LA ÚLTIMA ACTUACIÓN DE MARION
crítica de Una canción para Marion | Song for Marion, Paul Andrew Williams, 2012Resulta cuanto menos curiosa la oleada de películas estrenadas en los últimos dos años sobre la vejez. Y no solo desde la perspectiva más pesimista y dramática –Amour (2012) de Michael Haneke–, ya que algunas cintas como las británicas El exótico Hotel Marigold (2011) y El cuarteto (2012) o la estadounidense Un amigo para Frank (2012) han ofrecido visiones muy optimistas y vitalistas de la tercera edad, aun cuando la enfermedad hace acto de presencia. Por otra parte, se agradece que aún se siga contando con actores tan veteranos como Maggie Smith, Judi Dench o Frank Langella para papeles protagónicos, en unos tiempos en que Hollywood parecía haberlos desterrado a personajes secundarios al considerar que un filme protagonizado por personas mayores carece de suficiente gancho comercial. En este sentido, los 134 millones de dólares recaudados por El exótico Hotel Marigold en todo el mundo, sorprendieron a propios y extraños. Una canción para Marion (2012), escrita y dirigida por Paul Andrew Williams, viene a apuntarse con éxito a esta corriente, pese a que presenta muchos paralelismos con la ópera prima de Dustin Hoffman como director, El cuarteto. En ambas, grupos de jubilados se entregaban en la última etapa de sus vidas a ensayar para darlo todo en sendas funciones de canto y esa pasión por la música les hacía evadirse de los problemas de sus vidas cotidianas.
Marion es una anciana vital, alegre y con una perpetua sonrisa dibujada en los labios. Enferma de cáncer y desahuciada por los médicos, deposita todas sus energías e ilusión en los ensayos para un concurso de coros junto a otros mayores, dirigidos por Elizabeth, una guapa joven sin demasiada suerte en el amor. Arthur, el malhumorado marido de Marion, acepta a regañadientes esta afición de su esposa por cantar, al mismo tiempo que mantiene una complicada relación con su hijo James, separado y padre de una niña pequeña. El director deposita su confianza en unos estupendos actores para dar vida a estos cuatro personajes sobre los que se sostiene su, por otra parte, previsible historia. Vanessa Redgrave desborda humanidad como la Marion del título, mientras que la cada día más en alza Gemma Arteton y Christopher Eccleston defienden con dignidad los roles más jóvenes (y esquemáticos). Pero si hay que destacar algo en el filme que levante el interés por encima de otros títulos de similares características, esa es la excelente interpretación de un Terence Stamp que, como ya demostró en la inolvidable Las aventuras de Priscilla, reina del desierto (1993), es capaz de entregar un personaje que navega con sutileza entre los registros dramáticos y cómicos. Suyo es el mérito de que el espectador se encariñe con el huraño Arthur y termine comprendiendo algunas de sus erróneas actuaciones con los miembros de su familia. Partiendo de la base de que Una canción para Marion no inventa nada nuevo bajo el sol, se agradece que Williams no se regodee en los aspectos más dramáticos de la narración, algo que suele ser habitual en esas películas con enfermedades terminales que buscan la lágrima fácil del espectador. Muy a la manera de la también británica Full Monty (1997), su cinta parece haberse aplicado aquel refrán de “al mal tiempo, buena cara”, logrando extraer luminosidad y optimismo de unas circunstancias fatales.
No hay nada en la película que resulte especialmente reprochable. Está rodada con buen gusto y elegancia para abordar temas que se podrían prestar a lo escabroso o a convertirla en el típico dramón familiar de sobremesa. Los actores bordan sus papeles, logrando que el público se identifique con sus problemas y sus alegrías. Logra su objetivo de conmover hasta las lágrimas, sí, pero lo hace sin forzar la maquinaria de la manipulación y sin que se le noten demasiado las costuras. Desgraciadamente, tampoco hay en Una canción para Marion demasiadas cualidades cinematográficas más. El espectador sabe en cada momento cuál será el devenir de la historia, la evolución dramática de sus personajes y el esperanzador mensaje de su desenlace. Son los mismos aciertos e idénticos lastres que también presentaba El cuarteto –más enmarcada en el género del humor, eso sí–, cuya cercanía de fechas en su estreno cinematográfico aumenta más si cabe el efecto de déjà vu que desprende cada fotograma de Una canción para Marion. En definitiva, estamos ante el típico filme que popularmente denominaríamos bonito y que gustará a la mayoría de la audiencia. De lo contrario, se nos podría acusar de no tener sentimientos. ★★★★★
José Antonio Martín.
crítico de cine.
Reino Unido. 2012. Título original: Song for Marion. Director: Paul Andrew Williams. Guión: Paul Andrew Williams. Productora: Steel Mill Pictures/ Coolmore Productions/ Film House Germany/ Egoli Tossell Film. Recaudación: 6.992.525 dólares. Fotografía: Carlos Catalán. Música: Laura Rossi. Montaje: Dan Farrell. Intérpretes: Terence Stamp, Vanessa Redgrave, Gemma Arterton, Christopher Eccleston, Orla Hill, Barry Martin, Taru Devani, Anna Reid.