cometa que cruza el cielo nocturno. Lo vemos como contraplano a sus miradas, un bello y misterioso objeto que se despedaza a sus ojos. Las cuatro parejas se reúnen para cenar y divertirse en la casa de uno de ellos, ante la excusa de aquel acontecimiento que no se repetía desde 1927 y donde ocurrieron ciertos fenómenos, como la mujer que no era capaz de reconocer a su marido después del paso del asteroide.
Sin embargo, el meteorito es algo anecdótico, casi podríamos hablar de un mero recurso para incrustarnos de lleno en lo desconocido, preparar el terreno para lo absurdo. Ante un corte de luz en la casa, los huéspedes advierten que sólo una vivienda en todo el vecindario conserva electricidad. Dos de los hombres salen al exterior para comprobar el motivo y hablar con los vecinos. A la vuelta, comienza la confusión. Uno de ellos ha traído consigo una caja que ha sustraído a los otros inquilinos, mientras que su compañero aparece aterrado: dice haber visto a ellos mismos en la otra casa. Este es el inicio de las teorías y la búsqueda de explicaciones para este hecho. Así, hablan de la decoherencia cuántica y del experimento del gato de Schrödinger. Es decir, plantean la posibilidad de que ambas realidades (los dos grupos de amigos en uno y otro lado) existan simultáneamente, después de haber desechado posibilidades como el uso de drogas. La caja que cogieron resulta tener fotos de ellos mismos señalados con números. Todas las pistas que van surgiendo plantean interrogantes y cada personaje desarrolla un comportamiento según su carácter: hay quienes permanecen en la casa, otros que prefieren actuar por su cuenta… Los problemas crecen, pues las pistas de las que disponen se mezclan y dan respuestas discordantes. Establecen puntos de partida para no perder el rumbo: mientras que unos utilizan palos de luz fluorescente de color azul, los otros utilizan el rojo. Además, algunos de los móviles se habían roto y les sirve como referencia. Son algunas de las pistas que permiten crear la duda entre los personajes, pues tras las idas y venidas esos elementos se mezclan y no vuelven a ser los mismos.
La película va ganando de este modo una complejidad creciente, alimentando la imaginación del espectador, pues Coherence es, precisamente, un relato que sugiere más que exhibe. Deducimos su no muy dilatado presupuesto, que podría ser el motivo de utilizar pocos elementos para expresar todo el contenido. Sea o no sea deliberado, el hecho de sugerir otras dimensiones, dobles y paradojas cuánticas dentro de un mismo escenario como es la casa donde transcurre casi todo, una calle y un coche, sin ningún tipo de artificio, provoca que sea uno mismo el que reconstruya las dimensiones y sus múltiples posibilidades en su mente. No faltan los detalles que nos hablan del azar y nos introducen en lo complejo: los dados, cajas, objetos clave que cada uno atribuye como suyos para poder diferenciarse de sus dobles… Y, por fin, la dura realidad que aparece ante ellos: los dobles mezclados, la imposibilidad de racionalizar los sucesos, la incapacidad de cada personaje de encontrar su lugar en una u otra dimensión… La casa resulta ser como La Tierra en El planeta de los simios (Franklin J. Schaffner, 1968): punto de partida y de regreso, cuando en realidad se buscaba un lugar diferente. Se descubren millones de casos similares y el personaje que cobra mayor protagonismo (Emily Baldoni) decide buscar su propia dimensión por su cuenta, ya que llega a la conclusión de estar en la que no le pertenece.
Coherence resulta ser un estupendo largometraje, de las que dejan buena sensación y animan el espíritu después de ver tantas obras, muchas de ellos mediocres, como sucede en los festivales. Por eso es un alivio que por fin llegue a nuestros ojos una producción capaz de emocionar de principio a fin. Y es que la historia centra su poder expresivo en lo imaginario, en la insinuación, con todas las piezas a nuestro alcance para desarrollar el lado más misterioso del hombre, sin duda algo de por sí atrayente. La noche, el azar, la dialéctica interior-exterior, no sólo de la casa, sino también de los propios personajes, que se cuestionan si tienen un doble malvado (o bien si lo son ellos mismos…), la zona oscura donde supuestamente ocurre el intercambio sin dejar rastro… Elementos, todos ellos, que se combinan a la perfección para crear un drama enrevesado y con la suficiente profundidad para invitar a la reflexión sobre cuestiones tales como el lugar que corresponde a cada uno (los personajes finalmente actúan por su cuenta, buscan la dimensión donde encajan mejor), las infinitas maneras de ser, de actuar, de sufrir, siempre dentro de las directrices de cada personalidad (es decir, un agobiante mar repleto de posibilidades a descubrir en uno mismo, o más bien en las diferentes proyecciones de uno mismo), dónde situar los límites cuando se trata de encontrar el propio camino o, si se quiere, la propia identidad… En definitiva, y aludiendo al título, todo lo que el filme tiene de incoherente se complementa con la coherencia de su guión y el acierto de sus propuestas. ★★★★★
Estados Unidos, 2013, Coherence. Director: James Ward Byrkit. Producción: Lene Bausager. Guión: James Ward Byrkit. Fotografía: Nic Sadler, Arlene Muller. Montaje: Lance Pereira: Intérpretes: Nicholas Brendon, Emily Foxler, Elizabeth Gracen. Presentación oficial: Sitges 2013.