THRILLER CON CADENA DE PRODUCCIÓN
crítica de Prisioneros | Prisoners, Denis Villeneuve, 2013A veces, y cada vez más con las nuevas tecnologías y los nuevos modos de producción, una película se puede realizar por pocas personas, incluso por una sola que se encargue del guion, del rodaje y del montaje, de todo lo que sea necesario, en fin, para que la obra creativa independiente en cuestión salga a la luz. También son frecuentes los casos, aunque no necesariamente más ahora que antes, de profesionales del cine que repiten juntos en varios proyectos. Normalmente hablamos de un director concreto que tiene a algún actor fetiche, o que confía ciegamente en tal operador, o que suele trabajar con tal montador. Ambas situaciones reducen las posibilidades de colaboración entre talentos diversos así como la entrada en el mercado de caras nuevas, y pueden combinarse en mayor o menor grado, como ocurre por ejemplo con las películas de los hermanos Coen o de Steven Soderbergh, incluso con seudónimos de por medio. Los grandes nombres efectivamente suelen trabajar solos o unidos, también en un país como Estados Unidos donde hay una poderosa y amplísima industria del cine y donde éste suele entenderse verdaderamente como un trabajo de equipo. Pues bien, el caso de Prisioneros (Prisoners, 2013) es llamativo en tanto que en esta película cada departamento sí ha sido responsabilidad de alguien distinto, uniendo además fuerzas individuos que no han trabajado antes juntos y que de hecho suelen unirse a menudo con otro director. Así ocurre con Roger Deakins, director de fotografía habitual hasta hace poco de los mencionados hermanos Coen; o con Joel Cox y Gary Roach, montadores por defecto de los filmes dirigidos por Clint Eastwood. En el apartado interpretativo también abundan las primeras reuniones, aunque hay una salvedad curiosa y es que el coprotagonista Jake Gyllenhaal está al mando de Denis Villeneuve en otra película de este año, Enemigo (Denis Villeneuve, 2013). Coincidencia o no, el caso es que entre esa película y la que es objeto de este texto hay bastantes diferencias, pues la segunda, por lo dicho hasta ahora, es un valiosísimo ejemplo de lo que podríamos llamar “película de estudio”.
Efectivamente, en ella la unión de estos talentos funciona como si se conociesen de antes porque trabajan en la misma dirección, ensamblando un conjunto realmente meritorio. Pero vayamos por pasos. El primero se refiere al guion de Aaron Guzikowski, escritor que solo cuenta en su haber con otro largometraje y no precisamente de los más esperanzadores: Contraband (Baltasar Kormákur, 2012). De hecho, escribió el guion de Prisioneros con anterioridad, y sorprendentemente el mismo alcanzó un alto puesto en la prestigiosa Black List de 2009, poniendo de manifiesto el interés que sobre el mismo habían puesto varios productores. En un principio la película debía ser dirigida por Bryan Singer y protagonizada por Mark Wahlberg y Christian Bale, pero la cosa se alargó y ambos acabaron en The Fighter (David O. Russell, 2010), mientras que Singer también abandonó el proyecto. Posteriormente parecía que Leonardo DiCaprio podía ser de la partida, pero tampoco pudo ser y el libreto permaneció un tiempo en el limbo. Hasta que la llegada de Denis Villeneuve, recién nominado al Oscar en su categoría de mejor película extranjera con Incendies (2010), lo desempolvó al desembarcar él en territorio americano. Alcon Entertainment se había hecho con los derechos del guion de Guzikowski, y parecía bastante seguro darle las riendas de su dirección al recién llegado Villeneuve. Su presencia lógicamente avivó otra vez el proceso y enseguida volvieron a interesarse personalidades de la industria, empezando por el liderazgo de la estrella Hugh Jackman hasta, como hemos visto, nombres consagrados en sus respectivos departamentos como Deakins y Cox. El proyecto empezó pues dando varias vueltas hasta terminar en manos de la gente más insospechada pero a la vez competente e idónea teniendo en cuenta la temática del filme.
En efecto, el mismo parte de una premisa un tanto común e incluso televisiva, como es la desaparición de las hijas menores de dos familias, los Dover y los Birch. El enclave de pequeña población del interior americano y el desarrollo inicial de los acontecimientos, en decorados engañosamente familiares y profundamente turbios, son pues bastante típicos. Pero desde un inicio sorprenden la atmósfera, los personajes, el ritmo, las acciones. Y el guion, progresivamente, también. Pues nada es lo que parece y las cosas se van enredando. Las niñas no aparecen y los padres lógicamente se van inquietando más y más hasta estar dispuestos a tomar medidas desesperadas, en particular Keller Dover, el hombre religioso pero rabioso encarnado por Hugh Jackman. La entrada en escena del detective de rigor, Loki, un agente a la vez nervioso y contenido interpretado por Jake Gyllenhaal, así como la sucesión de pistas y giros, complican la situación, pero Dover sigue convencido de que su hija ha sido secuestrada por Alex, el sospechoso inicial, un joven que con los rasgos de Paul Dano cumple bastante bien la descripción de un psicópata pero que al fin y al cabo es inocente. Por eso Keller lo secuestra a su vez y tortura hasta sacarle la confesión de una única palabra convincente: laberinto. Expresión que no hace sino reflejar el camino que ha tomado el guion, donde como vemos los personajes funcionan en base a contradicciones y donde cada uno acaba siendo prisionero de sus propios actos. Con todo, no se pierde de vista el punto de partida inicial, pues aunque la trama va tomando varios derroteros, incluyendo investigaciones paralelas de Loki, una creciente pero ilusoria enemistad entre él y Keller, la depresión solitaria de la mujer de éste último (Maria Bello) o la sufriente complicidad del matrimonio Birch (Terrence Howard y Viola Davis), Guzikowski y Villeneuve se preocupan por ir uniendo mínimamente las piezas del puzle hasta un desenlace plenamente satisfactorio. Estas subtramas, además, nos permiten comentar que la película cuenta con un auténtico elenco de secundarios que añaden densidad y complejidad a la cinta, con caras siempre conocidas como las citadas que refuerzan asimismo el gran trabajo llevado a cabo por Jackman y Gyllenhaal.
Resumida la narrativa y cómo la misma es interpretada, conviene ya detenerse en esos elementos añadidos que confirman el valor del filme. El mismo es un thriller que, como algunos han dicho ya, recuerda en algo a notables dramas americanos como Mystic River (Clint Eastwood, 2003) o incluso otra película del mismo director, El intercambio (Clint Eastwood, 2008). Parece pues lógico contar con el mismo montador, en concreto Joel Cox, para dotar a Prisioneros de una cadencia similar. Roger Deakins, por su parte, es experto en plasmar en imágenes la violencia y la turbiedad de las pequeñas y aparentemente pacíficas urbanizaciones estadounidenses, como demuestra no solo su colaboración con los Coen sino por ejemplo su trabajo en Revolutionary Road (Sam Mendes, 2008), La duda (John Patrick Shanley, 2008) o En el valle de Elah (Paul Haggis, 2007). Aquí nos entrega otro trabajo fotográfico inmaculado, en tonos grisáceos pero con encuadres siempre elegantes, y con algún detalle de brillantez como ese plano de Alex encerrado en una ducha construida por Keller, en el que solo se ve el contorno de su ojo dibujado por la luz que se proyecta a través del orificio de la puerta. El uso insistente de la lluvia, por poner otro ejemplo estético concreto, nos remite a Seven (David Fincher, 1995), filme sobre el que también parece inspirarse Prisioneros. Y evidentemente no podemos dejar de recordar que al propio Denis Villeneuve este material desarrollado con tales elementos le viene como anillo al dedo, recobrando los aires de tragedia familiar y la épica entre sobria y enfática de Incendies. El cineasta canadiense emplea pues los referentes del género policiaco americano pero también se beneficia de los aquí enumerados, entre otros, pues pertenecen a otros géneros semejantes de cine adulto. Su agrupación tiene pues una razón de ser y, contra todo pronóstico, no conduce a un conjunto irregular en el que llamarían la atención sus distintos campos. Al contrario, como hemos dicho, el resultado global se beneficia de esta división y logra armonizar esas diferentes tonalidades de lo que en definitiva no es sino un único paisaje: el del crimen y el castigo. ★★★★★
Ignacio Navarro.
enviado especial a San Sebastián | 61ª edición del Festival de San Sebastián | crítico cinematográfico.
Estados Unidos, 2013, Prisioneros. Director: Denis Villeneuve. Guion: Aaron Guzikowski. Productora: Alcon Entertainment / 8:38 Productions / Madhouse Entertainment. Fotografía: Roger Deakins. Musica: Jóhann Jóhannsson. Montaje: Joel Cox & Gary Roach. Intérpretes : Hugh Jackman, Jake Gyllenhaal, Terrence Howard, Melissa Leo, Paul Dano, Viola Davis, Maria Bello. Presentación: Festival de Toronto 2013.